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Blog

El mejor invento de la humanidad

Bosque

No parece ser el fuego, ni la rueda, ni mucho menos el teléfono o el ordenador. En opinión de Joaquín Araújo, preocupado por nuestro futuro, el mejor invento de la historia de la humanidad ha sido la dehesa, que ha sabido conservar un difícil equilibrio entre lo natural y lo cultural. La dehesa ha sido capaz de mantener al hombre y a una vasta comunidad de seres vivos como ningún otro bosque. El término dehesa puede definirse como un sistema agro-silvo-pastoral, de uso múltiple, pero sobre todo ganadero extensivo, con un paisaje heterogéneo donde destaca la existencia de un arbolado disperso, principalmente de especies del género Quercus. Las dehesas corresponden a un paisaje creado por el hombre, aunque formaciones similares han podido originarse por la acción de herbívoros silvestres. La acción del hombre en otras épocas ha llegado a crear, tal vez sin proponérselo, un equilibrio entre explotación y conservación de la naturaleza (1).

Hagamos un poco de historia. Hay dos hechos históricos clave en relación con las dehesas: la importancia que ha tenido en España la ganadería extensiva trashumante y el cambio de propiedad ocurrido en la Edad Media con las distintas fases de la Reconquista.

La trashumancia ha conectado los territorios del norte y el centro-sur peninsular mediante los largos recorridos realizados con el ganado. Su origen tal vez haya que buscarlo en el seguimiento de las tribus nómadas tras los grandes herbívoros terrestres, pero no es hasta 1086 cuando comienza a practicarse a gran escala. En aquellos tiempos, ya existía una fuerte polémica entre los agricultores y ganaderos por el uso de la tierra, que era saldada a favor de los últimos llegando incluso al abuso. Para evitarlo, los primeros fueros del siglo XII establecían las denominadas cosas vedadas: los trigales, los viñedos, las huertas, los prados de guadaña y las dehesas. De ahí deriva precisamente su nombre, del latín defessa, es decir, defendida frente a los ganados. En ellas se mantenía el ganado local, sobre todo el de labor, pastando sobre los prados y aprovechando la existencia de árboles. De este uso procede el término dehesa boyal, ya que durante mucho tiempo se emplearon bueyes para las labores del campo.

En 1273 Alfonso X crea el Honrado Concejo de la Mesta, organización que agrupaba a los propietarios de ganados trashumantes que se convirtió en uno de los grupos más influyentes del país. Esta organización supuso inicialmente un equilibrio entre los intereses de los ganaderos y de los agricultores. Pero con los Reyes Católicos alcanzó tantos privilegios que casi siempre tenía razón en cualquier disputa contra los agricultores y los municipios. Su poder hacía posible que el ganado invadiera de forma incontrolada los montes, comiendo los brotes de las plantas, pisoteando y endureciendo el suelo e impidiendo la regeneración de la cubierta vegetal.

La decadencia del mercado de la lana y la guerra de la Independencia determinaron el declive de la Mesta y su abolición en 1836. Durante todo este tiempo, las dehesas del centro-oeste y suroeste peninsular representaron un elemento clave como zonas de pasto de invierno, conectadas con una amplia red de vías pecuarias con los agostaderos del norte y centro. Buena parte de las dehesas actuales derivan de montes vecinales, privados o de la Iglesia, que la posterior acción del hombre y el ganado aclaró de árboles para favorecer su uso ganadero. Pastos, frutos, leña, madera, corcho, carbón… eran algunos de los recursos utilizados por el hombre en las dehesas, que se convertían así en un paisaje creado por su mano.

En cuanto al proceso de la Reconquista, cabe decir que a medida que los territorios conquistados hasta mediados del siglo XI iban siendo ocupados se parcelaban y roturaban para confirmar su propiedad, dando lugar a explotaciones fundamentalmente de tipo minifundista. En los cien años siguientes el territorio fue repartido en grandes términos municipales, y los concejos se encargaron de su explotación mediante la instalación de colonos. A comienzos del siglo XIII las tierras fueron asignadas como grandes latifundios a las órdenes militares, y su explotación fue realizada por campesinos dependientes de ellas mediante su cultivo y pastoreo. Ya en el siglo XV el territorio presentaba una estructura latifundista con los musulmanes, estructura que se mantuvo y sólo se procedió al cambio de propiedad.

En este blog ya hemos abordado el problema del déficit de naturaleza al que a duras penas somos capaces de hacer frente, y Joaquín Araújo nos proporciona una pista más para hacerlo. Apasionado de las dehesas, dice que conforman el paisaje más sosegador. De modo que, sepamos aprovechar la vida que nos rodea y los extensos bosques que aún la sostienen, y no perdamos la oportunidad de acercarnos a una de estas dehesas que tan eficazmente apaciguan nuestro ánimo y favorecen nuestra relación con tantos seres vivientes.

 

(1) VV.AA.: Los bosques ibéricos. Una interpretación geobotánica, Planeta, Barcelona, 2005