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Resolviendo problemas globales
Cualquier día de estos, cuando volvamos a entrar en contacto con el entorno, podemos intentarlo. Detengámonos en el camino, junto a un bosque, y podremos escuchar cómo suena. La música incluye nuestra propia respiración, pero también tímidos golpes de las aves forestales, zumbidos de cigarras, llamadas misteriosas que las pequeñas e inquietas avecillas se hacen entre sí y la excitación desenfrenada que a veces provoca el silencio. Alrededor de nuestros pies, el suelo está escrito por huellas de ungulados, tal vez curiosos córvidos, que, si tenemos paciencia, saldrán por algún lugar de la espesura.
Esto es lo que podríamos llamar un “paisaje forestal intacto” o “bosque primario”. Estas áreas, más o menos extensas, se obstinan en mantener toda su vida vegetal y animal nativa y sus procesos biofísicos. Este y otros bosques todavía adornan partes de nuestra geografía cercana y, por más que algunos descerebrados traten de evitarlo, de nuestro planeta. Algunos de ellos forman gigantescos pulmones, como la Amazonia o los bosques boreales de Canadá, Rusia, Alaska y Escandinavia.
Los bosques intactos en la actualidad suman alrededor de 11,8 millones de kilómetros cuadrados, según estimaciones de investigadores y organizaciones como Greenpeace, Global Forest Watch, World Resources Institute, Transparent World, University of Maryland, World Wildlife Fund de Rusia y Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre. Eso es más o menos 23 veces la superficie de España y aproximadamente una cuarta parte de la superficie forestal total del planeta, y el resto está fragmentado por carreteras, minas, ciudades y agricultura. Más del 7 % se ha perdido desde el año 2000. Mantener el resto es clave para cambiar tres tendencias globales obstinadas: la crisis climática, la sexta gran crisis de extinción y la pérdida de culturas humanas.
En los trópicos, los bosques intactos contienen el 40 % del carbono forestal terrestre, y recientemente se ha demostrado que absorben suficiente carbono para compensar las emisiones totales de muchos países amazónicos. Cuando los bosques se fragmentan, los daños forestales en los márgenes, la sequía y el fuego causan más de 150 millones de toneladas de emisiones anuales, más que el resultado de la deforestación total.
Las estimaciones sugieren que esas emisiones costaron 6,3 mil millones de dólares en cultivos perdidos solo en Estados Unidos, daños por inundaciones, incendios y otros impactos. En la región boreal, los bosques protegen el permafrost, que, si se descongela, será una gran fuente de emisiones de metano, gas de efecto invernadero más poderoso que el CO2. Además de mantener el clima global, los bosques intactos estabilizan el clima local y regional, lo que permite la supervivencia de millones de personas.
El carbono se ha convertido por evolución en una asombrosa variedad de plantas y animales, muchos de los cuales están amenazados por el actual espasmo de extinciones. Los grandes bosques intactos albergan los ecosistemas más diversos y las poblaciones robustas de los principales depredadores, los migrantes de gran alcance y especies no descubiertas. Son talleres evolutivos que todavía están en plena marcha. En lugares como el oeste de la Amazonia, los bosques intactos escalan las laderas de las montañas, dando a las especies escalas altitudinales para sobrevivir al cambio climático.
La diversidad cultural del planeta también depende de sus grandes bosques. De los 6.900 idiomas del mundo, alrededor de una cuarta parte proviene de las tres grandes regiones de bosques tropicales, que tienen solo el 6 % de la superficie terrestre: 330 idiomas en el Amazonas, 1.100 en Nueva Guinea y sus alrededores, y 242 en la República Democrática de Congo, donde se encuentran la mayoría de los bosques intactos de África. La UNESCO estima que se pierde un idioma cada dos semanas. Muchos desaparecen a medida que los bosques que mantienen a sus hablantes se erosionan.
Reserva de la Biosfera Maya de Guatemala. ACOFOP
La misma capacidad de la humanidad para tener ciertos pensamientos depende de nuestros grandes bosques. Cuando el famoso botánico de Harvard Richard Evans Schultes llegó por primera vez al Amazonas en 1941, descubrió que algunos indios usaban la misma palabra para “verde” y “azul”, pero tenían 18 términos para variedades de una vid sagrada que habían sido identificadas como una sola especie por los desconcertados científicos.
Las soluciones de conservación forestal son prácticas y asequibles, según Thomas E. Lovejoy, profesor de ciencias y políticas ambientales en la Universidad George Mason, y John Reid, fundador y ex presidente de Conservation Strategy Fund nos las ofrecen (1). Primero, las carreteras deben dejar a los grandes bosques más espacio. El principal impulsor de la fragmentación es la construcción de carreteras, que divide los bosques en parches cada vez más pequeños y provoca pérdidas económicas. El dinero se invierte mejor intensificando el transporte cerca de las ciudades y las indutrias, donde la infraestructura puede servir a más personas. Las redes viales necesarias podrían desarrollarse sin fragmentar los bosques.
En segundo lugar, los derechos a la tierra de los pueblos que dependen de los bosques deben ser apoyados, tanto por razones éticas como prácticas. Casi no hay bosques sin gente; los bosques intactos son bosques con pocas personas cuyas tradiciones y economías están entretejidas en el paisaje. Los territorios indígenas son extremadamente efectivos para prevenir la deforestación, incluso donde la presión es alta. También los espacios naturales protegidos son efectivos, especialmente cuando se adaptan a las necesidades locales y se favorece la participación de sus pobladores en la gestión y difusion de los recursos.
Tercero, el adagio de que no se puede administrar lo que no se mide se aplica aquí. Se debe establecer un sistema continuo de detección casi en tiempo real para rastrear dónde se están cortando los bosques intactos para que los gobiernos, las comunidades forestales y las organizaciones privadas puedan reaccionar lo antes posible.
¿Cómo costearemos el futuro con el bosque salvaje? Parte de la respuesta radica en los programas para evitar el cambio climático. Hay motivos para esperar que los árboles puedan seguir aspirando dióxido de carbono hasta, al menos, finales de siglo. Sin embargo, su capacidad de hacerlo más allá de 2100 es incierta. Pero para que los fondos fluyan, las políticas climáticas deben adaptarse y llenar el vacío de financiación. Ahora ofrecen pocos incentivos para conservar grandes áreas forestales a menudo remotas, factor que se añade a la incompetencia y el negacionismo de algunos dirigentes. Quizá aún no comprendan de dónde venimos y adónde debemos ir a partir de ahora. Quizá aún se encuentran estancados en el nivel intelectual de los primeros homínidos arborícolas.
(1) How Big Forests Solve Global Problems, The New York Times, 19 de abril de 2018