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Armas de hierba

Botánica

Las condiciones climáticas de nuestro entorno favorecen la presencia de hierbas espinosas. Convivimos con ellas y las sufrimos con total naturalidad, pero creo que pocas veces nos preguntamos el porqué y el para qué de esas pequeñas y afiladas armas de algunas de nuestras hierbas más representativas. Aunque conviene recordar que estas armas no son patrimonio exclusivo de las hierbas, sino que contamos con numerosos arbustos y árboles que también se desarrollan provistos de semejantes aguijones, que es como técnicamente se les conoce en estos casos, pues, a diferencia de las espinas, los aguijones no tienen tejido vascular, razón por la que resulta relativamente fácil arrancarlos de la planta. Tal vez el lector pueda hacer la prueba en un rosal o una zarza.

En la imagen superior, aguijones de rosal silvestre (Rosa ssp.). Abajo, los de zarza (Rubus ulmifolius Schott).

 

Bien podríamos decir que las espinas son crecimientos casi anormales de los tejidos vegetales, principalmente el tallo y las hojas, y en ambos casos provistas de vasos conductores y tejidos de sostén. Son, por tanto, partes vivas de la planta y ciertamente consistentes. Son algo así como ramas atrofiadas u hojas deformes que sin duda deben desempeñar alguna función para la planta, pues de lo contrario no le merecería la pena dedicar parte de su energía en generarlas. Básicamente esa función es doble y consiste en reducir la pérdida de agua, merced a la ausencia de estomas, y en ofrecer un sistema de defensa contra el voraz ataque de los herbívoros.

Cardencha (Dipsacus fullonum L.)

Espinas de cardo borriquero (Carduus assoi Willk.)

 

Son muchos los ejemplos de hierbas que podríamos mencionar para ilustrar lo que estamos diciendo. A todos nos vienen a la mente los cardos, de los que contamos con docenas de especies, pero me centraré en dos hierbas muy parecidas a ellos que se conocen como carlinas. El género Carlina nació dedicado a Carlomagno. Cuenta la leyenda que el gran Carlomagno fue inspirado por unos ángeles sobre cómo utilizar una de estas hierbas para salvar a sus huestes de la peste. Otra hipótesis sostiene que se trata del diminutivo de cardo, por su gran parecido.

Cardo cuco (Carlina hispanica Lam.)

 

Entre las carlinas presentes en nuestra geografía próximas citaré al cardo cuco (Carlina hispanica Lam.) y a la carlina de monte o carlina silvestre (C. vulgaris L.). Conocido también como cabeza de pollo o cardo lechero, el cardo cuco es una hierba perenne de tallo muy grueso y profundo que no sobrepasa los 40 centímetros de altura. Sus hojas están provistas de agudas espinas en los márgenes y llegan a envolver el capítulo floral. Además de estas hojas, la inflorescencia está rodeada de unas brácteas espinosas, doradas y agudas que le dan el aspecto típico de estrella, semejante a un sol. Las flores son tubulares y amarillas. Es una planta de solana indicadora de sequedad moderada.

Carlina de monte (Carlina vulgaris L.)

 

Por su parte, la carlina de monte, llamada también carpazo, es una hierba bianual con tallos de hasta 70 centímetros de altura. Las hojas son ovadas o lanceoladas, con el margen ondulado y provistas de espinas al final de los nervios. Las flores se reúnen en capítulos terminales rodeados por brácteas doradas, estrechas y alargadas. Al contrario que el cardo cuco, la carlina de monte soporta bien la sombra, aunque también prefiere la luz. Esta hierba también es indicadora de sequedad moderada.