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Cómo lo saben las plantas

Botánica

Imagina que eres una semilla. Estás enterrada en el suelo y está oscuro, muy oscuro. Un buen día, cuando las condiciones son las adecuadas, empiezas a germinar y a crecer. Pero ¿cómo sabes hacia dónde debes hacerlo? ¿Hacia arriba o hacia abajo? ¿Dónde está cada uno? Bueno, recuerda que, como eres una planta, hay células especiales en tu organismo que te permiten sentir la fuerza de la gravedad. Estas células son algo así como una jarra llena de agua. Si echas piedras dentro, caerán al fondo, y nadie les ha dicho cómo deben hacerlo. Y si inclinas la jarra, las piedras se moverán siempre hacia abajo, sea cual sea la posición de la jarra. Algo similar está sucediendo dentro de las células vegetales. Hay pequeñas piedras que caen al fondo de cada una y le dicen hacia dónde está tirando la gravedad. Entonces, las raíces saben que esa es la dirección en la que deben crecer, y los tallos saben que deben hacerlo en sentido contrario. Los científicos llaman gravitropismo a esta capacidad de las plantas para detectar la gravedad. Nosotros lo hemos estudiado como geotropismo

Si quieres, puedes intentar un sencillo experimento. Coge una planta pequeña y ponla de lado. En pocos días, la planta se inclinará hacia arriba y si pudieras ver sus raíces comprobarías que se están desarrollando hacia abajo. Tanto el tallo como la raíz formarían un ángulo recto respecto al eje original de la planta.

 

 

En este caso, decimos que la raíz tiene un geotropismo positivo pues se desarrolla a favor de la gavedad, pero el tallo tiene un geotropismo negativo al crecer en sentido contrario. Continuando con tu experimento, puedes probar a colocar la planta de otra forma, y comprobar qué pasa al cabo de unos días.

Ahora bien, esta capacidad de las plantas para percibir la dirección de la gravedad funciona en la tierra donde esta fuerza está presente, pero ¿qué pasa en la estación espacial, donde hay poca gravedad? Si queremos cultivar plantas en el espacio en la dirección correcta, necesitamos darles otras pistas para saber en qué dirección deben crecer. Afortunadamente, las plantas también crecen en dirección a la luz. Y, recientemente, los astronautas han sido capaces de desarrollar una flor en el espacio. Parece como si las plantas estuvieran floreciendo con la ciencia y con células especiales que saben lo que está pasando. Hablaríamos entonces de otra capacidad de las plantas, la de crecer en busca de la luz, lo que conocemos como fototropismo. Por ejemplo, cuando salgas al campo observa el crecimiento de los árboles que se desarrollan junto a un paredón rocoso o en la cercanía de otros árboles, y verás que casi todas las ramas se despliegan hacia fuera, como si quisieran huir de la roca o dar la espalda al vecino. En realidad, están buscando la luz. Sin embargo, si pudiéramos ver su raíz no percibiríamos nada extraño, la raíz sigue su crecimiento hacia abajo ya que no necesita luz y en nada le afecta el encontrase con diferente flujo luminoso.

 

 

Analicemos otra situación y sigamos imaginando. Para ponernos en situación debemos desplazarnos mentalmente a la época de polinización, contando con la ayuda de los insectos. ¿Cómo saben estos que ha llegado su momento? ¿Cómo descubren que el polen ya está disponible? No lo hacen por el método de ensayo y error, probando y probando… Eso supondría un consumo de energía que no se pueden permitir. Algo debe darles la señal de salida, y ese algo son unas sustancias azucaradas que las flores fabrican en el ovario para producir el polen. Es decir, las plantas también reaccionan a determinadas sustancias químicas, no por facilitar un movimiento, sino para su propia perpetuación. Es lo que se conoce como quimiotropismo. Y no solo reaccionan ellas, sino que abren la puerta a que reaccionen los insectos.

 

 

¿Y cómo saben las plantas que deben emitir tales sustancias químicas? No, no disponen de un calendario que marca una fecha concreta, pero el aumento del fotoperiodo —tiempo de exposición a la luz solar— y una temperatura propicia son buenos indicadores para iniciar el proceso. Podríamos completar estas reacciones de las plantas a lo que pasa en su entorno con los efectos provocados por el agua (hidrotropismo), por el aire (aerotropismo) o por el tacto (tigmotropismo), pero la conclusión sería la misma. Las plantas no tienen sentidos, al menos no esos sentidos a los que nosotros estamos habituados, pero saben qué hacer en cada caso porque sí son capaces de percibir los estímulos externos procedentes de su entorno. Llegados a este punto cuesta creer que las plantas no posean una sensibilidad que a otros seres vivos parece faltarles.