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Cuando uno más uno es uno

Botánica

Hace algunas entradas veíamos cómo los hongos suelen tomar su alimento de la materia orgánica en descomposición. Situábamos a estos seres en un reino llamado Fungi, ya que ni son plantas ni animales, son seres heterótrofos incapaces de fabricar su propio alimento.

Pues bien, a veces ocurre que el hongo consigue el sustento a partir de una planta viva, un alga, capaz de realizar la fotosíntesis y, por tanto, de fabricar sustancias nutritivas, mientras que el hongo proporciona agua y sales minerales al alga. De esta peculiar asociación resulta un nuevo ser vivo conocido como liquen. Algunos se desarrollan sin elevarse más de 2 o 3 milímetros formando costras sobre el suelo o la roca, pero otros tienen forma aplanada y lobulada a modo de hojas o forman pequeños arbustos ramificados, como los que vemos agarrados a la corteza de nuestros árboles.

Cada asociación es diferente a las demás y se conocen unas 20.000 especies repartidas por todo el mundo, en los más diversos entornos, en las condiciones ambientales más extremas, incluso sobre la roca desnuda, desde las temperaturas más altas a las extremadamente bajas, soportando una larga insolación o una prolongada sequía. De hecho, cuando otros seres vivos han sucumbido a estas duras condiciones, los líquenes se encuentran en su salsa. Pero hay algo que no pueden soportar, la contaminación atmosférica, por lo que bien podemos afirmar que su presencia en un lugar es un claro indicador de que el ambiente es limpio. Y al contrario, la presencia de líquenes muertos indica la existencia de daños ambientales. Decimos por ello que los líquenes son bioindicadores.

Cuando la humedad desaparece, el liquen adquiere un aspecto reseco y quebradizo, parece que ha muerto. Sin embargo, en determinadas condiciones (niebla, lluvia, nieve) la humedad regresa, siendo absorbida por el hongo, que la vuelve a traspasar al alga. El conjunto recupera entonces su lozanía y color.

Aun en las mejores condiciones ambientales, el liquen crece muy lentamente, aunque lo hacen durante mucho tiempo. Un pequeño círculo de unos centímetros de diámetro puede tener siglos de edad. Sin embargo, tanto la lentitud como la longevidad podrían explicar la razón de su escasa resistencia a los agentes contaminantes: todas las sustancias nocivas, a las que son muy sensibles, entran en contacto con su cuerpo y en él se acumulan y permanecen, pero finalmente el liquen sucumbe por carecer de defensas.