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El arbusto maraña
Forma el típico paisaje conocido como garriga (en catalán, garric). También recibe el nombre de maraña por su abundante ramificación desde la base que la hace impenetrable. Desde 1734 la Real Academia conoce el término maraña como “maleza o abundancia de yerbas silvestres, arbustos y espinas; enredo de los hilos en las madejas; embuste inventado para enredar o descomponer algún negocio; lance intrincado y de difícil salida; germ. mujer pública”. Lo de germanía (germ.) nada tiene que ver con Alemania, sino que, según la misma Academia de la Lengua, se trata de una “jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes, usada por ellos solos y compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de otros muchos vocablos de orígenes muy diversos”. Lástima tener que recurrir a jergas de los bajos fondos para referirse a la mujer. A partir de 1884 la maraña se asimila a coscoja (Quercus coccifera). De ahí se concluye que un marañal es un coscojar o coscojal. No confundamos esta maraña con la que las gentes de la Sierra conocen como maraña fina, esto es, la carrasquilla o aladierno (Rhamnus alaternus).
Inflorescencias
En Los bosques ibéricos (1) leemos que muchos autores la consideran uno de los principales elementos del bosque por debajo de la encina en cuanto a requerimientos hídricos: se desarrolla en zonas de precipitaciones escasas que se concentran en invierno, siendo la primavera la principal época de desarrollo. Una buena parte de la extensión de los coscojares tiene su origen en la intensidad de usos y aprovechamientos a que el hombre ha sometido durante milenios a la cuenca mediterránea: el pastoreo, la producción de leña, la caza extensiva, la apicultura y la extracción de aceites y esencias aromáticas han permitido el mantenimiento de esta formación.
El origen de los coscojares y su estabilidad en las condiciones impuestas por el clima mediterráneo parece situarse en la degradación y aclarado de otras formaciones, sobre todo encinares. No obstante, gana fuerza la idea de que constituyen una formación con entidad propia, con carácter de comunidad final estable o climática sin dependencia de otras especies botánicas. Al parecer, los estudios paleobotánicos (1) muestran que el polen de coscoja no se diferencia bien del polen de encina, lo cual ha podido generar cierta confusión en cuanto al origen de los coscojares mediterráneos.
Hojas de coscoja
La coscoja es una especie esclerófila y de hojas pinchudas y brillantes. Tratar de atravesar un enmarañado matorral poblado de coscojas nos dejará probablemente un ingrato recuerdo en las piernas. Factor relevante: la enorme capacidad para mantenerse tras la acción reiterada del incendio, pues brota inmediatamente con gran vigor (forma parte de lo que los botánicos llaman vegetación piroestable o pirófita). Algunos autores piensan que la estabilidad del coscojar se debe a la combinación del pastoreo con incendios periódicos o esporádicos.
Ginés López González (2) nos recuerda que el nombre científico de esta especie, coccifera, deriva del verbo latino fero, llevar, y del sustantivo coccum, quermes (Coccus infectorius), cochinilla cuya hembra globosa se desarrolla sobre las ramas de estos arbustos provocando excrecencias o agallas; este quermes, llamado también grana de tintes, grana de quermes o coco de tintes, se empleaba antiguamente como colorante y de él deriva el color carmesí —del árabe quermezí—.
Una agalla sobre coscoja de otro tipo de cochinilla, Coccus ilicis, según http://floracampodemontiel.blogspot.com.es
El uso técnico y medicinal de estas agallas era ya conocido por los griegos 450 años antes de nuestra era. Algunos historiadores, nos relatan que en tiempos de la dominación romana de Hispania existía un crecido tributo anual de esta grana, que servía para teñir la púrpura más exquisita, la bistincta, y que usaban los miembros del Senado. Las agallas se recogían hacia mayo o junio en las regiones más cálidas del este y sudeste, en los años más secos y cálidos, se trataban con vinagre y se exponían a continuación al sol para matar y desecar a las cochinillas antes de que se desarrollaran los huevos que portan.
Font Quer (3) dice que el nombre coscoja deriva del latín cusculium, y añade otros nombres castellanos: matarrubia, carrasquilla, chaparro o granatilla. La madera de coscoja, por su tamaño, solo sirve como leña para quemar y para la obtención de carbón menudo (cisco), que es de muy buena calidad. Las bellotas se utilizan para alimento de cerdos y cabras, a falta de las de encina (2). Según José Fajardo (4), en Andalucía, cuando los pastores de la Serranía iban con el ganado, utilizaban para curtir madera de encina y coscoja, arbusto que no encontramos en la Serranía Alta.
Las plantas tienen claro que de vez en cuando llega un año extremadamente seco, por lo que en mitad del verano tiran las hojas —caso de la coscoja, entre otras— dibujándonos una imagen otoñal.
(1) VARIOS: Los bosques ibéricos. Una interpretación geobotánica, Planeta, Barcelona, 2005
(2) LÓPEZ GONZÁLEZ, G.: Guía de los árboles y arbustos de la Península Ibérica y Baleares, Mundi-Prensa, Madrid, 2004
(3) FONT QUER, Pío: Plantas medicinales. El Dioscórides renovado, Península, Barcelona, 2010
(4) FAJARDO, José y otros: Etnobotánica en la Serranía de Cuenca. Las plantas y el hombre, Diputación Provincial, Cuenca, 2007