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El sorprendente beleño negro

Botánica

La semana pasada daba cuenta del encuentro con la chinche del endrino entre las hojas de un beleño negro, planta que podemos encontrar cerca de nosotros, en las escombreras, junto a los muros, sobre suelos alterados y frecuentados por el ganado. Bueno es que ahora nos detengamos en conocer mejor esta planta, descrita para ciencia por Linneo en 1753, y que guarda algunas interesantes sorpresas.

Lo primero es prestar atención a su nombre científico (Hyoscyamus niger), que, como siempre, nos desvela notables curiosidades. El genérico está formado por la unión de dos términos griegos, hys, cerdo, jabalí, y kýamos, haba, judía. El específico niger puede hacer referencia al color oscuro que presentan los pétalos en su cara interior y más próxima al cáliz. Resulta complicado explicar las razones de este nombre, pues una sencilla traducción nos llevaría a hablar de “haba de cerdo negra”. Y es que el fruto de la planta no se parece en nada a una judía, sino que se trata de una cápsula con forma de saco dividida en dos compartimentos donde se almacenan las semillas, todo ello protegido por una tapadera que se desprende en la madurez. Quizá por ello se pueda conjeturar el origen latino del nombre común, binio, relacionado con binarius, de donde proceden los términos con los que se conoce a la planta en la Serranía: beniñas, beniños, beleño, benignos.

Aunque también podría derivar de venenum. Seguramente recordaremos alguna película en la que alguien suministra escopolamina para sacar información de otra persona aprovechando los efectos hipnóticos de esta droga capaz de anular la voluntad de cualquiera. Pues bien, el beleño negro cuenta entre sus componentes con esta sustancia altamente tóxica que también podemos encontrar en otras plantas de su misma familia, las solanáceas, como su primo el beleño blanco, la mandrágora, el estramonio o la belladona. El mayor peligro lo constituye el consumo de sus numerosas semillas, pues 20 o 30 de ellas pueden provocar la muerte de un niño; cinco veces más podrían matar a un adulto. Tal vez esto nos ayude a entender que el beleño negro se conozca también como hierba loca, especialmente si se fuman las hojas. Las brujas medievales utilizaban la planta para fabricar pócimas con las que se intoxicaban, experimentando sensaciones de levitación, euforia y alucinaciones; volaban así con la imaginación en busca del diablo, aprovechando que su cuerpo estaba sumido en un intenso sopor.

Paradójicamente, la planta se usa en medicina para combatir enfermedades como el Parkinson, los temblores seniles, el asma o la acidez de estómago, siendo las hojas las más ricas en principios activos. En algunos pueblos se cuecen las semillas para poner los pies en remojo cuando se hinchan por problemas circulatorios. En otros lugares, este cocimiento se usa para hacer inhalaciones y calmar así el dolor de muelas. Y en otros combaten la misma dolencia enjuagándose con la infusión, colocando una semilla sobre la muela cariada o echando las semillas sobre unas ascuas en un recipiente metálico e inhalando el humo que echan. El uso del beleño contra el dolor de muelas es tan antiguo que ya se registró en civilizaciones como la babilónica o la egipcia.

Quién sabe si nuestra chinche del endrino necesitaba de un sedante para hacer frente a las tensiones provocadas por la creciente afluencia de visitantes a nuestros entornos naturales.