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La hierba que hace torcer la nariz
El pasado verano tuve ocasión de participar en un paseo muy instructivo alrededor de la Laguna de Uña, donde un representante del Centro de Interpretación nos iba desvelando la identidad de arbustos, árboles y alguna hierba, como la que encontramos en las finas aguas del Arroyo del Rincón. La planta, muy apreciada por sus valores culinarios, fue rechazada por un miembro del grupo, pues ya la había probado en una ocasión anterior y le había causado molestias estomacales. Me estoy refiriendo al berro o berros (Rorippa nasturtium-aquaticum (L.) Hayek), que poco después me puse a investigar y ahora creo saber lo que le pasó en realidad.
Empecemos por el nombre científico, que suele ser bastante aclarador. Rorippa procede de ros, ròris, rocío, y ripa, orilla, ya que las plantas pertenecientes a este género vegetan en lugares ricos en humedad, torrentes, arroyos y fuentes, lo que ha dado lugar a topónimos como Fuente del Berro, en el término de Zafrilla. Por su parte, nasturtium viene de nasus, nariz, y tortus, torcido, equivocado, por el sabor amargo. Y es que el berro es una planta carnosa y de sabor y olor picantes que se puede consumir en crudo, en ensalada, antes de que comience a florecer, pues aumenta la sensación de picor. Se debe recolectar, por tanto, en invierno, pues florece de marzo a septiembre.
El berro (o los berros) vive en entornos similares a la berraza (Apium nodiflorum), con la que suele confundirse, a pesar de pertenecer a una familia distinta, las apiáceas o umbelíferas.
Berraza (Apium nodiflorum (L.) Lag.)
Nuestra hierba, de las crucíferas o brasicáceas, es perenne y tiene también las hojas compuestas, con el foliolo terminal redondeado y más grande que los demás, todos con el margen entero o ligeramente ondulado, sin dientes (la berraza sí los tiene). No es complicado distinguirlo cuando está en flor, pues esta crece en una larga inflorescencia terminal. Font Quer nos recuerda un refrán castellano que dice "Tú que coges el berro, guárdate del anapelo". Y añade: "Tomado al pie de la letra, este dicho sería absurdo, porque el berro y el anapelo vienen a parecerse como un huevo a una castaña. Pero el que va por berros ha de guardarse de la berraza, que tiene cierto parecido con ellos." El anapelo es un acónito, de la familia de las ranunculáceas, que bien puede ser Aconitum napellus L. o Aconitum vulparia Rchb. Aunque también es un nombre que se aplica a la berraza, de ahí el refrán y la mala experiencia que tuvo aquel buen señor.
El berro tiene nombre de origen celta, según recoge Fajardo en su Etnobotánica de la Serranía de Cuenca, “concretamente del término berurom. El nombre anduvo en la literatura clásica española en la expresión «andar a la flor del berro» utilizada por Torres Naharro en 1517, Cervantes en 1615 o Gracián en 1642”. La expresión, que también define Covarrubias en su Tesoro de la Lengua (1611), se aplica a quien se entrega a la vida ociosa y regalada, haciendo tonterías y de un lado a otro en busca de placeres y diversiones, y no pocas veces del vicio. Con relación al ganado, significa que, cuando está bien pacido y harto, busca las hierbas más sabrosas, y en especial las florecitas del berro.
Aunque como hemos dicho se puede consumir en crudo, conviene lavarla muy bien para eliminar posibles larvas de insectos. En ningún caso se deberían tomar berros de aguas que no estén limpias, cercanas a granjas o en abrevaderos, pues la planta podría contener larvas de un parásito (Fasciola hepatica L.) que se transmite del ganado al hombre y provoca serios daños en el hígado. También hay que tener la precaución de no abusar de su consumo, pues puede provocar la irritación de las mucosas digestivas y urinarias. No se descarta la posibilidad de que tenga efectos abortivos o de causar cistitis, por lo que su consumo no es recomendable para las embarazadas.
En medios científicos se conoce también con el nombre de Nasturtium officinale R. Br., berros de agua. Vemos una vez más que el específico nos informa del uso medicinal de esta planta, un uso que se remonta a la antigüedad clásica —la officina era el laboratorio donde los herboristas y boticarios hacían sus medicinas—. El berro es rico en hierro, calcio, yodo y ácido fólico, y su alto contenido en vitamina C lo hacían apto para combatir el escorbuto. Es diurético, expectorante y digestivo, y parece estar indicado contra diferentes tipos de cáncer. En algunos puntos de la Serranía se utilizaba para “despertar” el apetito. Las hojas frescas se pueden aplicar sobre llagas y heridas, así como sobre el cuero cabelludo para evitar la caída del pelo.