Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola

Blog

Un arbusto embriagador

Botánica

Si pensamos que no hay floración en invierno, estamos cometiendo un error. Y para muestra, un botón. Original de la región mediterránea y suroeste de Irlanda, el madroño (Arbutus unedo L.), por lo general, no suele superar los 2-3 metros de altura, pero en buenas condiciones de suelo y poda puede alcanzar los 12 metros. El nombre genérico arbutus es el que los antiguos latinos daban al madroño y significa “arbolillo”; el específico unedo es otro nombre antiguo de la planta que viene a ser “sólo uno” (ahora veremos por qué). Pertenece a la familia de las ericáceas, en la que también se incluyen especies como el arándano, la gayuba, el rododendro o los brezos.

Las hojas y la corteza del madroño contienen abundantes taninos que se han usado para curtir pieles y son además astringentes (cortan la diarrea). Las hojas son antisépticas del aparato urinario. Pero lo que realmente llama la atención son los frutos globosos y comestibles, de textura y sabor de plátano en su interior; la superficie granulosa, de color rojo en la madurez, le aporta un contraste muy ácido; este pequeño problema se soluciona fácilmente con un poco de azúcar. Se recogen entre noviembre y diciembre y sólo se deben comer los de color rojo, aunque también se consumen en mermelada y licores. No resulta difícil verlos compartiendo espacio dentro de la misma planta con las flores, que aparecen en otoño o principios de invierno y serán los frutos del año siguiente. Sus pétalos se unen formando una estructura hinchada similar a una olla.

Los romanos pensaban que no se debían comer en cantidad (nunca más de un fruto, de ahí lo de unedo) porque producían fuertes dolores de cabeza y borrachera. Font Quer recoge el siguiente comentario:

“Es por defuera, todo muy sarpollido y lleno de ciertos granos, los cuales, cuando se mascan, exasperan el paladar y la lengua. Del resto, parécese el madroño a muchas cortesanas de Roma, las cuales, en lo exterior, diréis, que son unas ninfas, según van llenas de mil recamos (bordados), empero si las especuláis debajo de aquellas ropas, hallaréis que son verdadero retrato del mal francés. Dígolo porque este fructo, de fuera se muestra hermoso en extremo y, comido, hinche de ventosidad el estómago y da gran dolor de cabeza; lo cual fue causa que los latinos le diesen el nombre de unedo, amonestando que nadie comiese dél más de uno”.

En efecto, si los frutos están muy maduros, puede haberse producido un cierto grado de fermentación de los azúcares presentes. Quizá por ello, en algunos lugares, como Asturias, reciba el nombre de borrachín, borrachuela o borrachinal.

Desde los tiempos de la antigua Grecia se utilizaba el madroño para hacer exorcismos y para proteger a los niños pequeños. Se utilizan también para la confección de licores y vinos de frutas. Dentro de estos frutos hay numerosas semillas de pequeño tamaño con las que se multiplica normalmente. La germinación, sin embargo, es lenta.

Este arbolillo siempre verde prefiere suelos silíceos, pero eso no significa que no pueda desarrollarse sobre otro tipo de suelos. En nuestra geografía provincial podemos encontrarlo en la comarca de Priego y en la Serranía Media y Baja, en algunas de cuyas localidades era utilizado para preparar el Domingo de Ramos los llamados albricias en sustitución del olivo. Las ramas de madroño también se empleaban para obsequiar a las mozas en la noche de San Juan, especialmente a las más guapas y simpáticas. La presencia del madroño en un determinado lugar indica que el suelo aún conserva su fertilidad, a lo que la propia planta contribuye con el aporte de sus hojas muertas. Soporta bien la sequía y no parece que tenga excesivos problemas para sobrevivir en las condiciones más difíciles, incluso en las zonas desoladas por los incendios, pues es capaz de brotar a partir de los retoños de las raíces. En todo caso, requiere un clima suave y sin fuertes heladas.

Su madera es dura y pesada, muy usada en tonelería y ebanistería, pero sobre todo proporciona un excelente carbón, llamado “breña”, muy apreciado en las antiguas fraguas.

Resulta curiosa la presencia de este arbolillo en multitud de escudos nobiliarios repartidos por la geografía española, y el ejemplo más representativo lo tenemos en Madrid, donde constituye un símbolo junto al oso. Algunos trajes de época, como los de majas y goyescas, o la indumentaria de los toreros contienen unos adornos que imitan los frutos del madroño.

Otros nombres vulgares con los que es conocido el madroño son aborio, alborcera, albocer, albocera, alborocera, amorote, animania, borto, burrobiote, madrollo, madroña, madroñera, madroñero común, merodo y morodo.