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Juntar por medio de la luz (1)

Ciencia

La cotidianeidad de determinadas acciones nos impide ver su enorme trascendencia. Por ejemplo, el simple hecho de respirar. Tomamos aire casi mil veces por hora, más de 23.000 veces al día, pero no nos paramos a pensar por qué lo hacemos, cómo lo hacemos, qué es lo que respiramos. No pensamos que el aire contiene un gas esencial para la vida, el oxígeno, en una proporción del 21% de toda su composición, que tomamos ese 21%, pero solo devolvemos un 16% más otro gas que nos asfixiaría si fuera más abundante, el dióxido de carbono. No pensamos que eso lo hacemos todos los animales terrestres del planeta y que cada vez que lo hacemos generamos un déficit de un 5% de oxígeno. Y, sin embargo, la cantidad de oxígeno en el aire sigue siendo del 21%. Se ha calculado que se consumen unas 10.000 toneladas de oxígeno por segundo, y a este ritmo podría desaparecer lo que queda de este gas en la Tierra en los próximos 3.000 años, suponiendo que no se regenerara y que la acumulación de CO2 no nos asfixiara antes. Pero el oxígeno se regenera y, de momento, la cantidad de CO2 se mantiene en unos niveles aceptables. Y en todo este proceso tiene algo que decir la vida vegetal.

Hojas de zarza (Rubus ulmifolius Schott)

 

Se dice de las plantas que son seres autótrofos, es decir, que no necesitan a otros seres vivos para conseguir las sustancias esenciales para la vida, ya que lo hacen a partir de sustancias inorgánicas. Como quien dice, a partir de la nada. Y gracias a esta capacidad, las plantas mantienen a los herbívoros, y estos a los carnívoros, y todos a los omnívoros y a los descomponedores. Está claro que la materia prima no puede ser la nada, hacen falta algunos elementos esenciales, básicamente un suelo fértil y agua. O al menos esto era lo que se creía hasta el siglo XVII, cuando se comenzó a observar que estos factores no eran los únicos que afectaban al desarrollo vegetal. ¿No están las plantas en contacto con el aire? Pues algo tendrá que ver el aire en todo esto, ¿no? Hasta esa época, el aire no era considerado como una forma de materia y, por tanto, no podía intervenir en los procesos vitales.

Un siglo después se observó que el agua absorbida por las raíces era de nuevo expulsada por las hojas. Si esto era así, ¿por qué no sería posible que las plantas también absorbiesen gases a través de las hojas? Y una vez dentro de la planta, ¿no podrían participar estos gases en la fabricación del alimento? Del interés creciente por el estudio del aire se dedujo que no es una sustancia homogénea, sino formada por diferentes tipos de gases. Hoy sabemos que el 78% es nitrógeno y el 21% es oxígeno. Queda un 1% formado por otros gases diferentes, entre los que se encuentra el CO2 (0,035%). Cantidad ínfima, como vemos, pero no despreciable, pues es fundamental para la vida en la Tierra.