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Agallas

Divulgación

Entre las acepciones que guarda el diccionario de la RAE sobre el término agalla se cuentan dos de las más conocidas: branquias y valentía. Pero la sorpresa es que la primera de todas ellas dice lo siguiente: “Excrecencia redonda que se forma en el roble, alcornoque y otros árboles y arbustos por la picadura de ciertos insectos e infecciones por microorganismos.”

Son las también conocidas como cecidias, y tienen la apariencia de bolas, verrugas o tumores sobre las estructuras de las plantas, ramas y hojas sobre todo. Probablemente la agalla más popular sea la que adorna el quejigo (Quercus faginea), aunque comprobaremos que otras plantas también se ven afectadas por estas excrecencias. Por cierto, el término quejigo deriva del latino cecidium, y no parece una simple coincidencia.

Básicamente se trata de formaciones provocadas por la picadura de una avispa con su oviscapto sobre los brotes jóvenes o las hojas para depositar los huevos. La planta trata de protegerse de esa agresión fabricando madera alrededor a medida que se desarrolla la puesta, con lo que el huevo y luego la larva quedan resguardados por una materia acorchada y esponjosa que los aísla del exterior. El huevo se desarrolla en el centro de la agalla y, cuando llega al estado adulto, perfora una galería para salir, dejando a la vista un pequeño agujero.

Se estiman en unas 15.000 especies de insectos, entre moscas, avispas, escarabajos, polillas, etc., las causantes de este tipo de tumores que, por insólito que parezca, pueden tener alguna utilidad. Es probable que las gentes del campo las hayan utilizado como juguete, pero su alto contenido en ácido cuercitánico —un tipo de tanino— las han convertido en útiles en el curtido y tintado de pieles y lanas. También se emplearon como alimento del ganado y en la fabricación de tintas. Quién sabe si Cervantes escribió su Quijote con tinta de agalla.

En medicina popular, las agallas de roble se utilizaban en cocimiento para lavar úlceras o para irrigaciones y baños contra las fisuras anales, sabañones, diarreas, etc. En el siglo XIX se preparaba la llamada pomada de la condesa o pomada virginal, un poderoso astringente que servía “para comprimir el esfínter que se halle muy dilatado”, según recoge Font Quer. Lo de pomada virginal tiene que ver con las virtudes citadas por el médico y botánico Andrés Laguna (1499-1559), según el cual se aplicaban esta cocción “las mozas que perdieron lo que no cobrarán jamás”, o dicho de otra forma, aquellas que querían pasar por vírgenes sin serlo.

Conviene insistir: son muchos los agentes causantes de agallas, muchas formas de agallas y muchas las especies afectadas. Hasta aquí me he referido a la agalla del quejigo, provocada por la avispa Andricus hispanicus, pero veamos a continuación otras formaciones que podemos encontrar fácilmente en nuestros paseos por el monte.

En guillomo (Amelanchier ovalis)

 

En avellano (Coryllus avellana)

 

En acebo (Ilex aquifolium)

 

En cornicabra (Pistacia terebinthus)

 

En encina (Quercus ilex)

 

En roble albar (Quercus petraea)

 

En melojo (Quercus pyrenaica), provocadas por Andricus pictus.

 

En melojo, provocadas por Andricus foecundatrix.

 

En sauce cabruno (Salix caprea)

 

En tilo (Tilia platyphyllos). Más información aquí.