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Equilibrio entre buenas y malas noticias

Divulgación

 

A David Attenborough, cuya voz y visión se pueden encontrar en docenas de programas, incluidas las celebradas series Planet Earth y Blue Planet de la BBC, se le atribuye atraer una cantidad extraordinaria de atención al mundo vivo. También ha sido criticado por blanquear el estado precario de la naturaleza al enfocarse en la belleza y no explicar por qué tantas especies y comunidades naturales están amenazadas. Este reproche, sin embargo, carece de toda consistencia. Al final de la serie Planeta azul (2017) decía lo siguiente:

 

“Estamos en un momento único de nuestra historia. Nunca antes habíamos sido tan conscientes de lo que le estamos haciendo al planeta, y nunca antes habíamos tenido el poder de hacer algo al respecto. Está claro que tenemos la responsabilidad de cuidar de nuestro planeta azul. El futuro de la humanidad y de toda vida en la Tierra depende de nosotros”.

 

Ya en el año 2000 dirigió El estado del planeta, que incluye entrevistas con líderes científicos, como Edward O. Wilson o Jared Diamond en un intento por analizar la davastación provocada por el hombre y de encontrar respuestas a la crisis ecológica que amenaza a la Tierra. Recordaba en 2012 cómo hoy comprendemos mejor a la naturaleza y sabemos lo que hemos de hacer por conservarla para las futuras generaciones, y esperaba que lo hiciéramos. Y en 2016, cuando presentaba la segunda serie de documentales de Planeta Tierra, advertía de la multiplicación y avance de la mancha humana, que los humanos nos hemos convertido en una plaga incapaz de autorregularse. Y nunca ha cesado de reclamar más atención por todas las criaturas del planeta, pues nuestra superviviencia depende de la suya. Las críticas, especialmente las injustas y destructivas, solo provocan distancia.

 

 

¿Qué lecciones debemos aprender de este ejemplo? Cualquier trabajo que se realice con el fin de divulgar todo lo relativo a la Naturaleza y su estado —artículos, documentales, ensayos— se ha de centrar en lo que está bien y no está bien en el mundo natural. Los mensajes positivos deben imbricarse con los que advierten de la necesidad de conservación, alentando a sus destinatarios a adoptar decisiones que pueden marcar la diferencia: apoyando a las organizaciones ambientales, utilizando energía renovable, comiendo menos carne… Muchos documentales representan imágenes de hábitats como poblaciones extensas y vírgenes y la vida silvestre como abundante. Claro, es necesario mostrar cómo es la biodiversidad que aún queda en los diferentes entornos para conocer sus problemas y proponer soluciones. Estas bucólicas y espectaculares imágenes de nuestro planeta pueden inspirar preocupación por la biodiversidad, sí, pero también podría llevar a los espectadores a creer que las cosas no pueden ser tan malas para la vida silvestre, ya que lo que están viendo en la pantalla muestra que la naturaleza, en su mayor parte, está bien. Este supuesto problema puede resolverse si las imágenes van acompañadas de un mensaje claro y rotundo que evite el desengaño y el sensacionalismo.

Para llamar la atención sobre las consecuencias de nuestro sobrecargado estilo de vida consumista no es imprescindible la presencia, o incluso el dominio, de la infraestructura comercial de agricultura, minería y transporte en los paisajes. Eso lo vemos y sufrimos todos los días, pero hay formas de vida que no resultan tan visibles y que debemos conocer mejor para apreciar más la importancia de su conservación. No obstante, los titulares de prensa requieren una completa revisión. Las noticias del campo deberían ser más habituales de lo que son, sí, pero con un enfoque diferente al que se les da. “Ha comenzado la temporada de siembra”, “Es momento de cortar el mimbre”, “Una explosión de flores espera la llegada de los polinizadores”…, y tantos ejemplos más podrían invadir los medios de comunicación, noticias que fueran capaces de llamar nuestra atención y despertar sentimientos dormidos, noticias que fueran capaces de reemplazar a las que dicta el mercantilismo, como “La cosecha de uva ha disminuido como consecuencia de la escasez de lluvias”, “Miles de cabezas de ganado se han sacrificado para abastecer los mercados regionales”, “Tendencia positiva del precio del aceite”, “Abiertas hasta el 15 de septiembre las ayudas para el Plan Renove de maquinaria agrícola”. No debe ser tan difícil encontrar un equilibrio en la forma de contar las cosas.

 

 

Medir la influencia de los medios, ya sean audiovisuales o escritos, en los comportamientos y políticas es muy difícil, tal vez porque forma parte del patrimonio interno de cada persona. Hace falta encontrar una forma de explorar cómo tanto las imágenes de la naturaleza en las pantallas como hablar sobre las amenazas a las que se enfrenta afecta a las personas de maneras que, en última instancia, podrían contribuir a salvarla. Probablemente el camino más sencillo sea preguntarse a uno mismo hasta qué punto nos motivan los documentales y la literatura de naturaleza. Solo podría añadir a esto que las líneas que algunos se empeñan en leer a través de este blog nacen de la inspiración sembrada por el inmenso trabajo de divulgadores como Félix Rodríguez de la Fuente, David Attenborough o Joaquín Araújo, entre tantos otros.