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Competencia por los recursos

Estación de escucha

 

Cumbres, altares erigidos a la inmensidad de una natrualeza que adquiere tintes de sacralidad, auténticas representaciones de líderes, casi ídolos, que observan con altivez a su ejército de pinos en laderas y llanos. Son estos lugares dominados por espacios verticales en fuerte contraste con la horizontalidad. Cantiles escarpados, amplios horizontes, verdes ondulados. El viento llega del oeste y es frenado por la piedra a nuestros pies. Las chovas piquirrojas se encuentran en su elemento cabalgando la corriente, subiendo y bajando como para divertirse, la brisa es su juguete, y así parecen gritarlo a los cuatro vientos. Lucen alegres al pasar cerca de nuestro observatorio, con un traje elegante en negro brillante, con un llamativo pico curvado hacia abajo, un rojo manzana dulce y cordones de fresa en las piernas.

Las chovas parecen particularmente relajadas a pesar de la gente que va y viene por aquí. Si bien los córvidos son bastante cautelosos, un par de estos confiados pájaros aterrizan a solo unos metros de distancia, sin que mi cámara haga clic, y se ponen a trabajar en busca de invertebrados en el parco césped que crece sobre la roca. La sorprendente geología se revela como tierna acogedora de formas de vida. La de estas aves es una historia de acrobacias imposibles y desafiantes planeos. Sus llamadas guturales rebotan contra la caliza insinuando su nombre y traen a la memoria al viejo Azarías, tan fuera de este mundo, pero tan sensato y feliz.

Chovas piquirrojas

 

Las chovas viven en el borde, allí donde la tierra y el aire chocan, siempre mirando al bosque desde arriba. Se alimentan en la hierba corta por encima del pinar que viste el llano y anidan en grietas y oquedades abiertas en las rocas. Resistentes pero impecables, su elegante toque de color y su comportamiento inquieto les dan un estilo y encanto propios.

Quizá encontremos algo similar el grito de las grajilas, igualmente agitadas, destacados ladronzuelos entre los córvidos, gregarias y más cercanas a nosotros:

 

 

También se han lanzado las cornejas al asalto de los comederos habituales, aunque ello signifique invadir territorios ajenos. Perchadas en las ramas de los pinos, observan las evoluciones de las chovas, por ver si pueden aprovechar algún descuido. Sabemos de la inteligencia de los córvidos, y no ha de sorprendernos semejante actitud. Hemos leído episodios que cuentan cómo las urracas se acercan sigilosamente a las ardillas y tiran de sus colas en un intento de robar su comida. Cuando las ardillas se distraen, es el momento que aprovechan las cornejas para recoger los restos caídos y saciar su apetito. Es posible que, en estas circunstancias, funcione el humano dicho “hoy por ti, mañana por mí”.

Urraca:

Curiosamente, lo que hacen las urracas no lo consienten en otras especies. Fuimos testigos de un caso de invasión territorial por parte de un gato. Tranquilo, lento, paciente, el felino cometió la osadía de aparecer por un dominio que, al menos temporalmente, se encontraba en posesión de dos urracas. Era nuestro jardín. Las aves montaron en cólera y acosaron tenaz y ruidosamente al gato, este sin apenas inmutarse, girando la cabeza a un lado y otro. Cuando abandonó el señorío aviar, las urracas continuaron graznando durante unos minutos. “¡Y no vuelvas a venir por aquí!”, parecían decirle.

¿Se protegen los miembros de una especie ante una agresión? Pensar que sí es lo inmediato, pero no siempre es así. Depende del momento y las circunstancias. No resulta descabellado ver a un cuervo adulto lidiando con una urraca joven que, inmovilizada de espaldas, sufre los golpes del pico afilado que martillan su pecho expuesto. Y podemos contemplar cómo los padres de la infeliz urraca llaman frenéticamente desde sus oteaderos, pero no hacen intento alguno por acudir en ayuda de su pollo. Entre tanto, el cuervo agresor emite un graznido y llama a su compañero para que se una a la refriega. Esta pareja es intensamente territorial, pero lo normal es que muestre este tipo de conducta durante la temporada de reproducción, generalmente en respuesta a una amenaza percibida de depredación de nidos, algo para lo que las urracas poseen cierta habilidad. La explicación más plausible para este ataque puede ser la competencia por los recursos, los cuervos afirmaron su dominio para garantizar el acceso prioritario a este sitio de alimentación principal durante los meses de escasez.

Cuervo:

 

Es posible confundir este graznido con el de la corneja. Tratemos de evitarlo escuchando con atención:

Corneja:

 

Finalmente, la pequeña urraca logra zafarse del opresor, chillando, aleteando violentamente, perdiendo por el camino alguna pluma arrancada. Lecciones da la vida.