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Escuchar el paisaje

Estación de escucha

 

Pensemos en un ecosistema determinado (un río, una cumbre, una pradera…). Seguramente ya hemos estado allí o quizá lo hemos visto en alguna imagen, da igual. Si lo tenemos en mente, es porque nos atrajo en su momento por la razón que sea y nos gustaría volver. De alguna manera, pensar en ese espacio natural permite que se reduzca nuestra distancia a él. Eso también hace que sea más probable que deseemos cuidarlo y prevenir o limpiar la contaminación allí. Ahora nos planteamos si consideramos al conjunto de elementos sensoriales que se generan en nuestro ecosistema como parte del paisaje, más aún, si hemos tenido en cuenta el paisaje sonoro de aquel lugar.

Vayamos por partes. El ecosistema en el que hemos pensado es un lugar donde podremos encontrar plantas, animales y paisajes diferentes a los de nuestro entorno más cercano (pueblo, ciudad), y también un lugar donde podremos “escuchar” paisajes diferentes. El oído es el sentido de la memoria: quien ha estado en un sitio, cuando escuche de nuevo el paisaje sonoro, volverá de inmediato al espacio y el momento a través de la memoria y de los recuerdos. ¿No nos ha pasado esto cuando escuchamos una melodía que nos ha traído evocaciones de otro tiempo?

 

 

Recordemos que el paisaje hace referencia a un sitio, un espacio físico, un área de visión o un escenario. El concepto “sonoro” alude al sonido y, por tanto, el paisaje sonoro es el conjunto de sonidos que se producen en un lugar o área determinada. Escuchar es una forma de observación del paisaje: podemos reconocer cosas de un sitio, aunque no podamos verlas. Seamos sinceros: cuando observamos un paisaje, ¿lo miramos o lo vemos? ¿Nos detenemos lo suficiente para escucharlo? No olvidemos que siempre estamos rodeados de un paisaje sonoro; ahora mismo, todos los sonidos que escuchamos forman un paisaje sonoro. En consecuencia, la escucha activa requiere una gran dosis de atención, y el silencio es un factor muy importante para poder disfrutar bien de un paisaje sonoro.

Intentemos ahora guardar un minuto de silencio y de escucha activa para elaborar una lista con todos los sonidos que oímos durante este espacio de tiempo. Ojo, no es fácil estar en silencio —los humanos tenemos cierta experiencia en ello— porque el silencio absoluto no existe. Abramos la ventana si es necesario. Tiempo. Anotamos los sonidos: tres, cinco, ocho… Esto es el paisaje sonoro que nos rodea. Es algo muy personal. Probablemente otra persona haya realizado alguna observación diferente, pero todos los sonidos serán correctos. Por cierto, si realizamos esta sencilla actividad con otras personas, podemos poner en común todas las anotaciones e, incluso, concretar el posible origen de cada sonido. Si conseguimos poner toda la atención en los sonidos que nos rodean (escucha activa), podremos conocer y diferenciar muchos elementos de nuestro entorno, aunque no los podamos ver. En todo caso, comprobaremos que la inmensa mayoría de sonidos son generados por la actividad humana (antropofonía), tal vez como los siguientes (carecen de título, en la convicción de que todos sabemos identificarlos):

 

 

Podemos repetir la experiencia en un entorno natural, quizá ese en el que hemos pensado al principio. Con toda seguridad, encontraremos una diversidad de sonidos totalmente diferente a la anterior, y nuestro listado recogerá sonidos generados por animales (biofonía) y otros elementos naturales o atmosféricos del paisaje (geofonía). La identificación de algunos será fácil (río, viento, lluvia…), pero otros se convierten en un auténtico desafío (¿herrerillo o mirlo?; ¿zorro o corzo?). Pero siempre nos quedará la satisfacción de estar tratando de identificar la biodiversidad a través del sonido y, por qué no, relacionar unos con otros. Un siguiente paso podría ser clasificar los sonidos, pero de esto ya tendremos ocasión de hablar.

 

 

¿Qué tal si pensamos en la posibilidad de realizar esta actividad con los más pequeños? Aprender a escuchar forma parte de su formación como personas, y estaría bien que, en este sentido, no siguieran los pasos de muchos adultos.