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Estación de escucha
Cualquier libro de texto puede decirnos que un ecosistema es el conjunto de organismos vivos que comparten un mismo hábitat, y que tales organismos se relacionan entre sí y con el medio físico que ocupan. Comunidad y entorno. Algunas formas vivas son capaces de producir materia orgánica a partir de compuestos inorgánicos; otras no están preparadas para ello y se alimentan de la materia y energía que fabrican las primeras; y otras que ni lo uno ni lo otro, por lo que han de alimentarse de materia orgánica muerta. Todas, sin embargo, se desarrollan según las condiciones físicas, químicas y ambientales de su hábitat. Algunas se extinguen o cambian de entorno, otras llegan y se adaptan a las nuevas circunstancias. Se trata, por tanto, de unas relaciones dinámicas, cambiantes, que conservan, si nadie lo impide, un equilibrio. Debate aparte sería el centrado en si nosotros, como especie, nos consideramos integrantes de esa comunidad de seres vivos o cuál es el papel que desempeñamos.
Todos los seres vivos, incluyendo a las plantas estamos dotados de sentidos. Pero centrémonos en el reino animal, pues a él pertenecemos —y no por las animaladas a las que tanta inclinación demostramos—. A nadie se escapa por evidente la idea de que las interrelaciones entre todas las especies animales y el resto de organismos vivos y su medio físico serían incompletas sin el concurso de los sentidos. El libro de la naturaleza, que tantos se obstinan en mantener cerrado, contiene signos visuales, aromáticos, gustativos, táctiles y sonoros. Y a estos vamos a dedicar una especial atención. Trinos, roces, siseos, zumbidos, ecos, murmullos, crujidos, tintineos… Todos forman lo que podríamos llamar bosque sonoro.
Oír, tal vez oigamos, pero nos queda mucho camino para aprender a escuchar. Lo que sigue es una inofensiva invitación a realizar un sencillo ejercicio de autoevaluación. No se pretende demostrar nada, salvo que cada cual conozca hasta qué punto nos pasan desapercibidos ciertos sonidos aparentemente habituales, sonidos que tal vez oigamos, pero en los que rara vez dedicamos un momento de escucha. Habrá diez sonidos con los que podemos realizar actividades como estas:
- Identificación.
- Descubrir que dos de ellos no son sonidos naturales.
Las soluciones se encuentran al final del texto (no vale mirar antes).
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El ser humano ha sabido presumir de tantas cosas que ya hemos perdido la cuenta. Orgullosos como estamos, por ejemplo, de nuestros sentidos, nos sorprendería saber que tenemos menos que un ave, capaces algunas de ellas de utilizar el campo magnético terrestre para orientarse, como veremos en su momento. No parece tan difícil usarlos correctamente, si de verdad queremos contemplar lo que nos rodea, si aceptamos que son nuestro mejor medio de comunicación con el entorno. Hagamos un pequeño esfuerzo para escuchar, detener nuestros pasos de vez en cuando para prestar atención a lo que se vive en el bosque. Las estaciones de escucha, que es como se llaman estas breves pero intensas paradas, son muy gratificantes y una eficaz manera de observar y aprender la Naturaleza a través del oído.
Y ahora vienen las soluciones: