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Frente al frío

Etología

 

La tibia luz del sol adquiere un tono azul pastel y albaricoque, vaporoso. Ilumina un paisaje silencioso que espera impaciente la llegada del invierno. Las copas de serbales y melojos se alzan casi desnudas hacia el cielo, sus ramas inmóviles en esta mañana sin viento. La escarcha resalta las pendientes orientadas al norte y los leves relieves del sendero y las piedras. No necesitan algunos pintarse de blanco para deambular de acá para allá, como la urraca, que se cuelga entre la chopera a ver lo que pasa. O el carbonero, el herrerillo y la lavandera blanca, que se han maquillado la cara a saber para qué. No será para engañar al frío. En otras aves, como cuervos y cornejas, la luminosidad se encuentra en el brillo natural de su sombrío plumaje. Cada cual utiliza sus propios trucos de magia. El hecho de haber tenido en nuestras manos una pluma de paloma, de haber percibido su suavidad, de haberla observado detenidamente con la lupa, ha despertado nuevas curiosidades y más preguntas. Sabemos que el plumaje del ave la protege del frío, pero no impide que nos siga asombrando su capacidad para soportar temperaturas tan bajas a lo largo de la noche. Carboneros, herrerillos, gorriones y otras especies pueden sobrevivir en ambientes de -10 a -20°C., algo llamativo si tenemos en cuenta que la diferencia entre la temperatura corporal y ambiental puede estar en torno a los 50°C.

 

 

El asombro va en aumento cuando pensamos en un ave como el pingüino emperador, capaz de superar ventiscas de -60°C. Seguramente nos resulte familiar esa imagen en la que miles de pingüinos se reúnen formando una masa compacta de cuerpos que dan la espalda al viento, haciendo turnos para que todos puedan pasar del exterior al interior, y viceversa. Por aquí no llegamos a tanto, pero los pájaros más pequeños andan ocupados tratando de encontrar suministros a pesar del frío. Cuentan para ello con su abrigo de plumas, pero no es suficiente cuando el frío aprieta, necesitan encontrar un agujero en algún tronco donde resguardarse, o acumular grandes cantidades de grasa antes de que llegue el invierno, o reducir su metabolismo. Meter la cabeza en los hombros y ahuecar las plumas para crear una cámara de aire aislante es una buena estrategia. Y si esto no basta, tal vez convenga reunirse con una pandilla de congéneres para darse calor unos a otros al estilo pingüino.

Pero, a pesar de estas adaptaciones, no les viene mal un poco de ayuda. No olvidemos que las aves se ven obligadas a ayunar en épocas de frío, a veces durante casi todo el día. Los nichos adecuados a prueba de intemperie (huecos de árboles y matorrales densos) son un bien escaso, de modo que la instalación de comederos y cajas nido en parques, jardines e incluso en las ventanas de nuestros hogares parece una magnífica idea para hacerles más fácil la invernada. Las especies aladas tendrían suerte si así fuera. Es posible que utilicen esa caja que les ha servido para refugiarse en invierno como lugar donde emplazar su nido en primavera.

 

 

Un comedero, un bebedero o una caja nido en nuestro entorno más cercano nos permiten experimentar la complicada sencillez de la aventura de la vida. La afición por la ornitología, prismáticos y cuaderno en mano, es una hermosa manera de acercarse a la naturaleza, incluso en tiempos de helada. En los días más fríos desaparecen los pájaros y solo cabe desear que hayan encontrado un refugio perfecto, y que no dejen de acercarse a nuestro jardín o la ventana de casa para coger las migajas que les vamos dejando. Y cuando llegue el deshielo, emerjan todas las especies de la profunda espesura.

No debe ser fácil vivir en las duras condiciones impuestas por el frío. Casi todos los frutos han desparecido, los insectos tampoco están, las aves no practican la hibernación como hacen reptiles, anfibios y pequeños mamíferos. La helada ha convertido a muchos árboles y arbustos en esqueletos, luego ya quedan pocos recursos para el cobijo. Algunas aves deciden emigrar hasta la primavera, pero las que quedan han de evitar como sea la congelación.