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¿Unidos para siempre?

Etología

Hemos tenido ocasión de analizar las ventajas de vivir juntos en el reino animal, no solo para conseguir alimento, sino para huir en caso de peligro o para aprender de la experiencia de otros. También conocemos las estrategias que utilizan algunas especies para buscar pareja y dar los primeros pasos en la perpetuación de la especie. Pero lo que sigue a eso de encontrar la media naranja suele ser más peliagudo. Se trata, ni más ni menos, de decidir entre quedarse con la misma pareja para siempre o de cambiar según vengan dadas. ¿O hay más alternativas? Veremos que hay donde elegir.

Por ejemplo, el cuervo y la cigüeña pertenecen al grupo de los que permanecen fieles a su pareja, suponiendo que pueda hablarse de fidelidad en el mundo animal —ya es difícil hacerlo entre humanos—. El cuervo, un pájaro de mal agüero mal conocido y peor comprendido, vive con su pareja toda la vida hasta el punto de que, si uno de los dos muere por las causas que sean, el otro queda solo y no busca otra compañía. Es fácil entender que tal circunstancia supone un serio obstáculo en la perpetuación de la especie. Menos mal que ahora el cuervo está protegido y la diversidad vital y el servicio de limpieza de nuestros montes quedan a salvo.

 

Cuervo (Fuente: seo.org)

 

En este sentido, la cigüeña es igualmente monógama, con una diferencia: si falta la pareja, la que queda busca otra con la que compartir el nido y lo que venga. El problema se puede presentar si esa pareja que falta se ha retrasado en su viaje migratorio. Como la cigüeña solitaria halle otra pareja, se puede encontrar cometiendo bigamia. ¿Qué hacer? Tal vez tenga que construir dos nidos y mantener a dos familias (1). Si éramos pocos…

El 90 % de las aves son monógamas, aunque eso no es obstáculo para que uno de los componentes de la pareja echen una canita al aire de vez en cuando. Según Frans de Waal (2), el canto de una pareja refleja el estado de su vínculo, cuanto más bonito es, más informa a sus vecinos de que no deben meterse con ellos. Pero si el canto de la pareja es discordante y desacompasado, los vecinos entienden que la puerta está abierta para invadir el territorio y explotar la mala relación de la pareja. El carbonero común, en cambio, es de costumbres más liberales. El hecho de no comprometerse de por vida no significa que sea infiel, pero tengamos en cuenta que su media de vida es bastante menor que la del cuervo, y en esto de la reproducción no conviene perder el tiempo. Si no quiere que le pase lo mismo que al cuervo, más vale espabilar cada primavera. No hablemos, pues, de infidelidad, pero tampoco de promiscuidad. Este comportamiento viene dictado por la necesidad.

 

Carbonero común

 

¿Y qué hay de los mamíferos? Pues también hay de todo, como en botica. El ratón de campo, por ejemplo, no solo permanece junto a su pareja, sino que se pone agresivo si otro macho viene a probar suerte. Los lobos bien podrían servir de ejemplo incluso a nuestra especie. La pareja se mantiene unida, cría a su prole, protege al resto de la manada y es respetada. Como señala Frans de Waal, el vínculo de pareja es relevante. Las parejas mal avenidas son peores defensoras del territorio que las parejas unidas. El zorro ha sido perseguido hasta el hartazgo por ser considerado un animal dañino, una alimaña, y, como suele decirse, no es tan fiero el león como lo pintan. Sin embargo, ha sido capaz de sobrevivir a esa implacable persecución por su facilidad de procreación. Se ha dicho del macho que es un esposo y padre ejemplar, pero más parece que debemos hablar de poligamia zorruna y que apenas colabora en las tareas del hogar. Esta contradicción puede explicarse: en realidad, unos zorros son monógamos, otros polígamos y otros ni una cosa ni otra (3), se quedan a dos velas.

 

Zorro

 

Lo de los cérvidos y cápridos funciona más al estilo de los tres mosqueteros: todas para uno y uno para todas. En su relación de pareja rige la ley del más fuerte. Además, las hembras —que al fin y al cabo son las que deciden— suelen ser algo ligeras de cascos —de pezuñas—, pues se dejan cubrir por el primer macho joven que se atreve a aprovechar un descuido del dueño del harén o cuando este considera que ha terminado su faena. Ya se sabe, las buenas ocasiones pasan rápidamente y hay que aprovecharlas. Tempus fugit.

 

(1) Wohlleben, P. (2017). La vida interior de los animales. Ediciones Obelisco, Barcelona.

(2) de Waal, F. (2016). ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? Tusquets, Barcelona.

(3) Araújo, J. y otros (1991). Enciclopedia Salvat de la fauna ibérica y europea. Salvat Editores, Barcelona