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Caballitos y helicópteros

Fauna

Hace 250 millones de años, entre el Pérmico y el Triásico, el mundo era bastante diferente del actual. Para empezar, había dos continentes, Laurasia y Gondwana, y lo que ahora es la Península Ibérica estaba muy cerca del Ecuador. En consecuencia, ni el clima ni la vegetación ni la fauna tenían nada que ver con los actuales. El clima era seco y cálido y la vegetación estaba dominada por coníferas, ginkgos y helechos gigantes. Las angiospermas (plantas con flores) aún no habían aparecido. Entre la fauna terrestre predominaban los reptiles —los dinosaurios vendrían poco después—, y ya despuntaban los reptiles mamiferoides, precursores de los mamíferos verdaderos.

Paisaje de finales del Paleozoico

 

Por aquella época ya existían algunos parientes de los que ahora conocemos como caballitos del diablo y unos 50 millones de años después aparecieron las libélulas actuales, comenzando el Jurásico, aunque unos insectos parecidos a ellas llevaban algún tiempo revoloteando con su casi metro de envergadura. Desde entonces, unos y otros evolucionaron poco, lo cual habla a favor de un diseño casi perfecto para sus necesidades. El caso es que hoy aún tenemos ciertas dificultades para distinguirlos, de modo que me propongo echar una mano a quien quiera conseguirlo.

Fósil de libélula (Fuente: framepool.com)

 

Ambas especies, que reciben el nombre de libélulas, pertenecen al orden Odonatos, pero los caballitos del diablo se encuadran en los Zygópteros (= alas iguales) y las verdaderas libélulas en los Anisópteros (= alas desiguales). Aquí vemos una primera diferencia: aunque ambos tienen dos pares de alas con una característica venación reticulada, las alas de los caballitos se estrechan en un pedúnculo, mientras que las alas posteriores de la libélula son más anchas que las delanteras. Además, en reposo, los caballitos del diablo sostienen las alas en vertical o parcialmente separadas por encima del cuerpo, mientras que las libélulas descansan siempre con las alas completamente extendidas. El vuelo de ambos insectos es grácil, con constantes movimientos repentinos, moviendo las alas de forma independiente, y son capaces de volar hacia atrás y de cernirse en el aire. Conviene saber, además, que algunas libélulas son capaces de realizar largos viajes de ida y vuelta buscando mejores condiciones climáticas. Estos viajes alcanzan una distancia de 18.000 kilómetros entre la India y África, lo que no está nada mal para un insecto y deja en mantillas a la mariposa monarca, que se desplaza hasta 4.000 kilómetros entre Canadá y México.

Caballito del diablo, a la izquierda, y libélula, a la derecha.

 

En algo han de parecerse para que las confundamos. Vistas a cierta distancia, se trata de insectos largos de cuerpo esbelto, aunque las libélulas son algo más robustas y rechonchas que los caballitos del diablo. Y si nos acercamos un poco, veremos que los ojos son compuestos y muy grandes, pero los de las libélulas se juntan o casi en la parte superior de la cabeza, mientras que los del caballito del diablo son más pequeños y se disponen bien separados a ambos lados de la cabeza. En todo caso, la visión ha de ser perfecta, pues deben captar el movimiento de sus presas en pleno vuelo.

Obsérvese la disposición de los ojos en ambas especies.

 

Caballitos del diablo y libélulas tienen más cosas en común, por ejemplo, el apareo: el macho busca a la hembra y, cuando la encuentra, la sujeta por el cuello con una especie de abrazaderas que tiene en el último segmento del abdomen. En esta acrobática posición conocida como tándem pueden volar, el macho remolcando a la hembra, hasta posarse. Entonces la hembra curva su cuerpo hasta que el extremo de su abdomen toca los órganos reproductores del macho y recoge su esperma. La puesta de huevos se realiza introduciendo el abdomen bajo la superficie del agua.

Y otra cosa muy importante: ambas son inofensivas y carecen de aguijón; por lo tanto, no tengamos miedo, no pican. Es más, mantienen un absoluto control sobre las poblaciones de moscas y mosquitos, que es de lo que se alimentan básicamente. Así pues, son beneficiosas para nosotros.

Como decía el añorado Félix Rodríguez de la Fuente, conocer la Naturaleza lleva a amarla. No nos resistamos a este pequeño esfuerzo de acercamiento.