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Conociendo al amigo murciélago
Por estas cosas de las redes sociales tuve acceso a una noticia en la que se daba cuenta de la eficacia del murciélago como depredador de la procesionaria del pino. Se incidía en este artículo sobre la importancia de conservar los hábitats forestales si queríamos seguir contando con la inestimable contribución de estos quirópteros, grupo considerado como el más amenazado de los mamíferos europeos por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en la lucha contra la procesionaria. Como quiera que por estos pagos somos especialmente sensibles a esta oruga, porque por suerte aún tenemos una vasta extensión de pinos en nuestros montes, creo conveniente profundizar en el conocimiento de los murciélagos para contribuir de esta forma a verlos más como socios nuestros que como bichos repelentes.
Los murciélagos resultan eficacen en el control biológico de plagas como la procesionaria.
Bien podemos decir que el murciélago es el único mamífero que se ha atrevido a dominar el medio propio de insectos y aves. No incluyamos a las mal llamadas ardillas voladoras, pues lo que hacen en realidad es planear, desplegando unos pliegues que hay entre sus patas a modo de parapente para recoger el aire y aumentar su capacidad de sustentación. Las alas consisten en una membrana que une las patas anteriores con las posteriores bordeando su cuerpo. Esa membrana se llama patagio, es flexible, fina como el papel y carece de pelo. Es probable que esta habilidad voladora le haya permitido ocupar casi todos los ecosistemas del planeta, salvo las regiones polares.
Los murciélagos tienen hábitos crepusculares. Al final del día abandona su refugio en el abrigo rocoso, la cueva o incluso una grieta en algún edificio añoso, y se dedica a cazar insectos durante toda la noche. Quizá esto se haya convertido en un poderoso enemigo de los quirópteros, pues la nocturnidad ha generado no pocas supersticiones y leyendas urbanas, al margen de las provocadas por Holliwood, que le han acarreado una mala reputación. Sin embargo, se trata de un mamífero totalmente beneficioso para nosotros. De las más de 1.000 especies identificadas en todo el mundo, solo tres se alimentan de sangre, el 70% de insectos y el resto de fruta o flores, desempeñando un valioso papel en la polinización de las plantas. Los hay también que se abastecen de hojas, carroña y otros animales.
Un murciélago en la tranquilidad de una cueva.
Digamos, en honor a la verdad, que no es oro todo lo que reluce. Hay especies de murciélagos que no son absolutamente inofensivas ya que pueden transmitir enfermedades como la rabia o el virus del Ébola tras una mordedura que apenas se siente. Por fortuna, no es el caso de los que frecuentan nuestro entorno próximo, el murciélago grande de herradura, el murciélago pequeño de herradura, el murciélago ratonero grande, el murciélago ratonero pardo o de Geoffroy y el murciélago de bosque.
Un murciélago insectívoro puede comer unos 600 mosquitos por hora, de modo que no es difícil deducir qué pasaría si eliminásemos al quiróptero de nuestro ecosistema rural o urbano. Hagamos unos sencillos cálculos y nos llevaremos una sorpresa. Supongamos que un murciélago pasa 10 horas cazando. Puede capturar, por tanto, unos 6.000 mosquitos por noche, 6.000 mosquitos que ya no nos van a molestar. Si cada uno de ellos pesa unos 2 miligramos, resulta que la cena del murciélago ha pesado unos 12 gramos. Esto no sería mucho si no fuera porque el peso del animal, según la especie, puede oscilar entre los 6 y los 34 gramos. Por tanto, podría afirmarse que se ha zampado entre el 30% y dos veces su peso.
Es cierto que toda esa energía es gastada en el vuelo, ya que el murciélago mueve sus alas entre 12 y 18 veces por segundo, en unos desplazamientos ágiles e impredecibles. Los ojos del murciélago son pequeños, pero no inservibles. El murciélago ve poco, pero ve, aunque utiliza un peculiar sistema de orientación, la ecolocación. Emite un sonido ultrasónico que choca contra un obstáculo o una presa y rebota hasta sus pabellones auditivos. El animal analiza el eco recibido y actúa en consecuencia.
Siempre hemos visto al murciélago colgado del techo de una cueva o de la rama de un árbol o volando, y si nos preguntaran cómo es su forma de caminar, probablemente diríamos que es una pregunta con trampa porque el murciélago no puede caminar. Sin embargo, no es así. El murciélago puede andar, correr y saltar, aunque lo hace raramente, dejando sobre el suelo unas huellas especialmente visibles allí donde el terreno está húmedo por la cercanía de algún charco al que el animal ha bajado a beber. Al andar, las huellas del pie anterior y posterior aparecen muy juntas, y la cola tiende a ir presionada contra el suelo. Pero al correr las huellas se distancian y la cola no se apoya en el suelo. En cuanto a la forma de saltar, recordemos cómo hacíamos de niños el salto de la rana: colocábamos las manos por delante y luego acercábamos los pies. Pues algo así hace el murciélago, dejando unas huellas equidistantes entre ambos pares de extremidades.
Espero haber logrado con estas líneas el propósito que las forjó, un acercamiento a estos mamíferos voladores que tan mala prensa tienen entre nosotros a pesar de que viven más como aliados nuestros que como rivales o enemigos.