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Blog

De aviones y saetas

Fauna

Ya han vuelto las oscuras golondrinas y sus primos los aviones comunes. No me estuve en contarlos el año pasado, ni el anterior, ni los contaré ahora ni mañana, pero si nos atenemos a lo que nos dicen, cada vez son menos por culpa de los pesticidas. Lo decía Rachel Carson en su Primavera silenciosa. Bueno es que aprovechemos la ocasión para ver lo que les confunde y les distingue a nuestra mirada, a veces curiosa y casi siempre inexperta, no sea que algún día nos encontremos con que no los encontramos.

La golondrina común (Hirundo rustica) y el avión común (Delichon urbicum) guardan varias similitudes anatómicas y etológicas —la Etología es la ciencia que estudia el comportamiento animal—, pero también algunas diferencias. Por ejemplo, ambas tienen el dorso y la parte superior de las alas de color negro y cierto brillo azulado, aunque en el caso del avión, el obispillo —parte del cuerpo inmediatamente superior a la cola— es blanco, mientras que en la golondrina sigue siendo negro. La cola es ahorquillada en los dos casos, mucho más en la golondrina que en el avión. El dorso es blanco, pero la golondrina tiene el cuello de color rojo, algo más ocre en los ejemplares jóvenes, seguido por una franja negra azulada.

Sus costumbres también son parecidas y diferentes. Ambas especies son gregarias y frecuentan entornos ocupados por el hombre —se ve que aún no le temen—, se alimentan de insectos, llegan a nuestras latitudes hacia marzo —pero cada vez antes— e invernan en África. Y ambas construyen su nido con barro en los aleros de las casas, en vigas, bajo un puente, etc. Pero hay una pequeña diferencia entre sus nidos: el de la golondrina está completamente separado del techo, mientras que el de avión está casi cerrado, dejando una diminuta abertura de acceso. La incubación es responsabilidad de la hembra golondrina y de la pareja en el caso del avión.

Nido de avión común. Obsérvese la pequeña entrada a la derecha.

 

Nido de golondrina, totalmente separado del techo. En ambos casos se puede observar la diferente coloración del barro, pues ambas especies buscan la materia prima en distintos lugares.

 

La sabiduría popular está repleta de canciones, refranes y leyendas que tienen a la golondrina como protagonista. Se dice, por ejemplo, que “una golondrina no anuncia el verano”, porque esta ave tiene la costumbre de llegar poco a poco de sus cuarteles de invierno, primero unas cuantas, como si fueran exploradoras, y más tarde todas. Es entonces cuando podemos decir que llega el tiempo cálido. Antiguamente se dejaba abierta la puerta de cuadras y naves para que anidaran las golondrinas, pues según la creencia popular, lo contrario sería correr el riesgo de padecer los efectos de las tormentas veraniegas. Ahora nos apresuramos a destruir los nidos para alejar a estas aves de nuestros edificios porque los ensucian. Tiene su gracia que esto lo diga la especie humana.

Un nido de avión común se ha desprendido del techo y nos deja ver su interior: tres huevos blancos sobre hojarasca de pino y pelusa de los chopos.

 

Otra curiosidad: una reunión de golondrinas posadas en algún cable de nuestras calles es el anuncio de que la partida hacia el sur es inminente. Y si vuelan en círculos es indicio de lluvia, no que les apetezca imitar al buitre. 

Digamos por último que conviene repasar lo dicho sobre el vencejo para no confundirlo con la golondrina y el avión común.