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Una multitudinaria estirpe
“Hoy en día estamos desgarrando esta delicada red de la vida, que es la fuente de nuestras necesidades más fundamentales, llevando a la extinción a unas cincuenta mil especies anuales. Es escalofriante saber que si nuestra especie se extinguiera esta noche, la biodiversidad se recuperaría rápidamente por todo el planeta. En cambio, la pérdida de un grupo de especies de insectos como las hormigas provocaría el colapso de todos los ecosistemas terrestres.”
David Suzuki
El legado, 2010
Es probable que el divulgador científico que escribió esto, el canadiense de origen japonés David Suzuki, bebiera de las fuentes del mirmecólogo Edward O. Wilson, que ya en 1995 recogió esta misma idea en su obra autobiográfica El naturalista:
“Si desapareciéramos de la noche a la mañana, el entorno terrestre recuperaría el fértil equilibrio que existía antes de la explosión demográfica humana. Solo una docena de especies, entre ellas la ladilla y un ácaro que vive en las glándulas sebáceas de nuestra frente, dependen por completo de nosotros. Pero si desaparecieran las hormigas, decenas de miles de especies vegetales y animales perecerían también, reduciendo y debilitando los ecosistemas terrestres en casi todo el mundo.”
Aceitera o carraleja
Formidable tarea a la que tendríamos que hacer frente si nos propusiéramos abarcar la exposición del gigantesco número de especies que forman el grupo de los artrópodos. Formidable y difícil tarea si tenemos en cuenta que estos animales pueden desarrollar su existencia en todo tipo de entornos y climas, desde un pequeño arbusto en la pradera hasta la montaña más elevada, desde el agua hasta el desierto, desde una pequeña flor hasta una cueva. No, no es ese el objetivo de estas líneas sino dar unas pinceladas globales de la clase Insectos, que, junto a Arácnidos, Crustáceos y Miriápodos, forman parte de esta familia tan numerosa.
Decir "numerosa" es quedarse cortos. El prolífico universo de los artrópodos surgió hace unos 600 millones de años, antes de la explosión del Cámbrico. Los primeros mamíferos aparecieron hace unos 200 millones de años, y desde entonces ha tenido tal éxito evolutivo que se han descrito más de un millón de especies. Esto significa que aproximadamente el 80% de todas las especies animales conocidas son artrópodos. Más de 200 millones de años después de los primeros artrópodos, en los inicios del periodo Carbonífero, aparecen los insectos, y fueron capaces de superar la prueba de la extinción del Pérmico. Esta clase de animales tampoco se queda atrás en lo que se refiere a diversidad, pues cuenta con alrededor de un millón de especies.
Chinche rayada
Todos los artrópodos con alas son insectos, pero no todos los insectos tienen alas. En lo que sí coinciden es en el número de patas, seis, de donde les viene otro nombre con el que son conocidos, hexápodos. Muchos insectos jóvenes son muy parecidos a su forma adulta, como el saltamontes o la cucaracha, pero otros muchos, la mayoría, son completamente diferentes de jóvenes y de adultos, como las mariposas, que pasan por una serie de fases previas de cambios conocida como metamorfosis.
Más allá de su anatomía y sus múltiples formas de vida, interesa conocer y recordar que la importancia de los insectos en las relaciones ecosistémicas es fundamental. Son depredadores, carroñeros y presas de otros animales incluso de plantas, luego su papel en la pirámide trófica está fuera de toda duda. Y no olvidemos su intervención como facilitadores de la continuidad de especies vegetales al servir como vectores de polinización. Sin la mediación de las abejas, por ejemplo, la especie humana tendría pocas posibilidades de conseguir alimento vegetal. Su participación en la economía humana, por tanto, no tiene precio.
Mantis religiosa
En el lado negativo, sin embargo, hay que contar con las enfermedades propagadas a través de los insectos, como la malaria, el dengue o la fiebre amarilla, entre otras. O las grandes extensiones de cosechas devastadas por insectos en forma de plaga, como la de langosta, pulgón, xilófagos o defoliadores. Y a pesar de todo, no se puede afirmar categóricamente que los insectos sean peligrosos, pues los beneficios que aportan superan con mucho a sus perjuicios. De hecho, podemos encontrar entre los insectos a quienes se encargan de dar buena cuenta de las llamadas plagas, como las mariquitas, que se alimentan de los dañinos pulgones.
Cuando en nuestros paseos primaverales y veraniegos vayamos topando con esta pléyade de pequeños invertebrados, antes de deshacernos de ellos conviene detenerse y dedicarles un tiempo a ver qué hacen, cómo comen, cómo se relacionan entre ellos, cómo se ocultan, cómo luchan o cómo huyen al detectar nuestra mirada curiosa. Hagamos de naturalistas, aunque sea como aficionados. Quizá tomemos la iniciativa de hacerles una foto y consultar una sencilla guía al llegar a casa para descubrir algo más de su vida. Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la poliomielitis, abundó en la idea expresada por Suzuki y Wilson:
“Es interesante pensar que si desaparecieran todos los insectos de la faz de la Tierra, todas las demás formas de vida acabarían al cabo de cincuenta años. Pero si todos los seres humanos desapareciésemos de la Tierra, todas las demás formas de vida florecerían al cabo de cincuenta años.”
Si lo dicen los sabios, es fácil que sea verdad.