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Curiosidades emboscadas 9: bonsáis y cinceles

Interpretación de la Naturaleza

Cuenta la tradición —aunque hay quien defiende su existencia real— que hubo un personaje que contaba cosas obvias, vacías, redundantes, verdades conocidas por todos a las que nadie prestaba la menor atención o importancia. Eran verdades o expresiones del tipo “lo vi con mis propios ojos” o “subir arriba”. Ese personaje era conocido como Pedro Grullo o Pero Grullo, y de tal nombre se derivaron las perogrulladas. Tal vez parezca una perogrullada, de esas que tantas veces dejamos pasar por alto porque nos parecen evidentes. Tal vez, pero no estaría de más plantearnos de vez en cuando lo que entendemos por árbol, ya que, por mucho que acudamos a la literatura científica o al diccionario, puede que nos lleváramos más de una sorpresa.

Sin ir más lejos, se equivoca la Real Academia al definir árbol como “planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo”. Tal definición explica claramente que un pino es un árbol, pero nos genera serias dudas acerca de un chopo, un tilo o un nogal, por citar solo algunas especies de hoja caduca. Sobre la altura de la ramificación, las fuentes no se ponen de acuerdo. Unas hablan de dos metros y otras de tres, cuatro o cinco metros. Según esto, el pino del Sumidero, con más de 30 metros de altura, dejaría de ser considerado como árbol ya que las ramas surgen a 40 centímetros del suelo.

¿Y cuántas encinas o quejigos vemos en el monte con varios troncos naciendo del suelo? ¿Cuántos árboles quisieran tener el porte que presentan algunos majuelos, enebros o bujes, a los que solemos considerar como arbustos? Bueno, sin necesidad de admitir pulpo como animal de compañía, digamos que la línea divisoria entre árbol y arbusto es bastante difusa y que, con frecuencia, en la Naturaleza dos y dos no son cuatro.

Siguiendo con la definición de la RAE, nos centramos en eso del tronco leñoso y elevado, algo que también suscita cierta controversia. ¿Quiere esto decir que la hiedra o la clemátide son árboles solo por reunir esas cualidades? Las normas que dicta la naturaleza señalan que todo árbol debe crecer con tronco recto hacia arriba pues, de lo contrario, deberá entrar en la categoría de los arbustos. Sin embargo, no siempre es así; en la Naturaleza el tamaño no es lo que importa. A lo largo de nuestros paseos es habitual encontrar pequeños arbolillos creciendo sobre suelo pobre y pedregoso, árboles de un tamaño que nos hacen parecer gigantes a su lado, árboles que, no superando el metro de altura, pueden muy bien alcanzar varias decenas de años. ¿Cuál es la razón de este escaso crecimiento?

El suelo, como decimos, es pobre y pedregoso, la capa de tierra sobre la roca es muy fina, las raíces, por mucho que lo intenten, no obtienen todo el alimento que necesitan, por lo que el crecimiento es lento, dando lugar a auténticos bonsáis naturales. Si cortásemos el tronco de uno de ellos veríamos que los anillos están muy juntos. Estéticamente no son árboles atractivos, las hojas son más pequeñas y su raíz tiene un corto recorrido. Además, al ser tan bajos están expuestos al consumo por los herbívoros.

Esas raíces, a pesar de ser poco extensas, son capaces de perforar la roca en su búsqueda de nutrientes, y no solo resulta extremadamente complicado desarraigar el pequeño árbol, sino que la raíz llega a romper la piedra en su desarrollo excavador. Actúan como verdaderos cinceles que desmenuzan la piedra y modifican el paisaje lentamente, de forma casi imperceptible. Es lo que se conoce como meteorización mecánica, en la que las plantas ejercen una presión sobre la roca que han colonizado. A medida que aumenta su grosor, ensanchan la grieta por la que se colaron y actúan como cuñas poderosas de resultados similares a los provocados por el hielo, de modo que la roca se va desmenuzando poco a poco y queda expuesta a la acción de otros agentes.

Paradójicamente las plantas no solo pueden vivir sobre terrenos pobres en nutrientes, formar el suelo y protegerlo de los elementos erosivos, sino que también pueden destruir algo tan aparentemente fuerte y resistente como la roca. Tal parece que hayan asumido aquello de que se consigue más por la constancia que por la fuerza.