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La comunicación animal

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En los primeros años de introducción de los programas europeos en las escuelas recibimos la visita de uno de los centros pioneros, con su director al frente, con el fin de fomentar la participación en estos programas. Era un hombre afable, campechano, a poca distancia ya del retiro, pero que destilaba ilusión por cuatro costados. Frente a las dificultades que presentaba el (des)conocimiento de otra lengua, él argumentaba que, más allá de dominar idiomas, el secreto estaba en ser capaces de comunicarse, aunque fuera por medio de gestos. Era así como él se arreglaba en cualquiera de los países donde viajaba.

Este hombre hablaba de la comunicación no verbal, que sin duda está presente también en el mundo animal. Si esto da pie para defender la existencia de una inteligencia animal, es al menos discutible, pero de lo que no hay duda es que los animales entran en contacto entre sí por medio de la comunicación no verbal y existen numerosos ejemplos que lo reflejan.

El biólogo Stephen Hart analiza las múltiples formas de comunicación animal en su libro El lenguaje de los animales (Alianza, 2013), y demuestra que esa comunicación es más elaborada y compleja de lo que creemos, pues su supervivencia depende de ello. Cuestiones como la búsqueda de pareja, la cópula, los turnos de incubación, la caza, el momento de iniciar un viaje migratorio, las tareas cooperativas o la territorialidad han de dirimirse para no ser individuos-islas, y ello solo es posible por medio de la comunicación.

Si no nos dejásemos llevar por nuestra vida ajetreada, podríamos dar cuenta de muchos ejemplos de comunicación entre animales. Es el caso de las aves, que, lejos de entonar un solo tipo de canto o de realizar monótonos vuelos, son capaces de entonar un canto para cada situación: amenaza, cortejo, reclamación de un territorio, etc. Perros y gatos son capaces de transmitir a sus dueños diferentes mensajes: quiero salir, quiero jugar, tengo hambre... Y si estos mensajes son entendidos es la prueba de que entre personas y animales existe la comunicación. Lo que diferencia a unos y otros en ese acto de relación es la consciencia de que tal acto se produce, es decir, las personas son conscientes de que se están comunicando, pero los animales no.

Un macho que exhibe un plumaje extravagante, una cornamenta enorme o unos movimientos espectaculares puede estar comunicando su buen estado de salud o su excelente calidad genética. Y esto sirve para llamar la atención de la hembra tanto como de sus depredadores. Todos recordamos esas gacelas dando saltos acrobáticos que parecen estar diciendo "No sirve de nada que me persigas porque te dejaré atrás sin problemas."

Los cambios de color en los cefalópodos en plena conquista de la pareja, las danzas de las abejas para informar a sus compañeras de colmena de dónde está el alimento, el zumbido de los mosquitos o la estridulación de los grillos para atraer la atención de las hembras, hormigas que actúan como guardaespaldas de orugas o pulgones a cambio de una nutritiva secreción azucarada (algo que ya tuvimos ocasión de conocer), el uso de corrientes eléctricas por algunos peces, el funcionamiento de las llamadas infrasónicas de los cetáceos o la interpretación de los rugidos del león, entre otros, desfilan por las páginas de este entretenido libro para demostrar que, después de todo, más que un intento de referirse a objetos o acciones, las llamadas de los animales deben entenderse como reacciones emocionales, sin importar el tipo de comunicación que se haya utilizado.

No se puede afirmar que los animales tienen la capacidad del lenguaje que tenemos los humanos, aunque sí debemos reconocer que algunos animales tienen capacidad para comprender el lenguaje hablado. Pero, al margen de que pensamos en el mundo de la comunicación animal en términos de lenguaje humano, tanto si llegamos a entendernos con los animales como si no, Stephen Hart transmite a lo largo de las páginas de su libro la firme creencia de que podemos hacer del mundo un lugar mejor conservando y aprendiendo de las criaturas con las que compartimos este hermoso planeta.