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Para compartir el Planeta
Ella es activista, estudiosa de unos animales de carga genética casi idéntica a la nuestra, luchadora por un mundo más pacífico y sensato. Aprendió a la sombra del antropólogo Louis Leakey, que le encargó la misión de investigar a los chimpancés de Tanzania. Allí tenía previsto quedarse seis meses, y ya lleva más de medio siglo. Se ha dado su nombre a un instituto dedicado a la investigación de la vida salvaje, la conservación y la educación ambiental. Él ha destinado su esfuerzo al estudio del comportamiento animal. Le interesa la mente de los animales, la ecología conductual, la defensa de la vida animal. Juntos, ella y él, fundaron en el año 2000 la organización Ethologists for the Ethical Treatment of Animals: Citizens for Responsible Animal Behavior Studies (Etólogos por el tratamiento ético de los animales: Ciudadanos para los estudios del comportamiento animal responsable). Ella es Jane Goodall y él Marc Bekoff, y juntos también han escrito Los diez mandamientos (Paidós, 2017), un libro destinado a quienes estamos preocupados por el Planeta.
He aquí una relación de este decálogo y una breve reseña de cada uno:
1. Celebrar que somos parte del reino animal.
No somos tan diferentes a los demás animales. Tenemos emociones parecidas: miedo, euforia, alegría, vergüenza, rencor, celos, furia, ira, amor, placer, compasión, respeto, alivio, asco, tristeza, desesperación, pena… No hay fronteras entre ellos y nosotros. Los escépticos se niegan a dar importancia a estos sentimientos y se obstinan en agarrarse al podio de campeones de la soberbia. Y son demasiados los que pugnan por el número uno. Goodall y Bekoff demuestran que las emociones forman parte de la supervivencia del reino animal, y, que sepamos, el ser humano sigue perteneciendo a ese reino.
2. Respetar todas las formas de vida.
Cada ser vivo tiene un valor, un papel que desempeñar en la intrincada red de la vida. Por eso, cada criatura merece nuestro respeto. El problema es que nosotros simplificamos el mundo hasta la saciedad y nos creemos en superioridad sobre los demás, damos por hecho que la Tierra nos pertenece, que sus recursos y formas de vida están ahí para nuestro beneficio y solaz. Este modo de pensar ha de cambiar radicalmente. Estamos obligados a comportarnos escrupulosamente con la Naturaleza y todas sus criaturas.
3. Tener la mente abierta hacia los animales y aprender de ellos con humildad.
Solo si logramos considerar a los otros animales como compañeros de viaje y no como posesiones, si los conocemos, si los respetamos, si nuestra actitud hacia el entorno es más humilde, solo entonces seremos capaces de aprender de las formas de vida que nos rodean. Tal vez lleguemos a reconocer que nuestra ignorancia y desconsideración han provocado daños y crueldades impropias de un ser racional. Charles Darwin decía que “el amor por todas las criaturas vivientes es el rasgo más noble del hombre”.
4. Enseñar a nuestros hijos a respetar y amar la naturaleza.
En el necesario cambio de actitudes que proponen Goodall y Bekoff interviene de forma decisiva la educación ambiental. Aquí debería sobrar el recordatorio de que la Naturaleza no es un legado a las futuras generaciones, sino un préstamo de ellas que nosotros debemos gestionar de modo justo y equilibrado. Debemos despertar en nuestros hijos el amor por otras formas de vida y su entorno, el interés por jugar y aprender en contacto con la Naturaleza, el deseo de conocer los secretos que encierra.
Marc Bekoff
5. Administrar con sabiduría la vida en la Tierra.
La gestión de la Tierra ha de ser racional, cuidadosa, en completa armonía con la naturaleza. Todos estamos obligados a lograr que nuestra huella sea lo menos evidente posible, porque todo lo que hagamos puede afectar a lo que nos rodea. En plena Era del Holoceno nos comportamos como auténticos conquistadores, altivos, ambiciosos, insolentes.
6. Valorar y ayudar a conservar los sonidos de la naturaleza.
A través de esta ventana de divulgación lo hemos dicho en numerosas ocasiones: no basta con oír, hay que escuchar. Y los sonidos de la Naturaleza son uno de los más preciosos regalos para nuestros oídos y nuestras emociones. Si hace unas décadas fueron los pesticidas los encargados de silenciar el campo –Goodall y Bekoff recuerdan La primavera silenciosa de Rachel Carson–, ahora es el ruido que nosotros mismos hacemos o nuestra falta de sensibilidad hacia la armonía natural la causa de que tales melodías naturales no se reconozcan.
Jane Goodall
7. Evitar hacer daño a cualquier forma de vida para poder aprender de ella.
Hay pocas cosas tan gratificantes como aprender sobre las diferentes formas de vida movidos por la curiosidad, sin llegar a ser destructivos. La moderación y el respeto son necesarios para abordar este conocimiento. En este sentido, la educación y el contacto directo con la naturaleza son capaces de generar una sensación de asombro en los más pequeños. También del turismo sostenible se derivan más beneficios que costes sobre los seres vivos y sus hábitats, pues su conducta y estado no se ven alterados por la presencia de visitantes.
8. Mantener con valentía nuestras convicciones.
Goodall y Bekoff muestran cómo expresar nuestras inquietudes, defender nuestras creencias y actuar a favor de la naturaleza son vías que benefician a los animales y a la Tierra. Ser consecuentes con lo que decimos y pensamos, poner en práctica nuestras convicciones, ser conscientes de la huella que dejamos a nuestro paso, actuar contra lo que sabemos perjudicial para el entorno…, todo ello sirve para hacer frente a la problemática ambiental que nos acomete en el siglo XXI.
9. Elogiar y ayudar a los que trabajan en favor de los animales y de la naturaleza.
Existen numerosas historias sobre personas que han dedicado su esfuerzo y su trabajo para cambiar las cosas. Esas personas son dignas de agradecimiento y admiración, aunque con frecuencia pasan desapercibidos a nuestras apresuradas miradas. El papel que cada uno de nosotros desempeña desde su respectivo puesto en la sociedad es significativo, nunca insignificante, a pesar de los obstáculos, reveses y críticas que se cruzan en nuestro camino para lograr objetivos aparentemente imposibles.
10. Actuar sabiendo que no estamos solos y vivir con esperanza.
Jane Goodall cree que este mandamiento es el más importante porque nos recuerda que cada acción realizada, por pequeña que sea, para conseguir un mundo mejor cuenta y merece la pena. Es seguro que hay millones de personas que se esfuerzan por los mismos objetivos, de modo que cada vez que alguien pone su grano de arena el resultado global supondrá un enorme cambio en la dirección correcta.
Goodall y Bekoff nos muestran en las páginas de este libro algo que resulta evidente: su amor por los animales y la naturaleza. Por medio de numerosos ejemplos se adentran en el mundo de los animales, un mundo que nosotros seguimos considerando inferior. El libro, escrito en un lenguaje accesible para todos, finaliza con este adagio: “Después de lo dicho y hecho, permanecer en silencio es una traición”. Porque los destinatarios de estos mandamientos, quienes estamos hondamente alarmados por el estado del Planeta, tenemos algunas obligaciones: vivir en estrecho contacto con la Naturaleza, conocerla, entenderla, protegerla; reflexionar sobre nuestro insostenible estilo de vida; no comportarnos como dueños y señores de un cortijo, sino compartir el Planeta con todas las formas de vida, sabiendo que nuestra especie simplemente es una más.