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“¿Para qué sirven las aves?”

Libros

¿Qué es el arco iris? ¿Por qué el agua es húmeda? ¿Los perros también van al cielo? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Para qué sirve la luna? Estas y otras cientos, miles de preguntas nacen en las mentes intrigadas de los niños y suelen poner en un brete a los adultos, comprometiendo su capacidad para demostrar lo mucho que sabe o cuán ilimitada es su ignorancia. No son preguntas elaboradas y planteadas con un determinado fin, sino que más bien surgen de la espontaneidad infantil, con total inocencia. Y en la mayoría de las veces, el adulto tiene el impulso de decir que no tiene la menor idea, pero trata de escabullirse como mejor puede dando una respuesta que suele ser estúpida. A Antonio Sandoval Rey, comunicador ambiental y ornitólogo, le preguntó un niño para qué sirven las aves y este fue el germen de un libro que la editorial Tundra resume de esta manera: “Es una celebración de cuanto nos aporta la Naturaleza salvaje, y un recordatorio de lo mucho que perdemos al renunciar a ella”.

Arrendajo

 

“Para volar”, respondió el autor, y de este simple acto de comunicación brotaron numerosas reflexiones, anécdotas e historias que se congregan en sus poco más de 300 páginas de una lectura fácil, amena, educadora. Fábulas como la de aquel monje que se alejó de su monasterio pensando en vete a saber qué enigma teológico cuando se internó en un bosque y le sorprendió el cantó de una pequeña ave. Tanto se entretuvo en su canto que cuando regresó al monasterio se encontró con que habían pasado trescientos años. El cuento nos muestra cómo la contemplación de las bellezas naturales es capaz de concentrar la eternidad en un breve instante.

Avión común

 

Son incontables los lugares que nos permiten alcanzar esa percepción, cada uno tenemos los nuestros. Son espacios y rincones por los que sentimos una especial atracción, algo que ya conocimos como topofilia. Tal vez la capacidad para volar de la mayor parte de las aves obedezca a su necesidad de viajar, de recorrer cientos, miles de kilómetros y así obtener los recursos que requieren en cada momento, una inquietud que germina de una especie de reloj interno que los científicos apenas saben explicar. En los años 70 del siglo XX se comenzó a saber que las aves migratorias son capaces de leer el campo magnético de la Tierra para orientarse. Los ornitólogos observan, maravillosa forma de vida. Bueno, y también cuentan aves y las anillan, tal y como se hacía en los primeros momentos de la ornitología, actividades no solo útiles, sino de las más gratificantes, según Antonio Sandoval. En su opinión, las personas que dedican un rato cada día a la observación de las aves encuentran una gran satisfacción en esta actividad. “Satisfacción de la mirada, del ánimo y de la curiosidad”, cuenta. Y entiende que su contribución es fundamental para el conocimiento y la conservación de las aves de todo el mundo y sus hábitats.

Colirrojo tizón

 

Por desgracia, son demasiados los obstáculos que se oponen a estos magníficos viajes alados: la desecación de humedales, la tala de bosques autóctonos y su sustitución por campos cultivados o pastos, la desprotección frente a cazadores y pirómanos desaprensivos, la instalación de infraestructuras de todo tipo en zonas especialmente sensibles, la contaminación de aguas y suelos con mareas negras y basuras, agresiones humanas o de mascotas de humanos, la desidia de las autoridades… Antonio Sandoval nos recuerda.

Lavandera blanca

 

¿Para qué sirven las aves? Es un libro de viajes, de aves viajeras que aprovechan los vientos favorables para sobrevolar campos y mares, surcar montañas siguiendo misteriosas indicaciones, guardadas en su libro genético de instrucciones, batiendo alas sobre poblaciones y desiertos, recorriendo increíbles distancias hasta que sienten el aliento de la tierra que les dará alimento y refugio. Cuando alcanzan su destino llega el momento de descansar y reponer fuerzas para el próximo viaje. Puede que haya llegado el momento de reconocer también su contribución a la dispersión de especies vegetales por todo el mundo.

Urraca

 

Y a pesar de las numerosas adversidades que debe superar año tras año el hábitat de las aves litorales que tanto admira y estudia, Antonio Sandoval se queda con la capacidad de los ecosistemas para soportar todo tipo de perturbaciones sin llegar a colapsarse. Es lo que se conoce como resiliencia —capacidad para volver al estado normal después de sufrir una perturbación, como un incendio o una sequía—, para lo cual resulta imprescindible disponer de una biodiversidad rica y compleja. Y a eso, en definitiva, es a lo que se dedica Sandoval, a conocer y a dar a conocer esa biodiversidad. Es lo que le gusta y es lo que muestra en su libro.