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Blog

Conociendo al enemigo

Relación con la Naturaleza

Es complejo este mundo que pisamos —podría decir “pisoteamos”—. Tanto que, con frecuencia, apenas somos capaces de dar con los obstáculos que se nos presentan en el camino. Obstáculos, enemigos, circunstancias preocupantes, problemas… Llamémoslos como queramos, pero su resolución exige, al menos, que sepamos identificarlos. Periódicamente se hacen encuestas sobre aquello que más nos preocupa. En la de diciembre de 2018, el paro (59,2%), los políticos (29,8%) y la corrupción (24,7%), por este orden, figuraban en los tres primeros puestos. Luego seguían la economía (22,6%) y, a gran distancia, la sanidad (12,9%) y la inmigración (12,5%). No seré yo quien cuestione la importancia y gravedad de estos problemas, pero algo echo de menos entre lo que más preocupa: la educación (9%) y la situación ambiental (0,7%).

Vendrían bien aquí unos llamativos signos de admiración. No sé si es que la educación y el medio ambiente están tan bien que no nos preocupan, o es que no nos preocupan estén como estén. O tal vez no somos realmente conscientes de su trascendencia para la sociedad. A veces detectamos enemigos donde no los hay, cuando, a fin de cuentas, nuestro enemigo somos nosotros mismos, nuestras actitudes, nuestra falta de responsabilidad, nuestras incoherencias…, no las generaciones que vienen pisándonos los pies. Porque no hacer frente a esos enemigos es flaco favor que hacemos a jóvenes y niños. La Naturaleza es de todos, también de ellos, aunque de alguna forma delegan en nosotros la tarea de su gestión hasta que ellos, más adelante, tomen el relevo. De momento, disfrutamos de este bien en usufructo. Es posible que, si hiciéramos una autoevaluación de cómo estamos gestionando el medio ambiente para ellos, el resultado figurase en lugar destacado de la encuesta.

 

 

Eso que hemos venido en llamar crisis ambiental no constituye un conjunto de “problemas” que se produzcan de forma aislada o sobre los que se pueda actuar aisladamente. Se trata más bien de dimensiones estrechamente ligadas de una problemática ambiental compleja (1). Nuestro verdadero enemigo, por tanto, es la problemática ambiental. El consumo desbocado de recursos naturales, la menguante biodiversidad, la contaminación, la deforestación, el desarrollo sostenible —especialmente el del Tercer Mundo—, la crisis climática y el escaso empleo de energías renovables o la superpoblación son algunas de esas dimensiones que configuran al enemigo.

Pero seamos positivos. Hay un eficaz antídoto contra ese peligroso mal: mejorar nuestra relación con la Naturaleza. Desde el año 1996 la evolución del número de visitas a los Parques Nacionales tuvo un crecimiento paulatino, con algunos dientes de sierra, pero a partir de 2012 el salto experimentado fue notorio debido, dicen, al manifiesto interés social que despiertan estos espacios naturales. Si es así, vale, pero la relación con la Naturaleza ha de entenderse como una firme combinación de horas pasadas al aire libre, conociendo cada día cosas nuevas, y una serena enseñanza de valores de respeto por la Naturaleza, sabiendo apreciar lo que allí hay. Los entornos naturales no sirven solo para ver paisajes bonitos, y sentirnos decepcionados cuando observamos que no son iguales que en el folleto. Hay que conocer —sin necesidad de que tal conocimiento sea sistemático, planificado, sino basado en la experiencia—, reflexionar, sentir, sensibilizarse… Se trata de favorecer vivencias, no de dar clases magistrales.

 

 

Me gustaría seguir siendo positivo, pero me temo que debemos enfrentarnos a otro poderoso enemigo, el tiempo, o, mejor dicho, la falta de tiempo para buscar ese necesario acercamiento a la Naturaleza. Acaso tenga algo que ver el sedentarismo, que nos empuja a estar más conectados a los aparatos electrónicos. Cuando Erich Fromm (2) empezó a hablar de biofilia como el interés apasionado por todo lo vivo, cuando en 1984 E.O. Wilson elaboró el concepto en términos de afinidad por la vida, dudo mucho que llegaran a sospechar que la idea sería sustituida por la de tecnofilia, afinidad por la tecnología. Dedicamos tanto tiempo a ella y al trabajo que cada vez estamos menos con los niños, salimos menos a los entornos naturales para facilitar su juego al aire libre, su aprendizaje de los valores naturales. Por eso esperamos que otros —la escuela, los monitores de actividades de ocio y tiempo libre— hagan el “trabajo sucio”. Y tampoco así resolvemos el problema, porque las actividades son a menudo demasiado organizadas, demasiado planificadas, a veces demasiado violentas —pensemos en los casos en que un inofensivo partido termina en tangana porque los padres incitan a los niños a ganar, ganar, ganar…—, y ya tendrán cuidado los responsables de que los niños no se hagan un rasguño, no vaya a ser… No acierto a decir dónde se pueden encontrar más enemigos, si en ese pacífico partido o en las tétricas sombras de un inhóspito bosque.

 

(1) NOVO, M. (1997). El análisis de los problemas ambientales: modelos y metodología, separata del libro El análisis interdisciplinar de la problemática ambiental (I), Fundación Universidad y Empresa, Madrid.

(2) Fromm, E. (1993). El arte de escuchar. Paidós, Barcelona.