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Blog

El arte de ver la Naturaleza

Relación con la Naturaleza

Con gran anticipación, estudiamos detenidamente las fotos y escuchamos los comentarios de unos y otros. “Aquí hemos salido bien”, “¡qué bonita esa pradera”, “¿te acuerdas del ciervo que cruzó el camino delante de nosotros?”, “es una pena que las fotos no guarden el aroma del bosque” ... Y así continuaríamos. La imagen que nos permite revivir mejor el recuerdo es aquella en la que salimos todos juntos con una bella panorámica detrás. Tal vez un diario nos hubiera ayudado. Un simple diario de naturaleza, con bocetos y notas sobre pensamientos, sentimientos y ubicación, es quizás la mejor herramienta para activar una memoria de forma precisa y vívida. Aunque pocos nos aventuremos en un territorio desconocido, y muchos tal vez nunca exploremos comarcas o países vecinos, las aventuras de tipo natural están disponibles en las afueras de la ciudad. Y a pesar de que el descubrimiento de una libélula que lucha por liberar sus húmedas y delicadas alas de su piel de ninfa puede no ser un nuevo descubrimiento científico, podría convertirse en una revelación inédita para nosotros digna de ser registrada.

 

 

Un diario de naturaleza es un espacio para registrar nuestros encuentros con el mundo natural, desde lo cotidiano hasta lo sublime. Los bocetos, independientemente del grado de talento artístico con el que se esbozan, nos obligan a mirar de cerca y observar la naturaleza como realmente es. La naturaleza es compleja y en nuestra limitada capacidad como seres humanos para entenderla, a menudo somos rápidos para categorizarla y sentir que la conocemos.

Para muchas personas, los árboles vienen en dos categorías, los de hoja perenne y los de hoja caduca. Si bien esta es una forma precisa de dividir todos los árboles, no es suficiente para la tremenda diversidad vegetal. Cualquier árbol con hojas semejantes a agujas se clasifica simplemente como “pino” y no nos damos cuenta si se trata de un pino negral, silvestre o rodeno, o quizá un cedro, o tal vez un tejo. En nuestra prisa por establecer categorías, nos perdemos el conocimiento real, no solo por el nombre de la especie, sino como un árbol individual con cualidades únicas que se revelan solo mediante una observación cuidadosa. Si bien la capacidad de nombrar con precisión objetos en la naturaleza es un regalo maravilloso, puede interferir con nuestra capacidad para aprender sobre ellos.

 

Las visitas a monumentos y museos, las excursiones al campo y los viajes al extranjero eran importantes actividades para la Institución Libre de Enseñanza. La imagen corresponde a una visita al Museo Nacional de Ciencias Naturales (Revista Naturalmente, nº 20)

 

Muchos de nosotros solo observamos la naturaleza en un modo científico. A menudo conocemos a un animal por su nombre científico, podemos relacionar su historia vital y saber dónde se encuentra normalmente, dónde vive, qué come, cómo se comporta. Con demasiada frecuencia, eso es suficiente para satisfacer nuestra curiosidad. El diario de la naturaleza, particularmente el boceto de un objeto o un ser vivo, nos expone a la expresión artística y una forma alternativa de apreciar y disfrutar de la naturaleza. Hacer un dibujo nos obliga a reducir la velocidad para observarlo con cuidado y verlo como realmente es.

Desafortunadamente, la palabra “dibujo” evoca expectativas en las personas, obligándolas a calificarse como artistas o no. Habitualmente, nos vemos en la última categoría. Dibujar es un proceso curioso que está tan estrechamente relacionado con ver, que los dos difícilmente se pueden separar. Después de todo, cualquiera puede dibujar. Dibujar es simplemente hacer marcas en el papel y todos somos capaces de hacerlo. Es “el ver” lo realmente difícil. Es nuestro poderoso impulso de clasificar la naturaleza lo que dificulta nuestra capacidad de verla. Sin embargo, con esfuerzo y práctica, podemos sintonizar con nuestro lado creativo. Ver la naturaleza claramente nos libera de crear moldes, y dibujar nos obliga a hacer observaciones precisas que nos permitan identificar mejor las cosas en la naturaleza.

 

 

Cada entusiasta del aire libre, ya sea profesional o aficionado, se esfuerza por aprender más sobre el mundo natural. Muchos de nosotros mantenemos, de una forma u otra, listas de animales observados y las diversas flores silvestres, arbustos y árboles que podemos identificar. Todos, sin embargo, nos quedamos a veces perplejos por algo que no podemos identificar. A menos que seamos agraciados con una memoria fotográfica, confiar solo en la memoria para identificar posteriormente este objeto recién encontrado puede ser extremadamente frustrante. Si se trata de una flor silvestre, conviene registrar las observaciones escritas sobre el lugar en el que la encontramos: tipo de hábitat, topografía del terreno, dirección de la pendiente, la fecha y notas sobre el tamaño, el color y la forma. En la identificación posterior, este tipo de notas detalladas, complementadas con un boceto, nos ayudarán a identificarlo con precisión y luego agregarlo a nuestra lista de logros.

El proceso del diario de naturaleza funciona bien aquí de dos maneras. Primero, el descubrimiento es un viaje personal, que se recordará mejor que si alguien simplemente lo “etiquetara” para nosotros. Segundo, nos queda algo más que un nombre. Ahora “conocemos” el objeto y tenemos un registro escrito que no solo servirá para refrescar la memoria de esa flor silvestre en particular, sino también para una caminata de primavera en el bosque. Más adelante, podremos revisar nuestros diarios y “redescubrir” nuestros primeros encuentros con nuevos objetos. Como beneficio adicional, una sola página de nuestro cuaderno de campo a menudo evoca recuerdos de hallazgos ocurridos hace más de diez años. De repente, la flor silvestre recién encontrada es recordada junto con los compañeros de caminata, los aromas que encontramos en aquella ocasión, lo que comimos para el almuerzo e incluso algunas de las historias que contamos luego.

En nuestras ajetreadas vidas es difícil sacar suficiente tiempo libre para conocer algo. A menudo, nuestras observaciones solo pueden realizarse mientras estamos sentados tranquilamente, agachados o tumbados boca abajo para ver mejor algo pequeño. El diario de campo nos da permiso para reducir la velocidad y nos brinda un momento de tranquilidad para disfrutar de la naturaleza. En ocasiones, los bocetos de campo se deben realizar con premura para captar la esencia de algo, como un animal que se oculta en la espesura, por ejemplo. Se trata de hacer un borrador, incluso sin mirar, para capturar rápidamente el movimiento del animal en el papel. Estos bocetos rápidos sirven luego como recordatorio de la esencia y vitalidad de la criatura y pueden ser utilizados para crear dibujos más precisos y detallados.

Páginas de "Rapaces nocturnas", uno de los cuadernos de campo utilizados por Félix Rodríguez de la Fuente (Ed. Marín)

 

Otra recompensa del diario de naturaleza es su capacidad para aumentar nuestra conciencia del mundo natural. Identificar con éxito una flor silvestre, un hongo, un isecto o un árbol abre un mundo completamente nuevo de objetos naturales para explorar y conocer. Después de descubrir un objeto, a menudo nos asombramos de cuántas veces lo encontramos y nos damos cuenta de que debemos haberlo visto muchas veces antes, completamente ajenos a su existencia. Un diario de naturaleza es el compañero perfecto para poder disfrutar más de nuestras experiencias al aire libre. No debemos preocuparnos por las cámaras caras y los trípodes. Podemos estar bien equipados con solo un cuaderno y un lapicero. No seamos demasiado exigentes con el formato. Algunos utilizamos viejas agendas escolares o libretas que apenas fueron usadas.

Llevemos estos artículos en la mochila y tendremos nuestro propio equipo personal de registro de la naturaleza. Aunque no se trate de un documento histórico, el cuaderno de campo servirá como registro personal de nuestras vivencias al aire libre, permitiéndonos revivir recuerdos con precisión cada vez que lo abramos.