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Mensajeros de vida
El banco de pequeñas flores es más hermoso que cualquier jardín formal, precisamente porque no tiene orden ni guion. Prímulas, narcisos trompones, botones de oro y varias clases de margaritas se esparcen al azar entre una multitud de otras especies, exactamente a la manera de los pastizales ricos en flores. La coloración oscila del blanco níveo al dorado resplandeciente, en claro contraste con el verde intenso de la pradera. Me detengo unos minutos en su contemplación. Creo que no hay fotografía ni película capaces de representar fielmente semejante belleza. Por eso trato de grabar en la memoria algo que acaso no se ofrecerá a mis sentidos con tal intensidad.
Es el momento tan esperado por una miríada de insectos que vuelan o caminan de flor en flor. Las mariposas despliegan su espiritrompa para obtener la recompensa azucarada en el nectario, al tiempo que el polen se adhiere a su probóscide. Se desplaza a otra flor, e inadvertidamente deposita los granos de polen en el lugar correcto para la reproducción. Mensajeras de vida.
Aurora (Anthocharis cardamines)
Es en estos días en que las horas de luz solar son más que las nocturnas, en que los campos y las copas de los árboles recuperan poco a poco esos olvidados tonos verdes, en que la tibieza del aire remite una invitación a pasar más tiempo en contacto con la naturaleza… En estos días cualquier sencilla flor al borde del camino adquiere un valor que con demasiada frecuencia no alcanzamos a apreciar. Tal vez convendría seguir el ejemplo de los japoneses. Ellos practican lo que llaman hanami, palabra musical donde las haya, aunque no forme parte de nuestra lengua materna. Entre las virtudes que adornan el carácter de ese pueblo oriental, se encuentra un gusto especial por el diseño de jardines, la dulzura de sus composiciones musicales, la sensibilidad de sus reflexiones reflejadas en breves y hermosos poemas —haikus—, o su singular querencia por la contemplación de las flores. Esta podría ser la mejor traducción de la palabra hanami.
Semejante forma de mantener y reforzar nuestros vínculos con la naturaleza puede llevarse a la práctica en cualquier lugar, en el momento apropiado. El lugar podría ser el que cada cual escoja como su preferido, no demasiado lejos de casa, que no es necesario, pero sí lo suficiente para que nos permita olvidarnos por unas horas de la pantalla del ordenador o el móvil. El momento, ahora, por qué dejarlo para luego, si es tiempo de nuevas luces y renaceres. Salgamos al parque o a ese río que pasa cerca de la ciudad, o al bosque que espera a pocos kilómetros. Seguro que no tardaremos en encontrar motivos para desplegar los cinco sentidos y deleitarnos con la contemplación de esos bellos milagros de la naturaleza que son las flores. Mensajeras de vida.
Jardín japonés
Otro tanto sucede con esos trinos que se descuelgan de la enramada. Y tampoco es preciso buscar a los grandes solistas. Los gorjeos de un humilde gorrión provocan el mismo efecto. Son manifestaciones de formas vitales que nos brindan un relajante descanso mental frente al desconcertante torbellino de noticias sobre problemas ambientales, políticos, económicos, laborales… Esas pequeñas flores, los primeros brotes de la temporada, los rumores de aguas, las músicas silvestres, mensajeras de vida, atraen a quienes buscan los signos de renovación de la naturaleza. Pero, ¿realmente ansiamos dar con ellos? ¿Cuántas veces hemos pasado de largo ante su presencia? Cabe desear que la comunidad de personas interesadas en estos simples anuncios, en descubrir el rostro cambiante de la naturaleza, sea cada vez más numerosa.
¿Por qué son tan evocadores los colores y aromas de las flores? ¿Qué hace que su forma o delicada textura permanezcan grabadas en nuestra memoria durante tanto tiempo? ¿Qué nos empuja a sentir por ellas la misma atracción que la miel a las moscas? Ignoro si habrá una respuesta científica a estas cuestiones, pero algo podemos tener claro: la serena admiración por la naturaleza transmite al cerebro mensajes que serán difíciles de olvidar, una sensibilidad que estimulará recuerdos y vivencias que nos permitirán observar el mundo que nos rodea de otra manera. Un regalo para quienes aman la naturaleza y desean reforzar vínculos con los mensajeros de vida.