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Blog

Pajareando

Relación con la Naturaleza

Fue un día cualquiera de esta primavera, no hace mucho. Había puesto comida para los pájaros en determinados lugares del jardín de casa. Iba de una ventana a otra tratando de sorprender algún visitante y en una sola mañana habían llegado hasta once especies diferentes, desde la urraca o la tórtola turca hasta los gorriones molinero y chillón o el verdecillo, pasando por el colirrojo tizón, el lúgano, el herrerillo común, el carbonero común, el pinzón real y la collalba gris, que creo que defiende su nido entre unas piedras no lejos de allí.

Sin pretenderlo, estaba practicando la ancestral observación de aves de la que tanto se beneficiaron nuestros antepasados más remotos. Estaba pajareando, observando aves en su medio por puro deleite, aunque una mente más científica diría que estaba practicando la ornitología. Este sencillo análisis de lo que estaba viendo hará que, muy probablemente, se queden en mi memoria los nombres y las imágenes de esas aves. Bonita e instructiva afición que puede llegar a convertirse en una sana y gratificante obsesión que me gustaría compartir proponiendo unas sencillas estrategias para atraer a las aves por medio de comederos. Las personas interesadas podrán encontrar numerosas alternativas en el comercio y en la red, pero con las que vienen a continuación nos quedará la satisfacción de haberlo hecho con nuestras propias manos.

Empezamos con las más sencillas, si es que las demás pudieran tener algún amago de dificultad, que espero que no. Eso sí, todas admiten múltiples variantes y mejoras a gusto de quien se anime a intentarlo.

Podríamos decir que el número 1 es una especie de brocheta de cacahuetes, pues se trata simplemente de ensartar unos cuantos de estos frutos en un alambre terminado en gancho por el se podrá colgar en la rama de un árbol o un arbusto o tal vez bajo el alero de un tejado.

El número 2 es bien fácil de hacer: un palo embadurnado con miel y rebozado con comida para pájaros que, atado con un fuerte hilo, se cuelga igual que el anterior.

Para el número 3 necesitamos una de esas redes en las que suelen venir las cebollas, naranjas, limones y otros productos, y que debemos rellenar con migas de pan, para colgar finalmente en el lugar deseado.

Y el comedero número 4 es de lo más humilde: un palo que clavamos en el suelo del jardín sobre el que insertamos un trozo de fruta —podemos elegir la que queramos—, cuyo dulce sabor atraerá sin duda a nuestros amigos los pájaros.

Pasamos a la siguiente serie de comederos, que ya nos viene a exigir una mínima destreza manual, aunque los materiales siempre podrán ser de desecho.

El número 5 consiste en una tabla de madera en cuyos bordes se pegan o clavan unos listones. En cada esquina se enroscan unas pequeñas hembrillas en las se atan unos hilos de bramante, que confluyen en uno para atarlo donde queramos colgar el comedero. Si lo preferimos, podemos colocarlo sobre una superficie fija o incluso instalarle un pequeño tejado.

Para los números 6 y 7 utilizamos una botella de plástico del tamaño que queramos. En la primera se practican dos pares de agujeros a diferente altura en los que se colocan unas cucharas de madera sobre las que irá cayendo la comida y que servirán a nuestras aves para apoyarse. Luego se rellena la botella con comida. El corte que se practica al número 7 debe ser amplio y servir para que el ave se pose en el propio borde de plástico y meta la cabeza.

Y terminamos con los comederos 8 a 10.

El número 8 es una piña que colgaremos en el lugar elegido. Previamente hacemos una mezcla de margarina y comida para pájaros con la que untaremos las escamas. Si rellenamos con esta nutritiva masa las grietas de un árbol, no será extraño que se acerquen el trepador azul o el agateador común.

Para hacer el número 9 necesitamos un envase de cartón en el que cortamos varias ventanas por las que se podrán asomar los pájaros para comer. Si queremos mimetizar nuestro comedero, solo tendremos que pegar en las paredes hojas o líquenes.

Por último, el número 10 consiste en un plato (que puede ser de plástico rígido) sobre el que pegamos invertido un vaso, también de plástico, en el que practicamos unas incisiones en forma de arco para permitir el paso de la comida, que hemos introducido por otro pequeño agujero hecho en la base del vaso. Como en el comedero anterior, podemos mimetizar el conjunto para que no desentone con el entorno.

Bien merece la pena tomarse una pequeña molestia por acercar la biodiversidad a nuestro hábitat más cercano. Ya solo faltará aguzar los sentidos para apreciar su cercanía. La experiencia es altamente placentera y gratificante.