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Sal
Como cada invierno, los camiones y el personal de mantenimiento de nuestras carreteras acuden puntuales a la cita de dispersión de toneladas de sal para evitar posibles placas de hielo en el firme. Aprovechemos la ocasión para analizar sus efectos sobre las plantas.
La salinidad es un gran enemigo de las plantas y afecta cada aspecto de su fisiología y su metabolismo. Las plantas no toleran bien la sal ya que compacta los suelos e impide que los vegetales puedan absorber el agua y los nutrientes disueltos en ella. Es curioso, pero a pesar de que el suelo está regado, la planta da síntomas de pasar sed. Esto se debe a la ósmosis. El caso es que tiene humedad pero como si no la tuviera. El agua no puede entrar dentro de los pelos radiculares debido a la alta concentración en sales del agua. Por otro lado, las plantas no toleran la presencia de ciertos minerales, especialmente el cloro y el sodio. El cloro se acumula en los tejidos resultando tóxico, mientras que el sodio produce terrenos con una aireación e infiltración deficientes.
La sal también puede penetrar directamente por las hojas cuando el terreno es muy salado y el viento mantiene la sal en suspensión o la deposita encima de las plantas. Esta sal las debilita favoreciendo el ataque de las plagas. El efecto de la sal es peor cuando las plantas salen de su letargo invernal, momento en que necesitan absorber muchos nutrientes. Durante el invierno el efecto es menor. Los síntomas son muy parecidos a los de la sequía: hojas con poco vigor, coloración amarilla antes del otoño, márgenes de las hojas marrones, brotes jóvenes marrones o inhibición del crecimiento de la planta.
Tal vez tengamos la curiosidad de averiguar si un suelo es salino, bien de forma natural, bien por haberle añadido este compuesto de modo artificial. Para ello se puede realizar un sencillo experimento: siembra unas cuantas judías; si germinan y se ponen las hojas de color púrpura en lugar de verde, es que es un suelo salino. Esta planta es muy sensible a la salinidad y nos sirve como "indicadora".
El caso es que hay un amplio cortejo de plantas, árboles, arbustos y hierbas, que son capaces de adaptarse a las condiciones salinas del terreno. Son las plantas halófilas, y entre esas adaptaciones figuran las siguientes: retraso en la germinación y/o maduración ante condiciones desfavorables, acortamiento de la época de crecimiento (en plantas anuales), engrosamiento de la cutícula para reducir la transpiración, disminución del tamaño de las hojas para reducir la transpiración, suculencia en hojas y/o tallos (por acumulación de sales), reducción en el número de nervios y estomas, formación de glándulas o pelos excretores y retraso de la floración.
Las plantas situadas junto a las costas o las emplazadas junto a las carreteras en lugares fríos son las que deben soportar unas condiciones de salinidad más elevadas. Las primeras por la cantidad de sales del sustrato o del medio ambiente. Las segundas por la sal que se echa sobre el asfalto para impedir que se forme hielo. Por lo tanto, en estos ambientes habría que descartar las plantas que no sean tolerantes a la sal. En las carreteras habría que mejorar el drenaje de las cunetas limpiándolas bien para que no se retenga agua y se deposite la sal. También habría que proteger las cunetas con especies tolerantes para evitar la erosión: aligustre, robinia, pino carrasco, higuera, jaras, adelfa, taray, gayomba, romero, retama, junco común o la mayoría de las cactáceas, entre otras muchas especies. Tal vez ahora podamos entender la presencia de algunas de las citadas en los márgenes de carreteas o en las medianas de las autovías.
Adelfa (Nerium oleander)
La cuestión es si no deberíamos seguir el ejemplo de otros países en los que esta práctica de dispersión de sal está prohibida, ya que hace tiempo entendieron los problemas ambientales que provoca sobre los suelos, especialmente los destinados al cultivo. Es esas latitudes, más habituadas a los hielos y las nevadas, además de tomar medidas en la conducción o de utilizar neumáticos especiales, en lugar de sal aplican una mezcla de tierra y gravilla que consigue crear diminutas bolsas de aire que aumentan el punto de congelación del asfalto.