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Un poder especial

Relación con la Naturaleza

Vivir como un humano hoy en día encierra una paradoja. Según estimaciones hechas en 2018 por la Organización de las Naciones Unidas, aproximadamente el 55% de la población humana vive en áreas urbanas, una proporción que se prevé aumente al 68% en 2050. Para 2045, según un informe anterior, más de seis mil millones de personas se amontonarán en las ciudades. Las personas acuden a las urbes por razones muy comprensibles: más oportunidades de trabajo, más alternativas, más cultura y diversidad cultural, comunidades más grandes. Sin embargo, y esta es la paradoja, el hecho de vivir en un entorno urbano abarrotado, de paredes de hormigón y de zonas verdes a veces reducidas y pobres nos aleja de nuestra esencia, nuestra necesidad primordial de estar cerca de la naturaleza.

Pasamos aproximadamente el 90% de nuestro tiempo en interiores —hogar, trabajo, ocio— donde las concentraciones de algunos contaminantes del aire pueden ser de 2 a 5 veces más altas que en el exterior. Esencialmente, pasamos nuestras vidas en jaulas respirando mal aire, viciado. No hay suficiente inmersión en espacios verdes. No es de extrañar que muchas ciudades se tomen en serio el paisajismo, agregando parques y áreas verdes siempre que sea posible. No podemos romper el vínculo con nuestro pasado evolutivo, con nuestros orígenes. Después de todo, somos animales, y es difícil olvidar eso, incluso rodeados de paredes, metal, vidrio y pantallas. Si no somos conscientes de ello, tendremos que pagar un precio, a menudo con la salud y la calidad de vida.

 

 

Parece, sin embargo, que entramos en un tiempo de auténtica cuarentena, donde aburridos, solitarios y atrapados en el interior pueden ser la nueva normalidad. Entre la contaminación del aire, la incertidumbre de un clima cambiante y la propagación de misteriosos virus, nos sentimos cada vez más inseguros y volubles. Desde la comodidad de nuestro hogar, pedimos la comida a domicilio en lugar de ir a un restaurante, consumimos televisión en lugar de ir al cine, hablamos con nuestros amigos en el chat grupal en lugar de reunirnos en el parque o en la calle, y hacemos ejercicio en casa, siguiendo un tutorial de youtube. Cualquiera diría que no hay incentivos para salir y que solo una hora fuera es suficiente para arruinar el día. ¿Debemos habituarnos al hecho de pasar cada vez más tiempo encerrados?

Japón es el país con mayor densidad de población en el mundo, pero también vastas extensiones de bosques —alrededor de 8.000 km2—. Allí una antigua tradición trata de compensar la presión de la vida urbana. Se conoce como shinrin-yoku, “baño de bosque”, una práctica que consiste en pasar largos periodos de tiempo con los árboles para lograr muchos de sus beneficios para la salud. Esta práctica fue presentada por el Dr. Qing Li (1) en la primavera de 2018. Hay otros libros que abordan ese poder especial del bosque para hacer que podamos reconectar con nuestro propio yo. Cualquiera, con un cierto grado de esfuerzo, puede encontrar una manera de mezclarse con la Naturaleza, en la ciudad o no. No hay razón para sentirse extraños en medio del bosque, pues estaremos rodeados por seres vivos, tan vivos como nosotros.

 

 

Más allá de los resultados científicos, el contacto con la Naturaleza no debería ser tan sorprendente. ¿Quién no ha sentido una sensación de bienestar interior cuando camina por un sendero del bosque, viendo cómo el sol se filtra a través de las hojas para crear notables juegos de luz y sombras en el suelo? Tomamos estos paseos para sentirnos rejuvenecidos, más en sintonía con nuestros cuerpos, para refrescar nuestras mentes. Entrar en un bosque, sea del tamaño que sea, o pasear junto a un arroyo o ascender hasta la cima de un monte, posee un poder especial, algo así como presionar un botón de reinicio de la vida, restablecer la conexión con nuestras necesidades más profundas. Es difícil no sentir algo visceralmente significativo cuando nos rodeamos de árboles, lejos de los sonidos y olores artificiales de la vida urbana.

Después de pasar la mayor parte del tiempo en la vorágine de la ciudad, no deja de suponer un privilegio sentirse atrapado por el bosque.

 

(1) Li, Qing. (2018). El poder del bosque. Shinrin-Yoku. Roca Editorial, Barcelona