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Devastadora huella humana

Valores

Los animales pueden ser hermosos, pulcros, elegantes, poderosos o simplemente adorables, incluso tiernos. Un campo de flores silvestres puede dejarnos sin aliento. William Wordsworth, el poeta romántico inglés más brillante, puso la pluma sobre el papel, y somos más ricos por su poema:

 

Deambulé solitario como una nube
que flota en lo alto sobre valles y colinas,
cuando de repente vi una multitud,
una gran cantidad de narcisos dorados;
junto al lago, bajo los árboles,
agitándose y bailando en la brisa.

 

Deambulé solitario como una nube, 1804 (fragmento)

 

Y miles de turistas visitan los espacios naturales por su impresionante belleza y la vida que atesoran. Por lo tanto, es angustiante cuando los científicos confirman nuestros sentimientos acerca de la huella humana que dejamos. Antes de continuar, conviene refrescar la memoria sobre lo que se entiende por huella ecológica. Según Joaquín Araújo (1), “el concepto en sí es simple y alude a la capacidad de carga de un sistema o de todo el planeta, que los planificadores y las administraciones rara vez toman en cuenta”. Se trata de analizar los recursos necesarios para satisfacer nuestras necesidades y la cantidad de territorio que se precisa para soportar la producción de tales necesidades o caprichos. Araújo resume su alegato diciendo que “para que todos pudieran alcanzar el nivel de consumo de las naciones más ricas, necesitaríamos un planeta tres veces más grande que la Tierra”.

 

 

No todos saben que el calendario está cuajado de celebraciones para recordar la necesidad de cuidar el entorno: el Día Mundial de la Vida Silvestre, el de la Tierra, el de los bosques, el de los humedales, el del agua, el de las aves migratorias… Pero tal vez sí seamos todos conscientes de la responsabilidad que tenemos, empezando por los gobernantes, de conservar el planeta. Y solo hay para eso 365 días. El hecho es que la vida silvestre mundial está bajo una seria amenaza, y en formas que ni siquiera podemos imaginar, sin olvidar el eventual desastre debido a la crisis climática, a menos que el mundo se despierte.

A principios del año 2018, Science, la voz del organismo científico más grande de América, publicó tres artículos que describen el impacto dañino, incluso devastador, de la presencia humana moderna. El primero es un gigantesco estudio global que abarca los cinco continentes. Escrito por más de cien científicos, sigue los movimientos de 57 especies de mamíferos a través del rastreo por GPS de 803 individuos. Encuentra un fuerte efecto negativo de la huella humana en el movimiento animal. Los científicos desarrollan en el estudio un índice de huella humana que comprende múltiples aspectos de la influencia humana: construcciones, tierras de cultivo, pastos, luces nocturnas, carreteras, vías fluviales, ferrocarriles, densidad de población, etc. En el lado animal, notan y separan los efectos de la disponibilidad de recursos y la masa corporal en las largas migraciones: las especies más grandes viajan más lejos que los carnívoros. Las consecuencias para los ecosistemas son graves: extinción de especies, propagación de enfermedades.

 

 

La mayoría de nosotros siempre suponemos que todas las abejas son buenas. Aparentemente no, tal como explican algunos científicos. Entonces, cuando alcanzamos ese tarro de miel, todo depende de su origen. Ese es el argumento de la segunda parte del estudio que evalúa el impacto de las abejas melíferas sobre las abejas silvestres y otros polinizadores. Destacando el rápido crecimiento global en las colonias de abejas cultivadas y la atención dedicada a ellas, los autores creen que este enfoque reduce los esfuerzos para preservar los polinizadores silvestres tan necesarios para las plantas y flores silvestres. Total, que conservar las abejas silvestres no parece ayudar a la vida salvaje (¡).

Los autores del estudio identifican las abejas cultivadas y su producción de miel y la polinización de cultivos comerciales como un problema agrícola, no ecológico. Abogan por la restricción de las colmenas de miel administradas en áreas ecológicas protegidas para reducir sus efectos nocivos y señalan que la mitad de todas las abejas silvestres europeas están en peligro de extinción.

 

 

Y si alguna vez nos hemos preguntado qué le puede pasar a una bolsa de plástico desechada descuidadamente, la siguiente investigación tiene una respuesta sorprendente y preocupante. El tercer estudio analiza los desechos plásticos que llegan a los océanos, a menudo a través de áreas de captación en ríos que alimentan el océano. Evalúa la influencia de tales desechos en las enfermedades en los corales formadores de arrecifes. Los autores analizan 159 arrecifes de coral en Asia-Pacífico, una región que contiene el 55,5% de los arrecifes mundiales y el 73% de la población humana que vive dentro de los 50 km de la costa, alrededor de 250 millones de personas.

Se estima que de 4,8 a 12,7 millones de toneladas de desechos plásticos contaminan los océanos cada año. Un modelo basado en una cifra alta de 8 millones estima que más de una cuarta parte está llegando de solo diez ríos, ocho en Asia. De estos, el Yangtze solo arroja 1,5 millones de toneladas cada año. Los desechos del río son el resultado de una mala gestión y claramente se pueden reducir al contar con recursos y mejores prácticas de recolección y eliminación de desechos.

En los océanos, los microbios se suben al plástico, viven más y aumentan sus posibilidades de aterrizar en un huésped desafortunado. Los autores del estudio han medido artículos de plástico por cada 100 metros cuadrados. El recuento puede variar de un mínimo de 0,4 en Australia a un máximo de 25,6 en Indonesia. El tamaño de la población humana en las regiones costeras y la buena o la mala gestión de la eliminación de desechos plásticos son factores que influyen en la cantidad de desechos que llegan al agua.

 

 

Los autores estiman que el 80% de los desechos plásticos marinos se originan en tierra, lo que ofrece la posibilidad de una reducción significativa a través de una mejor gestión de los desechos. Desarrollan un modelo de predicción que muestra que para 2025 —mañana como quien dice— el desperdicio casi se duplicará en países de bajos ingresos como Myanmar, pero solo alcanzará el 1% en Australia. En total, estiman que unos 11 mil millones de artículos de plástico se hallan enredados en los arrecifes de la región de Asia y el Pacífico y esperan que el número aumente un 40% para 2025 sin una intervención más fuerte de gestión de residuos.

Por lo tanto, la conciencia pública aquí podría ser un factor crítico. Nuestra huella ecológica amenaza a numerosas especies en todo el mundo. En conjunto, estos estudios transmiten una severa advertencia. Muestran que la degradación ambiental es la promesa de un futuro sombrío en el que la vida silvestre de los mamíferos está amenazada, los polinizadores silvestres y, en consecuencia, las flores y plantas silvestres, son escasos, y los hermosos arrecifes de coral sucumben a las bacterias transportadas por desechos plásticos que agotan las pesquerías apoyadas en los arrecifes. Este es nuestro legado a menos que demos un paso atrás para reevaluar los deseos humanos y minimizar su impacto en el medio ambiente.

 

(1) Araújo, J. (2004). La ecología. Contada con sencillez. Maeva, Madrid.