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Difícil convivencia

Valores

 

Un día cualquiera de verano. Madrugada. Algo más de una hora para la alborada, no hace mucho. Convencido de que caminar todos los días a paso acelerado es un buen ejercicio físico y mental, se encuentra el caminante dando vueltas en un parque céntrico de la ciudad. El silencio apenas queda interrumpido levemente por el susurro de la fronda movida por la brisa, algún vehículo de reparto y, ocasionalmente, jóvenes que vienen de cerrar los bares de copas y se desahogan como pueden entre los arbustos. En un momento del recorrido coincide con una mujer con tres perros, sueltos. No es la primera vez y, la verdad, nunca han causado problemas al caminante, salvo la incomodidad que supone lo que considera una invasión del espacio público allí donde los niños juegan con la arena o los columpios. Por no hablar de aquellos perros que se erigen en propietarios de ese espacio y gruñen o ladran al primero que pasa.

 

 

Esto es lo que ocurre ese día, un gruñido ante la presencia de un caminante extraño. La desazón de este crece, y cuando el perro se aproxima y le roza con el hocico, la mujer le reconviene —muy suavemente, eso sí, no vaya a ser que se sienta maltratado—:

—¡Quieto! Te tengo dicho que no melestes a las personas.

—Si fueran atados, no pasaría —el caminante se vuelve molesto.

—No, perdone, pero ahora pueden ir sueltos —responde ella.

—¿En el parque y en la vía pública? —el enfado del caminante es evidente y crece.

—Sí, que lo dice la Policía Local.

—¿Entonces tenemos que irnos los demás? —se aleja incrédulo el caminante, mientras la mujer se va con sus tres perros, sueltos, hacia la zona de juegos infantiles.

La incertidumbre y el cabreo obligan al caminante a realizar una consulta en internet para buscar lo que dicen las ordenanzas municipales al respecto, y encuentra esto:

 

En todas las vías públicas, en los jardines de la ciudad, en las zonas de los parques verdes utilizados mayoritariamente por los ciudadanos para su esparcimiento y en los accesos y lugares comunes de los inmuebles (portales, escaleras, ascensores, rellanos, etc.), solamente se permitirá la circulación de los perros cuando vayan atados con cadena o correa y conducidos por persona responsable capaz de su control, debiendo ir provistos de su tarjeta o placa de identificación censal.

En aquellos espacios en los que exista una zona acotada para paseo y juegos infantiles no se permitirá el acceso de animales domésticos.

 

 

Es el artículo 261 de la ordenanza municipal de medio ambiente, que habla del tránsito de animales de compañía, y añade:

 

Se admitirá que, para su esparcimiento, los animales puedan estar sueltos en aquellos espacios no detallados en el apartado anterior, siempre con la presencia próxima de la persona responsable del animal y bajo su control.

 

El caminante parece quedarse más tranquilo, pero sigue fastidiado porque se siente engañado, no sabe muy bien por quién, si por la mujer o por la autoridad responsable de hacer cumplir la ordenanza. Y es que en varios puntos de su recorrido dentro del parque se hallan instalados carteles como este:

 

 

Los otros no se ven tan claros; debe ser que quedan destinados para la libre expresión de los ciudadanos ejemplares. Uno de esos carteles está precisamente en el lugar donde el caminante coincidió con la mujer que llevaba tres perros. ¿O eran tres perros llevando a una mujer? No es para tomárselo a broma, y por eso el ciudadano paseante decide escribir un mensaje de correo a la policía local con la intención de salir de la duda. Han pasado varias semanas y aún espera respuesta.

A alguien debería ocupar y preocupar esta incertidumbre generada por la difícil convivencia. Al caminante se ocurre que una solución, tal vez, podría ser velar por el cumplimiento de la norma. Aunque, si alguien se decide, debería hacerlo con moderación, no vaya a ser que se incorpore un artículo por el que los paseantes se vean obligados a andar sueltos fuera de la ciudad para caminar, sin contar con la presencia próxima del animal responsable de la persona. Me cuenta el caminante que espera no haber dado una genial idea…