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Homo hurañus

Valores

Ya dije en alguna ocasión que la mayoría de los mortales vamos a hombros de gigantes, y uno de los que está teniendo mayor repercusión en mis aún escasos conocimientos sobre medio ambiente es el acreditado biólogo Edward O. Wilson, que tantas veces ha paseado su sabiduría por este humilde espacio. Y es que la naturaleza sigue donando graciosamente sus lecciones vitales, aunque solo a duras penas nos vamos aprovechando de ellas. Veamos el caso de los seres sociales.

La capacidad de vivir en asociación con otros seres semejantes, en una organización basada en el reparto altruista del trabajo, fue una de las principales innovaciones en la historia de la vida. Este hito supuso un avance comparable a la conquista de la tierra por animales acuáticos que respiraban aire, o a la conquista del agua por animales terrestres, o a la conquista del aire por animales que inventaron el vuelo.

La vida en sociedad, sin embargo, fue una rareza, una ocurrencia poco común que han llegado a experimentar un puñado de especies de animales, la humana entre ellas. Aunque no todos los humanos están preparados para asumir esa vida social. Algunos especimenes no parecen saber aprovechar las oportunidades que ofrecen diferentes tipos de innovaciones y, como vemos, la vida en sociedad es una innovación. Su mente se cierra a cal y canto por el inmovilismo de sus ideas, su intransigencia. Poco a poco se convierten en seres asociales porque son incapaces de relacionarse, de aportar nada positivo a la sociedad, de ser altruistas o de sentir agradecimiento por lo que aportan los demás.

Al utilizar el término altruista quiero decir que alguien es capaz de sacrificar alguno o algunos de sus intereses personales en beneficio del grupo. Estos individuos son solitarios —que no es lo mismo que buscar la soledad como terapia mental—, se aborregan, pierden las ocasiones que la vida en sociedad ofrece, se muestran distantes y fríos, y apenas son capaces de levantar la mirada de su propio ombligo.

Si acudimos al Diccionario de la Lengua, encontraremos que el término huraño procede del latín foraneus, extranjero, y por tanto, extraño, ajeno a los demás. De ese mismo vocablo ha derivado hurón (Mustela putorius furo L.), un pequeño mustélido de cuerpo ágil y flexible que, contrariamente a lo que podría parecer, es un animal tremendamente social. Pero el DRAE también dice que un hurón es una “persona que averigua y descubre lo escondido y secreto”, así como una “persona huraña”. ¿Cómo casa esta denominación con el tipo de vida social del hurón? Tal vez la respuesta pueda estar en que se trata de una subespecie del turón (Mustela putorius L.), capaz de ocultarse en cualquier lugar, por angosto y oscuro que parezca, para acechar a sus víctimas.

Pareja de turones (Fuente: Wikimedia Commons)

 

Sin duda lo que vemos de un tipo huraño tiene más que ver con la estrategia de caza del turón, acaso traicionera, solitaria, asocial. En todo caso, a nadie puede extrañar que uno prefiera la búsqueda del silencio y la soledad de los montes antes que toparse con un cabestro de esta calaña, sin duda un paso atrás en la evolución humana.