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Intolerantes
Mirmecólogo. Esa es la profesión que dice tener Edward O. Wilson, al que ya he citado en alguna ocasión, uno de los biólogos y naturalistas más importantes del mundo. Un mirmecólogo es un especialista en el estudio de las hormigas. Interesante dedicación del que es considerado como el más insigne sucesor de Charles Darwin. ¿Qué puede contarnos de interés un mirmecólogo? Es posible que más de lo que nos imaginamos, teniendo en cuenta que las hormigas aprendieron a vivir en sociedad mucho antes de aparecer los primeros homínidos, junto con otros “conquistadores sociales de la Tierra”, abejas, avispas y termes. Wilson sostiene que debemos aprender de los insectos sociales para comprender el origen y significado de la humanidad.
Al principio de su obra La conquista social de la Tierra (Debate, 2012), Wilson dice que “la humanidad es un logro magnífico pero frágil”. Cuesta entenderlo a la luz del papel dominador que ha desempeñado desde sus comienzos. Aunque el género Homo es un recién llegado —hablando en términos de la edad de la Tierra—, se ha dado prisa por asumir el control de la biosfera. Diferentes especies de humanos se han ido sucediendo, adaptándose a todo tipo de hábitats, y una tras otra se han ido reduciendo hasta la extinción, hasta que solo hemos quedado nosotros, los Homo sapiens.
En un apasionante ejercicio de imaginación, Edward Wilson se plantea qué hubiera pasado si no se hubieran producido las sucesivas extinciones de humanos. “¿Derechos civiles para los neandertales? ¿Educación especial para los hobbits (Homo floresiensis, Java)? ¿Salvación y cielo para todos?”
Un breve recorrido por la historia reciente de la humanidad nos puede dar algunas respuestas: la Inquisición, la esclavitud, el exterminio judío, el apartheid, el genocidio tusti, el conflicto palestino, el hambre y la pobreza que consentimos, el problema de los inmigrantes… Poco se puede comentar a esto. Son cuestiones unidas por un hilo común: la intolerancia. La única especie humana que queda es intolerante. Frente a esta visión pesimista de la realidad se puede esgrimir la solidaridad. Es cierto, puntualmente nos mostramos solidarios ante la desgracia ajena, pero insisto, puntualmente, grupos organizados y en momentos determinados.
Es un tema que ya abordé en su momento y no es necesario que me ratifique ahora. Simplemente añadiré una cosa: el paso del supertifón Haiyan nos ha descubierto nuestra verdadera naturaleza. En un planeta en el que alguien puede saber lo que se cuece en la otra punta en cuestión de segundos, la noticia ha llegado tarde y ha pasado a la misma velocidad que el tifón. En algún rincón olvidado y sin interés quedan miles de muertos y desaparecidos, y miles de voces pidiendo ayuda a una sociedad anclada en su propio provecho. El diario francés Le Figaro ha preguntado si la gente estaría dispuesta a ayudar a la población de Filipinas, y la respuesta del 60% de los encuestados ha sido contundente: NO. Definitivamente, nuestro planeta necesita un serio reseteo del ser humano o un nuevo Big Bang.
Es de esperar que la especie que suceda a la que se dice sapiens pueda mostrarle, sin necesidad de exterminarla, el camino de la tolerancia y la solidaridad.
Como seguramente estoy equivocado, tal vez haya quien pasar por UNICEF, Médicos sin Fronteras, Intermón Oxfam, Cruz Roja o cualquiera de las organizaciones que trabajan contra los elementos.