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Para que no tengamos que lamentarlo
No es por falta de inquietud, pero las noticias relacionadas con el medio ambiente durante este pasado verano han sido bastante deprimentes. Todos tenemos en mente eventos cercanos para recordar cómo termina esta horrible historia: el paraíso forestal destruido, el mundo se arruina más, los animales quedan sin hogar, heridos o muertos, las plantas se transforman en tizones. Ver las noticias a distancia es sentirse impotente para intervenir y salvar la biodiversidad.
En medio de la creciente ansiedad climática global, existe una angustia íntima y personal inducida por estos acontecimientos. Otros augurios desesperados son los glaciares que desaparecen, el tráfico de especies, el plástico que nos invade, el agua que nos falta… y todos se registran como terrores inquietantes, casi siempre lejanos. Al margen queda la turbadora herencia que vamos dejando. Por tanto, no es solo a nivel metafórico o racional que sabemos lo que les está sucediendo a las criaturas aterrorizadas, quemadas y destruidas en las llamas. Lo entendemos psicológicamente. No es de extrañar que el instinto señale la vía para escapar, con la esperanza de que un héroe cósmico nos salve, especialmente comprobando que los gobiernos del mundo parecen tan poco interesados.
Fuente: nvinoticias.com
La periodista australiana Van Badham (1) se plantea si realmente podemos salvar al mundo. Llevados por el pánico o la necesidad de rescatar la biodiversidad en todas partes, cabría preguntarse si podemos regenerar todos los bosques, recuperar tanta vida perdida. Se insinúa que los incendios interesan a los objetivos económicos o políticos de según qué gobiernos. Independientemente del daño causado, millones de hectáreas de bosques locales se enfrentan a la destrucción por medios deliberados para 2030. Esto significa que tres cuartos de las especies ya amenazadas probablemente perderán lo que queda de su hábitat. La ONU informa que un tercio de los gases de efecto invernadero son atribuibles a la limpieza de tierras para la agricultura. Pero algunos gobiernos responden debilitando la limpieza de tierras y no castigando las infracciones.
La horrible paradoja es que la deforestación en sí misma impulsa la quema de más bosques. Y esta es la razón por la cual los gobiernos deben priorizar tanto la protección del hábitat como la reforestación y revegetación activa, en todos los niveles, en la lucha climática apremiante. El frente de batalla no está solo en salvar los bosques que nos quedan, sino en reverdecer adecuadamente los espacios que la humanidad ya ha ocupado, ya que mientras las áreas de vida silvestre perecen, las ciudades también se están calentando. La vida de las plantas secuencia el carbono y retiene el hábitat y la biodiversidad, pero los árboles también hacen su contribución al enfriamiento urbano, una habitabilidad más necesaria a medida que el clima se calienta.
Fuente: gestion.pe
En muchos lugares hay algunos esfuerzos para hacer esto a escala local, pero en ausencia de una estrategia nacional de liderazgo, el resultado es fragmentario. Los patios traseros, jardines particulares y otros espacios verdes de nuestras comunidades son los únicos lugares donde las personas comprometidas pueden, de hecho, hacer una contribución material para solucionar el problema que es de todos. Tal vez nuestros pueblos y ciudades podrían importar y aplicar proyectos como Gardens for Wildlife, que promueve la biodiversidad urbana, crea vínculos entre jardines y parques urbanos y sugiere prácticas amigables con el medio ambiente en los jardines urbanos, dando consejos sobre cómo convertir la tierra en una contribución para la captura de carbono y la extensión del hábitat. Podríamos imaginar que este proyecto fuera parte de una estrategia nacional coordinada, o que, en lugar de voluntarios, los gobiernos emplearan a personas en la tarea de hacer el trabajo de acción climática en el vecindario. ¿Ficción?
Los acontecimientos se están desarrollando mucho más rápido de lo que imaginamos. La línea entre lo que prevén los científicos y lo que pasa en el mundo es cada vez más delgada. Los eventos extremos de los que se ha estado hablando en fechas recientes se están convirtiendo en parte de nuestra experiencia cotidiana, temporada tras temporada, año tras año en todo el planeta. Tan pronto atravesamos una ola de calor como sufrimos atroces incendios, una persistente sequía o graves inundaciones por una depresión aislada en niveles altos (DANA). Y todavía hay gente que se plantea si realmente esto tiene que ver con la crisis climática.
Fuente:lavanguardia.com
Lo que esperamos ver en el futuro se está desarrollando en este momento. ¿Qué más tiene que pasar para que reaccionemos? Precisamente porque se difunden ideas peligrosas, sería importante seguir adelante, donde podamos, hacer frente a lo que nos asusta en lugar de darle la espalda. El tiempo nos apremia para reconstruir nuestro planeta vivo, calle a calle, barrio a barrio, pueblo a pueblo. Es duro esterarse de estas noticias, pero más duro es no hacer nada. No vaya a ser que tengamos que lamentarlo. Cuanto más nos cerramos en la negación y la inacción, más nos alejamos de la solución. Y esto sería una trampa definitiva para las generaciones futuras.
(1) Can we save the world, one tree at a time?, The Guardian, 10 de septiembre de 2019