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Terminar para empezar
Cuando uno se dispone a hacer balance de un tiempo, debería plantearse previamente si la tarea no le va a provocar un cierto desaliento que se añadirá a los que ya acumula. Sí, tal vez hemos aprendido más sobre la Naturaleza, hemos hecho cosas para saber apreciarla mejor, hemos contado curiosidades, anécdotas, formas de vida… y lo seguiremos haciendo. Quizá hemos progresado adecuadamente en conocimientos, pero seguimos necesitando mejorar en actitudes y sobre todo en saber escuchar. Seguimos teniendo una vida acelerada y a veces —demasiadas— vamos como mulas con orejeras que no nos permiten mirar a los lados. No nos concedemos el lujo de pararnos a observar, a contemplar, a reflexionar, a mimetizarnos con el entorno, a comprometernos con él y sus problemas, de los que somos parte responsable y solución a un tiempo.
Ahora, como si el tiempo y la vida fuesen la tela que tejía y deshacía Penélope en un gesto de fidelidad hacia su esposo Odiseo (Ulises), nosotros, fieles a nosotros mismos, terminamos un año y nos hacemos propósitos al comenzar otro, muchos de los cuales ni siquiera tenemos la menor intención de cumplir. Ya me gustaría que entre los deseos que verán la luz este año se encuentre el de hacer lo posible para que 2016 no sea peor que 2015. Y para lograr este objetivo, ahí van algunas recomendaciones: de vez en cuando viene bien huir del bullicio, buscar la soledad del bosque donde no tiene cabida el estrés, hacer una donación a una ONG, participar en campañas solidarias con el medio ambiente o con las personas, modificar poco a poco nuestro apresurado estilo de vida, evitar la sobrecarga de tareas de nuestra apretada agenda y de nuestra mente, plantar un árbol... Si cada uno de nosotros pone un solo ladrillo en este edificio común, la mejora será evidente, no solo para nosotros, que también, sino para los que nos siguen.
Pero sobre todo, escuchar. Os invito a hacer una sencilla observación. ¿Cuántas conversaciones se mantienen entre dos personas? Mínimo, una, cuando no hablan las dos a la vez. ¿Y en un grupo de cuatro o seis personas? Seguro que en nuestro cuaderno de campo anotaremos entre dos y tres, y muy probablemente en un tono de voz bastante elevado. ¿Por qué? Porque nos gusta ser oídos, porque no hemos adquirido el hábito de escuchar. Pues ese cambio vital es el que propongo para comenzar el nuevo año, y podemos empezar por comprobar cómo le ha ido a la Naturaleza durante el recién terminado 2015. Una reflexión que exige poco esfuerzo. El balance que se presenta no es para tirar cohetes, pero para una próxima ocasión me plantearé el reto de anotar de forma especial las buenas noticias. A ver qué pasa.