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Árboles grandes y vetustos
El suelo es arenoso y reseco. La roca madre se encuentra a pocos centímetros de la superficie. El agua es escasa, y no forma arroyos, ríos o estanques naturales. Según la época del año la encontraremos en mayor o menor medida almacenada en pocas albercas practicadas por el hombre para consumo del ganado trashumante. La procedente de la lluvia hallará mejor acomodo en el subsuelo, pero saldrá por otros lares. El terreno pedregoso y calcáreo, poco apto para la agricultura, se extiende dominado por el pino negral (Pinus nigra) y la sabina albar (Juniperus thurifera). Y a pesar de la aridez del suelo, aquí se asientan algunos de los ejemplares más añejos y monumentales de nuestra Serranía. Es Tierra Muerta.
Comienzo el paseo en la Majada de la Ceja, a unos 900 metros del cruce perpendicular que la carretera de Buenache de la Sierra a la Casa del Prado de los Esquiladores forma con la que enlaza Los Palancares con el Pantano de La Toba. A unos 180 metros se divide el camino. Si tomamos el ramal izquierdo hacia el Norte, dejando a nuestra derecha la cantera abandonada de Araque, encontraremos a unos 600 metros el lugar donde se levanta el Pino del Pozo Cubierto —mal indicado en los mapas—, un sobresaliente pino negral de tronco robusto que a escasa distancia del suelo abre sus garras al cielo.
Regresamos al cruce y seguimos hacia el Este. Ahora la cantera nos queda a la izquierda. Atravesamos un terreno de grandes, magníficos ejemplares de negral y sabina, como la del Perro. Ignoro si realmente es este su nombre, pero para mí ya lo es, pues a ella me tuve que encaramar porque no me apetecía tener un encuentro con un mastín que por allí pasaba al cuidado de un rebaño de ovejas. El paso de ganado es ancestral, como indica el esqueleto de lo que debió ser una cabaña de pastores construida junto a esta gran sabina. Los espíritus curiosos deben saber que no se encuentra junto al camino, sino a unos 250 metros al Sur, tras haber recorrido 600 desde la cantera. La Sabina del Perro me acogió en sus brazos y siempre que pueda le haré una visita.
Continuamos hacia el Nordeste y pronto llegamos a la Casa del Prado de los Esquiladores. Desde aquí parte otro camino hacia el Este que, con las adecuadas indicaciones, nos llevará hasta la Sabina Gorda, en el paraje llamado Majada del Churro. Destaca este árbol, pero no es el único; a lo largo del camino encontraremos espléndidos ejemplares que nos sorprenderán. La Sabina Gorda o Sabinorro tiene un irregular y recio tronco más de 5 metros de perímetro, aunque no es muy alta. Más de 500 años nos contemplan con curiosidad de experta. Pensar en esto provoca en el caminante una extraña sensación de pequeñez.
El camino nos lleva después hacia el Sureste, en el corazón de Tierra Muerta, donde a unos 2 kilómetros nos espera el gran Pino del Tío Rojo, una espléndida mole enhiesta que se empeña en acariciar el cielo con sus 35 metros de altura y casi 4 metros de perímetro. Si este pino viviera bajo el Puente de San Pablo, podríamos bajar por sus ramas y su tronco hasta el suelo. Su edad se estima en no menos de 300 años. Ya sería un jovencito y altanero centenario cuando las tropas de Napoleón hollaron estas tierras. Apreciamos el ancestral paso de los pastores por estos pinares al descubrir varias miereras —coqueras las llaman otros—, huecos que practicaban en los troncos para obtener teas. Una de ellas está en la base de este pino.
Estos egregios árboles son auténticos reservorios de biodiversidad. Cuando estamos conociendo una creciente mortalidad en árboles monumentales en todo el mundo, tener a nuestro lado a estos espectadores silenciosos del paso del tiempo es un privilegio que no sabemos valorar. Algo vetusto es algo viejo, anticuado, siguiendo las indicaciones de la Real Academia; algo rancio y decrépito en la peor de sus acepciones. Pero en el caso de nuestros protagonistas, son la esencia de nuestra Serranía, nuestras raíces, venerables testigos de nuestra historia. Cumplamos con la obligación de rendir tributo a su vigorosa ancianidad con una visita y demos testimonio de respeto y admiración.