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Armonía natural
Terminaba hace un par de semanas intentando hacer un reconocimiento de las muchas bondades del bosque que deberíamos recordar más a menudo. Los buenos ratos que pasamos en él, sedando nuestros castigados oídos merecen una mención especial. Hagamos un ejercicio de escucha, que tanto bien nos hace, y asistamos a un concierto al natural.
Podemos empezar con el pico picapinos, al que ya nos referíamos en otra entrada, aunque omitimos su canto y su tamborileo sobre los troncos.
Raro es el bosque sin carbonero común (Parus major), gran frecuentador de las cajas nido y poco huidizo si instalamos un comedero en nuestro jardín. El sonido de su canto le hace ser nombrado de muy diversas formas. Por ejemplo, aguaquí, por el que dicen los agricultores que predice la lluvia. En Málaga preguntan al carbonero: “Pajarito del agua, ¿va a llover?”. Y el responde: “Sí señor, sí señor, sí señor,”.
Carbonero común
Parecido en su colorido y atrevimiento es el herrerillo común (Cyanistes caeruleus), capaz de colgar boca abajo en las ramas y anidar tanto en cajas como en huecos y agujeros que le ofrece el bosque. Será fácil oírlo en primavera, pero calla en verano salvo en las primeras horas del día. Su contribución a nuestro bienestar como gran consumidor de procesionaria nunca será suficientemente reconocida.
Herrerillo común (Fuente: www.seo.org)
Menos osado y vistoso es el carbonero garrapinos (Periparus ater), propiedades que compensa con un canto claro y agudo, más agradable que el del carbonero común. Aprovecha cualquier agujero en un tronco o en un muro para anidar.
Carbonero garrapinos (Fuente: www.seo.org)
Se cuenta del arrendajo (Garrulus glandarius) que es una de las aves más benefactoras del bosque mediterráneo por su costumbre de enterrar bellotas para cuando haya escasez. El problema es que luego no recuerda dónde las puso y, sin darse cuenta, plantó una encina o un quejigo. Muy tímido y desconfiado, se desplaza de rama en rama y su grito es áspero y sonoro como su nombre.
Arrendajo
Desde antes de entrar la primavera se encarama en lo alto de las ramas el zorzal (Turdus philomelos), también llamado en algunas zonas tordo, que no debemos confundir con el mirlo (Turdus merula). No es difícil que se deje observar atentamente por nosotros mientras se desgañita durante varios minutos.
Zorzal (Fuente: www.seo.org)
Hacia el otoño vuelve a dejarnos para irse a tierras del sur, donde lo reciben a golpe de refranero. “Por San Mateo (21 de septiembre) zorzales veo”, dicen en Córdoba, donde estas aves invaden los olivares para alimentarse de aceitunas. También de aquellas latitudes es el siguiente dicho que expresa a las claras la rivalidad entre zorzales y golondrinas:
—¿Dónde vais, putas, que venís pocas y os vais muchas? —dicen ellos.
—¿Y vosotros, cabrones, que venís pares y os vais nones? —responden ellas.
Lombrices y caracoles son su comida favorita. Nadie se extrañe si en uno de sus paseos encuentra una concha de caracol rota sobre una piedra. Con seguridad el zorzal estuvo allí.
El agua también canta y pone sus notas de fondo a esta armonía natural. Podríamos haber traído como ejemplo un arroyo o una cascada, pero aquí se nos cuela el rumor que causa la calidez del aire sobre el hielo en los últimos días del pasado invierno.