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Cómo se adaptan nuestros bosques al cambio climático

Bosque

Esto de la navegación a través de las redes tiene cosas así. La verdad, la inmensa mayoría de las cosas que uno encuentra carecen de interés, al menos para su difusión entre la gente que se siente atraída por la Naturaleza, pero con relativa frecuencia podemos tener la suerte de hallar un estudio científico escrito de forma clara y comprensible —algo no demasiado habitual, por cierto—. Y de un estudio así, como el que ahora se vierte en las siguientes líneas, se puede aprender mucho, así como extraer algunas conclusiones sugerentes.

El aumento de las temperaturas, las lluvias cada vez más intensas en algunas regiones y los periodos prolongados de sequía en otras muchas son algunos de los efectos conocidos del cambio climático. Pero, ¿cómo reaccionan los árboles ante ellos? Para descubrirlo, un equipo de investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL) y el Instituto Federal Suizo para la Investigación de Bosques, Nieve y Paisajes (WSL por sus siglas en inglés) estudiaron dos de las especies de plantas más comunes encontradas en Suiza y en el resto de Europa: hayas y abetos. El estudio, que fue publicado en la revista Global Change Biology, reveló que cada especie reacciona de manera diferente, con la cantidad de humedad en el aire jugando un papel más importante de lo que se pensaba.

 

Haya (Fagus sylvatica)

 

“Para descubrir cómo se verán los bosques en el futuro, debemos comprender cómo responderá cada especie de planta al cambio climático”, se explica en el estudio, que se llevó a cabo en el Laboratorio de Sistemas Ecológicos de la EPFL (ECOS). Los investigadores observaron brinzales de cinco a siete años de las dos especies durante cuatro años, de 2012 a 2015. Los árboles jóvenes fueron recolectados en las montañas del Jura, al este de Francia, durante los meses más fríos, y luego replantados en tres lugares a diferentes altitudes: en el pequeño pueblo de St. Georges (a 1.010 metros), en el Vallon Arboretum en Aubonne (a 570 metros), y en los terrenos de la Fondation des Bois Chamblard dirigida por la EPFL a orillas del lago Lemán, Suiza (a 395 metros). Un cuarto grupo de brinzales se mantuvo a su altitud original de 1.350 metros y se utilizó como grupo de control.

“Trasplantar estos árboles jóvenes a altitudes más bajas significaba que podíamos simular el impacto de un aumento de temperatura promedio de entre 1 y 6°C, de acuerdo con lo que se prevé ocurrirá de aquí a 2100 en función de una serie de escenarios de cambio climático”, según el estudio.

 

Abeto (Abies alba)

 

Al medir regularmente el tronco de cada árbol y las cuatro ramas principales, los investigadores pudieron estimar la biomasa de los árboles. Notaron que el aumento de la temperatura prolongaba la temporada de crecimiento, esto es, el periodo desde que aparecen las primeras hojas nuevas o las agujas en primavera hasta que se vuelven amarillas en otoño, de manera similar para cada especie. Sin embargo, las dos especies demostraron un crecimiento de biomasa muy diferente. Los hayedos se beneficiaron del aumento de las temperaturas, florecieron rápidamente y se aclimataron más fácilmente que los abetos a las temperaturas más cálidas. “Los abetos son una especie más conservadora y tal vez se adaptan más lentamente”, dice el estudio. “Esto podría tener un impacto inmediato en nuestros bosques, ya que es más probable que las hayas sean predominantes en el futuro”.

Los investigadores no se detuvieron ahí. Querían aprender más acerca de por qué las dos especies crecían a diferentes velocidades, y la razón fue una gran sorpresa. Sus análisis revelaron que no tenía nada que ver ni con la fotosíntesis ni con la cantidad de agua en el suelo. En cambio, todo se debió a lo que llaman déficit de presión de vapor (VPD, vapor-pressure deficit), es decir, la diferencia entre la cantidad de humedad en el aire y la cantidad máxima de humedad que el aire puede contener potencialmente a una temperatura determinada. Esto da una indicación de lo seco que está el aire y de cuánta presión está sufriendo el sistema de agua de la planta.

 

 

Las hojas de una planta contienen poros microscópicos llamados estomas, que regulan la transferencia de gases entre las hojas y la atmósfera. “Las plantas usan estos estomas para absorber el CO2 del aire. Cuando los poros se abren para dejar entrar el gas, el agua escapa de las hojas al mismo tiempo. Este proceso se conoce como transpiración y ocurre porque siempre hay más humedad en la planta que en el aire. Es lo que provoca la succión que extrae agua y savia del suelo a través de las raíces, sube por el tallo y llega a las hojas”, fenómeno que, por cierto, ya fue analizado en este blog.

Cuanto más seco esté el aire, mayor será el déficit de presión de vapor y mayor será el efecto de succión. Cuando hay varios días consecutivos con un alto VPD —algo que ocurre cada vez con más regularidad debido al cambio climático—, las plantas se someten a una presión cada vez mayor. Pero diferentes plantas reaccionan de diferentes maneras, como lo demuestran las dos especies estudiadas. Incluso antes de que no quede agua en el suelo, los abetos cierran sus estomas para evitar más estrés hídrico. Los hayedos, sin embargo, son más tolerantes a este tipo de estrés y esperan más tiempo antes de cerrar sus estomas, lo que les permite seguir absorbiendo CO2 y, por lo tanto, seguir creciendo. Esto les da una ventaja competitiva sobre los abetos.

En el pasado, las temperaturas medias estacionales o anuales y la lluvia se usaban para analizar las respuestas de las plantas a su entorno. Pero esos factores por sí solos no explican por qué las hayas y abetos crecen a velocidades tan diferentes. Lo que hace que este estudio sea verdaderamente original e innovador es que los investigadores tuvieron en cuenta otra variable que a menudo se pasa por alto: el número de horas durante las cuales el VPD estuvo por encima de cierto nivel crítico, lo que indica que la planta estaba experimentando condiciones excepcionalmente secas. Los biólogos ahora intentan expandir su investigación a otras especies, con la esperanza de crear una representación gráfica de cómo serán los bosques de Europa en el futuro, y para ayudar a garantizar que se manejen y utilicen de manera sostenible.

 

 

Una vez leído el estudio podemos preguntarnos en qué afectan sus resultados a los bosques de nuestro entorno próximo, pues carecen de hayas y abetos. Sin embargo, tenemos la posibilidad de realizar un pequeño ejercicio de predicción. Bastaría recordar que el botánico alemán Heinrich Moritz Willkomm (1821-1895) llegó a citar la presencia de hayas en la Serranía de Cuenca (1). Seguramente el clima era más húmedo, pero teniendo en cuenta la capacidad de este árbol para adaptarse al estrés hídrico y al incremento de temperaturas, ¿qué puede impedirle volver a poblar nuestros montes? ¿Será posible que el haya compita con los pinos por el dominio arbóreo?

 

(1) Varios. (2005). Los bosques ibéricos. Una interpretación geobotánica. Planeta. Barcelona.