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Pequeños bosques urbanos y biodiversidad

Bosque

 

Wageningen es una pequeña ciudad holandesa en la provincia de Güeldres. No alcanza los 40.000 habitantes y en ella tiene su sede una universidad especializada en ciencias naturales. Cuenta, además, con una fundación dedicada a la investigación, y en ella colabora Fabrice Ottburg, un ecologista especializado en ciencias y tecnología alimentarias, pesca, política ambiental y zoología, entre otras cosas. Hace un tiempo, Ottburg escribió un artículo sobre los bosques de ciudad. Los bosques minúsculos, decía, son bosques propios de ciudades pequeñas, tan grandes como una pista de tenis, en los cuales se planta una gran cantidad de especies de árboles para obtener la mayor biodiversidad posible. El padre espiritual de este curioso concepto es el ingeniero indio Shubhendu Sharma. El Instituto Holandés para la Educación de la Naturaleza y la Sostenibilidad (IVN) llevó esta idea a los Países Bajos. En 2015, el Groene Woud (Bosque verde) se plantó en Zaanstad, el primer bosque pequeño oficial: 600 árboles de 40 especies. El cercano Gouwse Bos se convirtió en el segundo bosque pequeño, pero se constituyó de acuerdo con una filosofía ligeramente diferente y, en realidad, no es un bosque pequeño. Aquí también se sembraron arbustos y plantas que producían bayas. Los nombres de los pequeños bosques fueron elegidos por los estudiantes de primaria. Tal parece que hay lugares por ahí interesados en integrar a la población local en el diseño de los espacios ciudadanos.

 

 

Estos bosques minúsculos, continúa Ottburg, están creciendo en número. La pregunta es si hacen lo que se pretende que hagan: aumentar la biodiversidad. Para responder a esta pregunta, en 2017, el ministerio holandés de Agricultura, Naturaleza y Calidad de los Alimentos encargó que se realizaran investigaciones durante todo el año. Los estudios esbozaron la biodiversidad de los bosques cada mes con la ayuda de voluntarios, algo que nunca se había hecho antes. Así, el Groene Woud es el primer bosque pequeño del mundo que se ha estudiado durante todo el año en términos de flora y fauna.

Lo sorprendente es que se ha logrado mayor biodiversidad en estos pequeños bosquetes que en los bosques cercanos, tanto en número de especies como en número de individuos. Groene Woud y Gouwse Bos contribuyen a la biodiversidad del área. El hecho de que todo tipo de especies haya logrado convertirse en bosques se debe en parte a que están ubicadas en un parque donde la naturaleza ya está presente. Cabría preguntarse cómo se desarrollarían tales bosques si se establecieran en un entorno más urbano, y cuál es su efecto, por ejemplo, en la calidad del aire, en la gestión del calor en el entorno inmediato y en la capacidad de almacenamiento de agua.

 

 

No estaría mal aplicar el modelo más allá de los Países Bajos. Las posibilidades que ofrecen estos bosquetes son elevadas y la idea podría convertirse en una propuesta con repercusiones intergeneracionales. A veces no resultan fáciles las relaciones entre generaciones. Poner obstáculos entre una generación y otra solo aporta perjuicios, pero allanar vías de diálogo, mejorar la convivencia, favorecer el envejecimiento de los mayores, abrir caminos para los más jóvenes, fomentar la solidaridad y la empatía entre unos y otros, combatir la soledad no deseada o compartir valores contra la discriminación y a favor de la igualdad son algunas de las responsabilidades que nos corresponden a todos, sobre todo si pensamos en las generaciones que nos han precedido y en las futuras.

El bienestar de nuestros hijos y de todos los futuros humanos está amenazado por la actividad humana actual. La justicia y la sostenibilidad merecen un asiento en la mesa cuando estemos discutiendo cómo gestionar nuestros asuntos, a nivel local, nacional y global. Entre todos podemos cambiar las terribles predicciones globales que nos atenazan, y la salud de nuestro entorno está entre los problemas que se deberían abordar. La lección clave es que, si bien la propagación de la deforestación está vinculada con el desarrollo socioeconómico, controlarlo puede depender del desarrollo político. La forma en que tratamos nuestros bosques es fundamental para nuestro desarrollo futuro. Y estos pequeños bosques urbanos pueden ser un buen comienzo para incrementar la biodiversidad y plantar cara al desierto. Incluso al mental.

 

 

Es opinión de Fabrice Ottburg, plenamente compartida por quien traza estas líneas. Salgamos al parque y tratemos de borrar del mapa sonoro el tráfico y el apresurado paso de la gente. Quedémonos con la vida que se oculta en la fronda. Sí, hay vida ahí fuera, pero no somos capaces de apreciarla porque miramos sin ver, oímos sin escuchar. Es muy probable que lo logremos, pero hemos de intentarlo.