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¿Por qué los árboles son importantes?

Bosque

En su libro publicado en los primeros meses de 2017 Hope Jahren (1) nos propone un interesante juego de reflexión. Se trata de mirar por la ventana y comprobar que la mayor parte de las cosas que vemos son obras realizadas por el ser humano: coches, edificios, calles… “Vuelva a mirar por la ventana”, dice, y nos pregunta si vemos algo vegetal. De ser así, estamos contemplando algo que el ser humano es incapaz de crear, una maravilla de la Naturaleza, un regalo para la vista y la mente. Si vemos un árbol desde la ventana, somos afortunados. “Ahora”, añade, “centre la mirada en una sola hoja”, para continuar con esta concluyente afirmación:

“El ser humano no es capaz de crear hojas, pero sí que sabe destruirlas. En el último decenio se han talado más de 50.000 millones de árboles. La tercera parte de la superficie terrestre estaba antes cubierta de bosques. Cada diez años cortamos el 1 por ciento de la totalidad de nuestros árboles sin volver a repoblarlos, lo cual representa el equivalente a la superficie de Francia. De manera que, década tras década, se ha ido borrando de la Tierra una Francia detrás de otra. En un solo día, un billón de hojas son privadas de su fuente nutricia y, por lo que parece, a nadie le importa. Pero debería importarnos por la sencilla razón de que, como seres humanos, estamos obligados a interesarnos: porque ha muerto alguien que no tenía que haber muerto.”

 

 

Y esta es la impresión que le queda a uno observando el desinterés con que nos relacionamos con la vida vegetal, un desinterés que se empecina en demostrar que los árboles —y el resto de formas vitales— nos importan poco. El periodista y escritor Jim Robbins se hacía en abril de 2012 la pregunta que encabeza este artículo, y publicó sus conclusiones en The New York Times. Tratemos de conocerlas.

Los árboles están en las líneas del frente de nuestro cambio climático. Y cuando los árboles más viejos del mundo empiezan a morir, es hora de prestar atención. Los antiguos bosques de pinos de Norteamérica están cayendo víctimas de un voraz escarabajo y de un hongo asiático. En Texas, una sequía prolongada mató más de cinco millones de árboles de sombra en las ciudades en 2011 y medio millón más en parques y bosques. En el Amazonas, dos sequías severas acabaron con varios millones más. El factor común ha sido un clima más cálido y seco.

Hemos subestimado la importancia de los árboles. No son simplemente una agradable fuente de sombra, sino una respuesta potencialmente mayor a algunos de nuestros problemas medioambientales más acuciantes. Los consideramos como un regalo, pero son un milagro cercano. En un poco de alquimia natural llamada fotosíntesis, por ejemplo, los árboles transforman una de las cosas aparentemente más insustanciales de todas, la luz del sol, en alimento para los insectos, la vida silvestre y las personas, y la usan para crear sombra, belleza y madera para combustible, muebles y hogares.

Por todo ello, los bosques intactos que una vez cubrieron buena parte de los continentes están ahora ocupados por agujeros. Los humanos hemos talado los árboles más grandes y mejores, y hemos dejado atrás los jóvenes y pequeños. ¿Qué significa eso para el estado genético de nuestros bosques? Nadie lo sabe con seguridad, porque los árboles y los bosques apenas son entendidos a todos los niveles. Es desconcertante lo poco que sabemos.

 

 

Lo que sí sabemos, no obstante, sugiere que lo que hacen los árboles es esencial, aunque a menudo no es obvio. Hace décadas, Katsuhiko Matsunaga, químico marino de la Universidad de Hokkaido en Japón, descubrió que cuando las hojas de los árboles se descomponen filtran ácidos al océano que ayudan a fertilizar el plancton. Cuando este prospera, también lo hace el resto de la cadena alimenticia. En una campaña llamada Los bosques son amantes del mar, los pescadores han repoblado bosques a lo largo de las costas y ríos para recuperar pescado y ostras. Y lo han conseguido.

Los árboles son filtros de agua de la Naturaleza, capaces de limpiar la basura más tóxica, incluyendo explosivos, disolventes y residuos orgánicos, en gran parte a través de una densa comunidad de microbios que viven alrededor de las raíces que limpian el agua a cambio de nutrientes, un proceso conocido como fitorremediación. Las hojas de los árboles también filtran la polución aérea. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Columbia en 2008 descubrió que la presencia de más árboles en los barrios urbanos se corresponde con una menor incidencia de asma.

En Japón los investigadores han estudiado durante mucho tiempo lo que llaman baño de bosque. Un paseo por el bosque, dicen, reduce el nivel de estrés químico corporal e incrementa el número de células asesinas del sistema inmunológico, que combaten a los virus y tumores. Los estudios en ciudades interiores muestran que la ansiedad, la depresión e incluso el crimen son menores en un entorno ajardinado. Se genera una relación especial con el entorno que aquí hemos conocido como topofilia.

Los árboles también liberan amplias nubes de sustancias químicas beneficiosas. A gran escala, algunos de estos aerosoles aparecen para ayudar a regular el clima; otros son antibacterianos, antifúngicos y antivirales. Necesitamos aprender mucho más sobre el papel que estas sustancias desempeñan en la Naturaleza. Una de ellas, el taxano, producido por plantas del género Taxus, como el tejo, se han convertido en un potente tratamiento contra el cáncer de mama y otros cánceres. Cabe recordar que el principio activo de la aspirina se encuentra en los sauces.

Los árboles están muy infrautilizados como tecnología ecológica. El “trabajo de los árboles” podría absorber parte del exceso de fósforo y nitrógeno que se producen en las granjas, y ayudaría a curar la zona muerta en el Golfo de México. En África, amplias extensiones de tierra seca han sido recuperadas por medio del crecimiento de árboles estratégicos. Los árboles también son el escudo térmico del planeta. Mantienen el hormigón y el asfalto de las ciudades y suburbios 10 grados o más por debajo de lo habitual y protegen nuestra piel de los rayos solares ultravioleta. La muerte de los árboles de sombra puede costar millones de dólares en aire acondicionado. Los árboles, por supuesto, secuestran dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero que calienta el planeta. Un estudio del Instituto Carnegie para la Ciencia también encontró que el vapor de agua de los bosques disminuye la temperatura ambiental.

 

 

La gran cuestión es qué tipo de árboles deberíamos plantar. En 2002 David Milarch, cultivador de árboles de sombra y co-fundador del Proyecto Árbol Campeón, había clonado algunos de los árboles más antiguos y más grandes del mundo para proteger su genética, desde las secuoyas de California hasta los robles de Irlanda. Estos son los superárboles y han superado la prueba del tiempo, decía.

La ciencia no sabe si estos genes serán importantes para el calentamiento climático, pero un viejo proverbio parece confirmarlo. ¿Cuándo es el mejor momento para plantar un árbol? Hace veinte años. ¿Y el segundo mejor momento? Hoy.”

Ahora, volvamos a mirar por la ventana, busquemos un árbol, observemos sus hojas y centremos la mirada en una de ellas. ¿Realmente nos importan los árboles o no?

 

(1) JAHREN, Hope: La memoria secreta de las hojas, Paidós, Barcelona, 2017