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Escoba de rayos
Según la tradición celta, la planta que entra hoy por esta ventana era considerada como una manifestación divina, símbolo del sol, del fuego y del rayo que descendía a la tierra, pero sin tocarla; se creía que la causa de su crecimiento era el relámpago (se la llamó por ello escoba de rayos). En consecuencia, el árbol sobre el que se asentaba era también considerado sagrado, pues era el que daba sustento a la planta mágica. Me estoy refiriendo al muérdago (Viscum album L.).
Se trata de un arbusto semiparásito que en nuestras latitudes se asienta sobre pinos, aunque puede hacerlo sobre otras especies tanto perennifolias como caducifolias. Vive muchos años, llegando a desarrollar un arbusto muy ramificado que puede alcanzar un metro de longitud, con tallos y ramas cilíndricas que se desarrollan por pares, formando horquillas. Las hojas, de un color verde pálido o amarillo verdoso, son lanceoladas y se disponen en pares opuestos. Son enteras y de textura correosa. Las flores nacen en las horcaduras de las ramas, también son amarillentas, pequeñas, poco vistosas y con sexos separados (decimos, por ello, que son dioicas). Las que vemos en la imagen son masculinas. El fruto es una baya blanca o amarillenta, algo mayor que un guisante, que madura en otoño, con una pulpa viscosa que envuelve una semilla.
De hecho, estas son las razones que movieron a Linneo a darle su nombre científico en 1753: viscum procede del griego ixós, del que derivó vischio, nombre con que los latinos designaron al muérdago aludiendo a esa viscosidad. Lo de album se entiende por el color de la pulpa del fruto.
Su relación con la planta hospedante es muy desequilibrada. Una vez implantado, el muérdago despliega sus propias hojas verdes con las que realiza la fotosíntesis, pero el agua y las sales minerales necesarias para esta función las extrae de la planta a la que se ha adherido, sin proporcionarle nada a cambio. Por esta razón se habla de semiparasitismo y no de parasitismo puro. Pero ¿cómo llega a implantarse sobre su huésped? Para ello necesita del concurso de pequeñas aves del bosque, como mirlos o zorzales, que se alimentan de ese fruto viscoso. El pájaro extrae hábilmente la pulpa, que digiere rápidamente, pero debe deshacerse de la semilla, que no es capaz de digerir, y lo hace restregando el trasero sobre una rama para que se desprenda de su tracto digestivo, quedando así adherida a la rama. Es entonces cuando la semilla se incrusta en la planta huésped rápidamente por medio de un haustorio o raíz modificada que busca los vasos leñosos de su “víctima”, cargados de agua y sales minerales hacia las hojas. Si esa semilla cae al suelo, no será capaz de germinar. Normalmente el árbol sobre el que se asienta el muérdago no muere —el primer interesado es el propio muérdago—, aunque con el tiempo la madera pierde calidad, disminuye el follaje y las ramas se marchitan por falta de agua.
A pesar de no ser comestible e incluso resultar tóxica a determinadas dosis, el muérdago se ha utilizado por sus propiedades beneficiosas para el corazón y la presión sanguínea, siempre que se administre por vía intravenosa. Sin embargo, se ha cosechado como forraje para el ganado, en la creencia de que estimula la producción de leche de vacas, cabras y ovejas. Antiguamente se creía que servía para todo, por lo que era objeto de una particular veneración, especialmente en las culturas germánica y gala a través de sus druidas, que cortaban el muérdago utilizando una hoz de oro para no profanarlo con otro material menos digno que pudiera perjudicar sus beneficiosas propiedades.
Según recoge la tradición y se relata en La Eneida, el héroe troyano Eneas debía abrir la puerta del infierno provisto de una rama dorada fabricada con muérdago. En la Edad Media se usaba como repelente para lobos. Las creencias populares han crecido con esta planta en la Serranía, donde se la conoce como almuérdago. Aquí se ha llegado a utilizar como adorno de Navidad —y aún se hace—, que es cuando se encuentra en pleno apogeo la fructificación, llegando a creer que da suerte besar a la mujer amada bajo una rama. En algunas localidades se recolecta para preparar un cocimiento para enjuagarse la boca y cortar el sangrado de las encías. En otras se usa para favorecer la circulación sanguínea.
En España encontramos tres subespecies que se han especializado en diferentes árboles hospedantes. Así, V. album ssp. abietis vive sobre abetos, austriacum lo hace sobre pinos y píceas, y album sobre robles, nogales, arces o chopos, por ejemplo. De hecho, algunos botánicos señalan que el muérdago que crece sobre nuestros pinos pertenece a la especie V. laxum.