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Blog

La planta velcro

Botánica

Paseaba en cierta ocasión el ingeniero electricista suizo Georges de Mestral con su perro. El campo ocupaba gran parte de su tiempo libre. Fue entonces cuando observó que tanto en su ropa como en el pelo de su perro se habían quedado adheridas unas estructuras extrañas que poco a poco fue desprendiendo. Pero su curiosidad científica le empujó a guardar algunas de ellas y examinó al microscopio los ganchos que tenían en el extremo de unos pequeños filamentos. Y así tuvo su momento eureka, logrando desentrañar su misterio e inventando en 1941 el velcro, con cuya patente se hizo millonario diez años después. Se dio cuenta de que este dispositivo de agarre era más fiable que las cremalleras, que se atascaban con frecuencia, y vio la posibilidad de unir dos materiales reversibles de forma igualmente sencilla.

Aquellas estructuras tan molestas que encontró eran los frutos de la bardana menor o común (Xanthium strumarium L.), conocida también como cachurrera o arrancamoños, una hierba invasora llegada hasta nosotros desde Norteamérica. Es una planta erecta cubierta de pelos ásperos cuyos tallos presentan unas pequeñas manchas violáceas. Las hojas son triangulares, de borde irregular y ásperas al tacto. Las inflorescencias son poco vistosas y tanto las masculinas como las femeninas coexisten en la misma planta.

Las masculinas son terminales y esféricas y las femeninas surgen en capítulos en la base de las masculinas y producen esos frutos tan característicos, muy similares a los del lampazo (Arctium minus), provistos de aguijones ganchudos que les hacen parecer erizos. Esos ganchos facilitan que se queden adheridos a la ropa o al pelo de los animales, como le pasó a nuestro curioso paseante, lo que facilita la dispersión de las numerosas semillas que producen (zoocoria). Estas semillas, además, tienen la capacidad de permanecer latentes en el suelo durante más de una década, esperando a que las condiciones de germinación sean las adecuadas.

La bardana menor no resiste heladas ni sequías, pero sí la salinidad del terreno, aunque prefiere suelos ricos en materia orgánica y humedad. Quizá por ello, su área de distribución se localiza en todo el litoral, aunque se ha extendido fácilmente a zonas de interior, como nuestra Serranía baja y media, ocupando zonas ruderales, campos agrícolas y orillas de los ríos. A España llegó a finales del siglo XIX como mala hierba escapada de los jardines botánicos y compite con los cultivos tradicionales. Todas sus partes, de hecho, son muy tóxicas, de modo que a los depredadores no les atrae su consumo. La erradicación debe hacerse a mano y antes de la floración y, sobre todo, de la fructificación.

Su toxicidad no ha impedido que se utilice la bardana menor como planta medicinal por sus propiedades sudoríficas y astringentes y en el tratamiento de afecciones urinarias. Se considera, además, diurética y sedante, y se recomendó en la cura de quemaduras, sabañones y otras afecciones cutáneas.

La bardana menor no sería la única planta que podría reclamar los derechos de patente del velcro. Otras especies de su mismo género, así como la zanahoria silvestre (Daucus carota), la barrilla pinchosa (Salsola kali) o el cardo corredor (Eryngium campestre), entre otras, se hacen la competencia.