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Liras de primavera

Botánica

Los chopos son la ribera;
liras de la primavera,
cerca del agua que fluye,
pasa y huye
viva o lenta,
que se emboca, turbulenta,
o en remanso se dilata;
en su eterno escalofrío
copian el agua del río,
que fluye en ondas de plata.

                                   Antonio Machado

 

Con la bella expresión que encabeza este artículo se refería el gran Antonio Machado a los árboles que forman las choperas o alamedas. Se trata de bosques constituidos por Populus alba L. y Populus nigra L., como especies principales. P. nigra (álamo negro) es menos resistente a las temperaturas elevadas y prefiere suelos sueltos. Está más presente en las riberas de las zonas montañosas (es uno de los elementos más constantes en nuestras galerías fluviales).

Más conocido por todos como chopo, a pesar de que a veces este nombre también le sea dado a los demás álamos, es el típico árbol que forma parte de los llamados bosques de ribera o galería. Raro es el río que no tenga en sus orillas o cerca de sus aguas un chopo, de lo cual deducimos que necesita suelos profundos y frescos con capa freática cercana. La presencia de un chopo, por tanto, garantiza la presencia de agua superficial o subterránea.

 

El nombre específico nigra alude a las costillas negruzcas que se forman en la corteza con el paso de los años. En la misma corteza, a la vez que se agrieta, aparecen unas rugosidades y abultamientos presentes sobre todo en la parte inferior del tronco. Estas curiosas formaciones, que ya conocimos como lupias (enlace), se utilizan, según Piñas Amor, para fabricar las bolas de nuestro típico juego de bolos conquenses, debido, al parecer, a su resistencia y poco peso. Por ello, estas bolas reciben el nombre de chopas, que también es el que se asigna al pie femenino de este árbol por las gentes de nuestro campo.

Frutos y semillas

 

Florece entre febrero y marzo. El fruto es una pequeña cápsula que se abre en dos valvas dejando escapar unas semillas pardas envueltas en abundante pelusa blanca, tan molesta en primavera, entre abril y mayo, como la del álamo blanco; molesta y peligrosa si la utilizamos como combustible. La reproducción a partir de estas semillas es bastante fácil en condiciones naturales; a veces podemos encontrar brotes nuevos en los lugares más insospechados, como cunetas de carreteras. Igualmente fácil es a partir de ramillas jóvenes. También resiste las podas más agresivas por su facilidad para el rebrote.

Por sus componentes activos (tanino, aceite esencial, cera, etc.) son muy apreciadas sus aplicaciones terapéuticas: la corteza de las ramas y las yemas se emplean contra las hemorroides (en baños de asiento), para mejorar la bronquitis (en decocción) y para las neuralgias. Existe en algunos lugares la creencia de que ungirse con ungüento de hojas de álamo negro sirve para ayudar a la proyección astral. Las ramas tiernas se usan también para alimento en ganadería.

 

Su rápido crecimiento —en los 20-30 primeros años puede alcanzar 20 metros de altura— ha hecho que algunos sectores industriales (madereros, papeleros, etc.) promuevan desordenadas repoblaciones forestales buscando un rápido beneficio. Incluso se han destinado grandes cantidades de dinero para conseguir especies híbridas a partir de chopos americanos que han ido invadiendo poco a poco nuestro suelo forestal. Sin embargo, la madera es blanda y poco resistente, por lo que se utiliza en carpintería ligera y en la fabricación de tablas, cajas, embalajes, etc. La leña sirve para calefacción, pero debe usarse muy seca, aunque su poder calorífico es medio.

El chopo tiene un interesante valor ornamental, especialmente en otoño por el colorido de su follaje. Se ha plantado con bastante frecuencia en paseos, caminos y carreteras. Se han descrito diferentes subespecies, destacando la variedad italica, de porte columnar y copa aguzada y estrecha; da menos sombra y sus raíces son más agresivas; las hojas son más anchas que largas; es el chopo cantado por Machado, Unamuno o Azorín. José Luis Sampedro también se fijó en él al escribir El río que nos lleva:

“Aquella misma tarde están los tres en la solana. Por el aire quieto les llega desde las eras el rítmico golpeteo de las aventadoras. Pasa una recua con argadijos rebosante de dorada mies. El río espejea entre los olmos y los chopos hasta desaparecer doblando el cerro. El sol se pone tras una nube de transparente nácar, hasta que el cielo se tiñe de amarillo, púrpura, morado y luego empalidece.”