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Blog

Rocío sanador

Botánica

Pocos arbustos pueden presumir de ser tan conocidos y utilizados durante siglos por las gentes del campo como el romero (Rosmarinus officinalis L.). Tampoco muchos pueden lucir sus encantos florales durante casi todo el año como este, empleado en la elaboración de licores tradicionales —a pesar de su fuerte sabor—, como condimento en cocina, en el aliño de aceitunas o en la elaboración de vinagres y aceites aromáticos. Aun no siendo planta forrajera, es consumido el romero por ovejas y cabras, sobre todo en primavera, aunque el animal que más lo aprecia es la abeja por tratarse el romero de una especie melífera por excelencia. Bien podríamos afirmar que el romero es el rey de la miel. Las flores pueden ser de color azul claro, rosas o blanquecinas. La corola tiene dos labios (pertenece a la familia Lamiaceae o Labiatae, más conocida como Labiadas). Su hábitat es amplio dentro de la región mediterránea, desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros de altitud, aunque prefiere suelos secos, soleados y calizos.

Veamos la información que nos aporta su nombre científico. El genérico significa “rocío marino”, y hace referencia a su fragancia. Lo de officinalis deriva del latín officina, que era el laboratorio donde antaño se fabricaban productos de farmacia, herboristería, licores, perfumes y similares. De hecho, el romero se utiliza también en medicina por sus propiedades curativas (estimulante, antiespasmódico, hipotensor, ligeramente diurético). Como nos recuerda el refrán, “mala es la llaga que el romero no sana”. Tal vez por ello le quepa a este arbusto el privilegio de haber restituido la maltrecha oreja de don Quijote tras uno de sus numerosos y accidentados lances, pues era usuario frecuente e incondicional del famoso bálsamo de Fierabrás, que las leyendas épicas sitúan en los tiempos de las sagas calolingias y cuya receta nos es dada en el capítulo XVII de la inmortal obra cervantina:

“Levantóse Sancho con harto dolor de sus huesos, y fue a oscuras donde estaba el ventero, y, encontrándose con el cuadrillero, que estaba escuchando en qué paraba su enemigo, le dijo:

—Señor, quien quiera que seáis, hacednos merced y beneficio de darnos un poco de romero, aceite, sal y vino, que es menester para curar uno de los mejores caballeros andantes que hay en la tierra, el cual yace en aquella cama malferido por las manos del encantado moro que está en esta venta.”

Tras el consumo del milagroso bálsamo, Don Quijote padece vómitos y sudores, pero se siente curado después de dormir tres horas.

 

Del romero, igual que de otras plantas aromáticas, se puede extraer esencia siguiendo estos sencillos pasos:

  • Partir la planta en trozos muy pequeños
  • Introducir 20 gramos en un tarro de cristal
  • Añadir 100 ml de alcohol etílico y tapar
  • Dejar en reposo durante 7 días
  • Colar el resultado y dejarlo en reposo hasta su aclarado (unas 12 horas)
  • Filtrar y guardar en frascos pequeños (para facilitar su conservación, añadir unas gotas de tintura de benzoína)

En el año 2001 WWF/Adena editó un sencillo manual en el que recogía una forma de reproducir el romero a partir de estaquillas. El proceso, que se realiza en verano, es el siguiente:

  • Elegir plantas sanas.
  • Elegir las ramas con mucho desarrollo.
  • Limpiar las hojas excepto las terminales y eliminar la madera dura.
  • Colocarlas en una caja con sustrato.
  • Es deseable mantener la caja húmeda y bajo plástico.
  • Finalmente, se arranca en invierno para su transplante.

Si alguien se anima a seguir este procedimiento multiplicador, debe saber que las estaquillas son genéticamente iguales a la planta “madre”, por lo que conviene recogerlas de individuos diferentes para preservar la riqueza de la población. Suerte.