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Cómo pueden las ciudades combatir el calentamiento (y 2)
Algunas ciudades esperan evitar el futuro desolador del que hablaba la semana pasada. Muchas están plantando árboles y construyendo parques, pero otras han centrado más la atención en los tejados —vastas áreas del espacio no utilizado que absorben el calor del Sol—. He aquí el sentido del mensaje aparecido el pasado mes de mayo en la prensa: “Pon un jardín en el tejado y reduce el gasto en climatización un 30%”. En 2009, Toronto, Canadá, se convirtió en la primera ciudad de América del Norte en adoptar una política de tejados verdes. Requiere nuevos edificios por encima de cierto tamaño para ser cubierto con plantas con la esperanza de que retengan el agua de lluvia y mantengan bajas las temperaturas. Estos “techos verdes” son, además, más bonitos y atraerán a millones de insectos polinizadores. Por otro lado, la humedad es mayor, humedad que, al evaporarse, se lleva el calor lejos de la ciudad. Al menos durante el día, porque durante la noche el calor sigue ahí.
Las grandes ciudades podrían rebajar su temperatura siguiendo el ejemplo de los invernaderos de Almería. Pero esto también tiene un inconveniente: la reducción de la temperatura reduce la humedad y, por tanto, la formación de nubes y las precipitaciones. Y esto no es aconsejable en un clima más bien seco como el nuestro. Es la pescadilla que se muerde la cola.
La prisa por actuar va por delante de la ciencia. Aunque los techos frescos y verdes puedan reducir fuertemente las temperaturas en la parte superior de los edificios, no siempre producen beneficios en el nivel de la calle, y pueden provocar efectos no deseados, como la reducción de las precipitaciones en algunos lugares. Además, no está claro si estos programas tendrán un efecto medible sobre la temperatura y la salud del ciudadano, y si los esfuerzos de las ciudades serán suficientes para producir los resultados deseados. En este sentido, los techos frescos, esos que reflejan la luz solar disminuyendo el efecto albedo, fueron más efectivos que los techos verdes.
A falta de intervenciones, las islas de calor crecerán: hacia 2050 se espera que la superficie urbana en los Estados Unidos se amplíe en un tercio. Al mismo tiempo, se espera que la población global crezca hasta los 9.600 millones, con dos tercios viviendo en áreas urbanas, en comparación con poco más de la mitad en la actualidad. Y sin embargo, a pesar de los riesgos, pocas ciudades tienen planes en marcha para hacer frente al calor urbano.
Y es que, a pesar de las incertidumbres, muchos científicos dicen que las ciudades no están desarrollando estrategias de refrigeración con la suficiente rapidez, dado el ritmo del cambio climático y el crecimiento urbano. Los defensores dicen que tanto los techos verdes como los frescos han ayudado en algunas situaciones y que su aplicación cuidadosa podría mejorar su eficiencia. Por eso no conviene poner demasiado énfasis en los estudios de modelos que pronostican los efectos secundarios no deseados, tales como la reducción de la cobertura de nubes y precipitaciones.
Mientras los científicos nos señalan el camino a seguir, bien podemos ir pensando en incrementar las zonas verdes de nuestras ciudades, cuidar las que ya tenemos y reforestar los alrededores.