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Llueve hacia arriba

Ciencia

Nos adentramos poco a poco en la época de regeneración vital por excelencia y comenzamos a ser testigos, una vez más, del milagro de la foliación vegetal, una buena noticia para nuestras reservas de oxígeno y agua. Porque a partir de este momento se reanuda la actividad por la que las plantas inundan la atmósfera de estos preciados elementos. Quiero ahora centrarme en la fabricación de agua pues, aunque no sepamos verlo y apreciarlo en su justa medida, las plantas la expulsan en forma de vapor a través de sus diferentes partes, pero muy especialmente por las hojas en una suerte de lluvia hacia arriba que luego se traduce en sostenimiento de todas las formas de vida. Es lo que se conoce como transpiración.

El agua viaja desde las raíces, que son las encargadas de absorberla incluso en los suelos aparentemente más secos, hasta lo más alto de la planta, donde se encuentran las hojas. Allí, y a través de unos diminutos orificios llamados estomas, el líquido sobrante se libera a la atmósfera en forma de vapor. De paso, la corriente de agua originada por la transpiración transporta los nutrientes absorbidos por la raíz al resto de la planta, manteniendo, además, su turgencia. Todos hemos visto cómo una planta en maceta que lleva un buen tiempo sin regar se vuelve mustia y las hojas se arrugan, pero cuando regamos recupera su lozanía.

Ailanto (Ailanthus altissima (Mill.) Swingle)

 

Los científicos creen que un 10% de la humedad atmosférica procede de la transpiración de las plantas, y en esta época en que nuestros amigos vegetales están en pleno crecimiento, es posible que cada hoja sea capaz de transpirar una cantidad de agua mucho mayor que su propio peso. Así, por ejemplo, una hectárea plantada con maíz puede proporcionar entre 50.000 y 100.000 litros de agua al día, mientras que un roble grande puede transpirar hasta 150.000 litros en un solo año. Especies de ribera como la espadaña pueden liberar a la atmósfera entre 15 y 20 litros por metro cuadrado. Por el contrario, hay plantas que están adaptadas a entornos secos que no llegan a perder más de 0,1 litros al día, como el cactus.

Probablemente encontraremos que la transpiración es una pérdida de agua, pero tal vez habría que revisar esta idea, ya que el agua, como sabemos, no se pierde sino que forma parte de un ciclo. El agua que parte del suelo vuelve tarde o temprano al suelo y, por lógica, debemos pensar que allí donde más vegetación existe las probabilidades de lluvia son mayores. Un terreno despojado de su bosque natural tiene un índice de pluviosidad mucho menor.

Falso plátano (Acer pseudoplatanus L.)

 

La transpiración está directamente relacionada con otra de las funciones de las plantas, la fotosíntesis, ya que ambas se realizan a través de los estomas: estos se abren ante el estímulo de la luz para absorber el CO2. La luz solar, por tanto, es uno de los factores que influyen en la transpiración, pero debemos añadir la temperatura ambiente, la humedad relativa del aire y el viento. Como también nos ocurre a nosotros, la transpiración aumenta con la temperatura y la radiación solar, alcanzando su valor máximo después del mediodía y cesando al ponerse el sol, que es cuando se cierran los estomas. Sin embargo, disminuye a medida que aumenta la humedad, ya que, al fin y al cabo, la fuerza que impulsa la transpiración es la diferencia de las presiones de vapor entre el agua de la planta y la del aire. Por último, el viento tiene un efecto refrigerante sobre la hoja, como nos pasa cuando sudamos, y eso aumenta la transpiración —una hoja en pleno proceso de transpiración puede alcanzar una temperatura de 1 a 3°C menor que el aire que la rodea—. Pero si el viento viene cargado de humedad, la transpiración disminuye. El flujo de vapor es prácticamente nulo fuera del periodo vegetativo.

Todas las plantas son fábricas y depósitos de agua, auténticas luchadoras contra el desierto, gestoras tenaces del líquido que facilita la vida, defensoras de la diversidad vital, alimentadoras de embalses. Dice la sabiduría popular: “Si quieres agua, planta árboles”. Conviene no despreciar la importancia de uno de los servicios que generosamente nos proporcionan las plantas, como el de mantener el equilibrio hídrico del entorno por medio de la transpiración, la lluvia que va hacia arriba.