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Si ellas ganan, nosotros también

Ciencia

A unos 100 metros por una empinada pendiente arbustiva, hay un poste bajo que sostiene una jarra de plástico verde y azul. Parece una colorida fiesta psicodélica, pero se trata en realidad de una peculiar trampa. Un científico no puede ver la luz ultravioleta reflejándose en la boca de la trampa en forma de embudo, pero las abejas sí. A ellas les encanta la luz ultravioleta, así que esa fiesta les atrae. Veamos lo que hay dentro.

La jarra contiene más de lo esperado. De momento, larvas de halíctidos, unos insectos emparentados con avispas, abejas y hormigas, la mayoría de ellos solitarios que hacen sus nidos en el suelo construyendo celdillas en las que depositan una masa de polen y un huevo. Algunos de estos insectos halíctidos son atraídos por el sudor, razón por la que reciben el nombre de abejas del sudor. Pues bien, decenas de estas diminutas abejas muertas están atrapadas en el interior de la jarra. El científico abre la tapa e introduce las abejas en una bolsita etiquetada. Las abejas serán llevadas a un laboratorio donde serán contadas e identificadas.

 

Halíctido (Fuente: Wikipedia)

 

El entorno donde fueron encontradas las muestras ofrece un detalle importante: el bosque se está recuperando lentamente del pavoroso incendio producido hace unos años. Pero mientras tanto, el ennegrecido escenario se ha convertido en un gran laboratorio al aire libre. El científico y su equipo están recogiendo abejas en varios lugares. Algunos se quemaron ligeramente, otros allí donde los árboles se redujeron a troncos y luego se cortaron, y otros donde se produjo una amplia gama de intensidad crematoria. Están tratando de determinar cómo responden las abejas después de un incendio, en particular, cómo influye la gravedad de los incendios en las poblaciones de abejas. Comprueba así cómo influye la densidad del dosel arbóreo: en los fuegos de intensidad moderada-alta y alta hay una cobertura de dosel bastante baja, razón por la que se desarrollan más plantas con flores. Además, en estos lugares donde se ha quemado más del 50% del dosel arbóreo, el ambiente también es más cálido y hay potencialmente más hábitat de anidación. Pero estos individuos no son habitantes de colmenas, sino que buscan suelo para enterrarse. Son nuestras abejas del sudor, los halíctidos.

 

 

La historia parece bastante sencilla: un aumento de la perturbación en nuestros bosques, en lo que se refiere a una mayor intensidad del fuego, provoca una mayor abundancia y variedad de abejas. Y esto no es lo más relevante, si pensamos que es exactamente lo que necesitamos. No olvidemos que tenemos millones de hectáreas de bosques que debemos gestionar, pero no disponemos de información realmente buena sobre cómo influyen esas prácticas de gestión en las abejas, en su número y en la composición de las especies que pueblan los bosques. En esta gestión se incluyen acciones como la tala rasa y la extracción de madera, la eliminación invasiva de vegetación o la regeneración de la cubierta forestal.

Por tanto, si queremos entender cómo los polinizadores están cambiando a lo largo del tiempo, cómo están respondiendo a diferentes acciones de gestión, al cambio climático o cualquier otra cosa a lo largo del tiempo, necesitamos tener un punto de partida. Y eso es lo que están buscando los científicos, de modo que luego puedan ofrecer información y asesoramiento a los gestores para tomar decisiones correctas. Esto es importante en un momento en que las poblaciones de abejas están en declive. Se podrían hacer las cosas bien para los polinizadores, pero hay muchos otros insectos por ahí que nos podrían ayudar en la gestión de los bosques. Si los políticos quieren adoptar las mejores decisiones, tal vez convendría apoyar el trabajo de los científicos, que son quienes deben asesorarles.

 

 

La conclusión es que somos bastante ignorantes sobre cómo las diferentes especies de abejas usan los entornos forestales, y cómo reaccionan ante la sucesión de condiciones. Y ahí reside la importancia de los polinizadores. No conviene centrar la atención en los bosques más antiguos sobre la base de que albergan una mayor biodiversidad, e ignorar a cambio el desarrollo de los bosques jóvenes. Las abejas pueden salir ganando y nosotros, por tanto, también. ¿Es necesario recordar que las abejas polinizan alrededor del 90 % de nuestras plantas, no solo forestales, sino agrícolas? Al proteger a nuestros amigos polinizadores en el bosque, potencialmente estamos protegiendo nuestra seguridad alimentaria ahora y en el futuro.