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Viaje científico (y III)

Ciencia

No, no me he olvidado del profesor Odón de Buen y su viaje a la Ciudad Encantada. La última vez lo dejamos junto a su grupo de estudiantes degustando la comida que las autoridades les ofrecieron. La crónica habla de una pequeña “conspiración”, ya que los mandatarios locales intentaron demorar el regreso para evitar que el grupo llegara a tiempo de coger el tren de regreso a Madrid en su empeño de lograr que el profesor se quedara un día más en Cuenca. Otros advertían del riesgo de coger una “miositis fulminante gravísima” si los expedicionarios no descansaban lo suficiente. Pero los intentos resultaron vanos y el profesor de Buen siguió con su programa regresando por el valle del Cambrón, pasando por el derruido convento y “saboreando espiritualmente los incomparables prodigios del abrupto rincón serrano”. Una vez llegados a Villalba, los excursionistas tomaron los vehículos que les llevaría nuevamente a Cuenca. Sin embargo, los conductores recibieron la orden de no circular a más de 4 kilómetros por hora, y que se obedeciese al ilustre profesor si mandaba apretar el paso, pero no sin antes revisar los ejes en evitación de posibles catástrofes. Llegados al ventorro que hay junto al puente sobre el río Mariana llega un mensaje del Sr. Gobernador con la noticia de que la compañía del ferrocarril autoriza el regreso al día siguiente, dando así validez a los billetes del grupo, que acordó quedarse un día más en Cuenca. Triunfa finalmente la teoría de la conspiración, lo cual fue celebrado con medio centenar de botellas de gaseosa que tenía el dueño del Ventorro.

Aquella noche, en el casino de la Unión Mercantil, tuvo lugar una cena amenizada por el sexteto que dirigía el Sr. Cabañas, tras la que el S. Odón de Buen pronunció un discurso en el que animaba a sus alumnos a estudiar para engrandecer el país. “Dinero, dinero y dinero, se decía antes; hoy se dice y se pide cultura, educación y ciencia. Para lograr estas tres cosas hay que cultivar la inteligencia”, dijo el profesor. De una forma muy gráfica explicó el modelado del relieve: “El modelado de la tierra guarda también relación con el calor central. Nuestro planeta es ya viejo y demuestra su decrepitud con la ausencia de violentas convulsiones que en otros tiempos eran frecuentes; además se enfría y al ir perdiendo el calor le ocurre lo que a las personas que tienen muchos años: se llena de arrugas y las arrugas en la tierra están representadas por las elevaciones y depresiones formadas en tiempos ya remotos sobre las que se va haciendo el modelado actual, trabajo muy lento, pues como el corazón va estando cansado, no se percibe ya su movimiento en forma de latidos fuertes, más bien son débiles estertores.” El profesor de Buen explica que el terreno que han recorrido esa mañana estuvo cubierto por un inmenso mar y que las formaciones contempladas solo son comparables a los célebres cañones del Colorado o algún pequeño paraje del Pirineo francés.

Al día siguiente cursaron visita a la hermosa Hoz del Huécar, subiendo por la calle Ancha y Alfonso VIII hasta la catedral. De ahí, pasando por la calle Canónigos y puente de san Pablo, llegaron a la Fuente de “Don Fernandino”, herborizando y recogiendo bastantes fósiles. Sirvió de cicerone el profesor del Instituto Provincial Don Juan Jiménez de Aguilar. Regresaron por la calle 15 de Julio hasta la Diputación, donde el profesor quiso despedirse de la Corporación. Tras la comida y los consabidos discursos, el grupo marchó caminando hacia la estación. “Los balcones del tránsito estaban casi completamente ocupados por muchachas presenciando el desfile de los excursionistas.” Antes de partir, el profesor Odón de Buen había señalado la Ciudad Encantada como destino de estudio para todos los cursos, de modo que cada año iba a repetir esta histórica visita.